León ha recorrido los escenarios más importantes del folklore, que, aunque nos guste o no, son los lugares que atestiguan esa aceptación que logró. Lo hizo con sinceridad y demostrando que cuando le tocaba interpretar canciones del género, lo hacía con mucho conocimiento y respeto, y no en un sentido oportunista. Pienso incluso que tal vez, en sus primeros años, en su pueblo, debe haber escuchado mucho folklore, por lo que de alguna manera lo conecta también con aquello que escuchó de niño. Nunca conversamos demasiado este tema con él, pero imagino que ha sido así, porque hay algo que se nota en su manera de hacer canciones. Tiene tantas y tan hermosas. Es hombre de rock, pero también de folklore. Al ser un hombre del interior supongo que, como se acostumbra, tuvo un enorme contacto con esa música. León conoce el mundo del folklore y sin dudas es parte de él.
La relación de León Gieco con el folklore tiene un inicio, diría, en aquel trabajo emblemático que hizo con Leda Valladares y Gustavo Santaolalla: De Ushuaia a La Quiaca. En lo personal valoro muchísimo cómo recorrió el país, buscando su ADN musical. Hombres y mujeres cantando las canciones más ancestrales de este territorio. Además de tener el disco canciones antiguas, intervenidas con otros instrumentos y otros ecos. Me parece que marcó su camino.
Allí se encontró con muchos músicos, entre ellos el Cuchi Leguizamón, por nombrar uno de los más importantes, pero creo que el puntapié inicial se lo dio Leda Valladares, allá en el norte, con ese canto antiguo con caja, por el cual luego pudieron aparecer muchas cosas hasta entonces desconocidas, inspirando a todo lo que vino después. Aprendimos muchísimo de ese trabajo etnomusical que tuvo a León a la cabeza. Esa recopilación extraordinaria sobre los matices, el canto mestizo y el canto originario marcó esa comodidad con el género autóctono.