Los clásicos que desatan una inigualable euforia celebratoria en sus seguidores, la faceta reggae, la furia y la ironía que describió certeramente la realidad social de los `90, las melodías plagadas de sutiles arreglos, la orgullosa descendencia de ese mito llamado Sumo y hasta un costado acústico fueron las múltiples facetas que eligió mostrar anoche Las Pelotas en su reencuentro con el público porteño durante su debut absoluto en el Movistar Arena.
Se trató del primer concierto del año en la Ciudad de Buenos Aires del grupo comandado por Germán Daffunchio y, a tono con el carácter especial que revestía la ocasión, la banda optó por una extensa lista que superó la treintena de canciones, las cuales sobrevolaron constantemente por 35 años de una historia marcada por distintos momentos musicales.
Para ello, en alrededor de dos horas y media de show, por supuesto que Las Pelotas regaló a sus seguidores sus infaltables éxitos, como el caso de «Será«, «Capitán América», «La clave del éxito» o «Si supieras», por citar apenas algunos; pero también echó mano a entrañables piezas ocultas que no suelen aparecer con frecuencia en sus presentaciones, como «Menos mal», «La marmota», «Peces» o «El día después».
Y el viaje que transitó desordenadamente entre «Corderos en la noche», la placa debut del grupo, y «Es así», su última producción de estudio; e incluyó también el flamante tema «Es clara», lanzado apenas unos días atrás; culminó con el recuerdo de Sumo, la banda de cuya escisión nació Las Pelotas, para lo cual contó nada menos que con Roberto Pettinato de invitado, y con PIti Fernández, de Las Pastillas del Abuelo, como vocalista.
Todo esto sucedió con un Daffunchio pletórico, al punto que hasta bajó en varios momentos del escenario para cantar literalmente rodeado por el público; de excelente humor y emocionado sobre el final, cuando comprobó que había logrado trasladar la efusividad de estadios al moderno y formal reducto de Villa Crespo que pisaba por primera vez.
En igual forma se mostró el resto de la banda, con su habitual primera línea de guitarras que presentó a Tomás Sussmann en el rol solista, Gaspar Daffunchio sosteniendo desde las bases y, eventualmente, al propio Germán añadiendo una capa sonora más.
En tanto, Gustavo Jove aportó el siempre efectivo tempo de su batería, la entrañable Gabriela Martínez ratificó con su bajo que es nervio y, a la vez, corazón del grupo; el tecladista Sebastián Schachtel volvió a erigirse como la gran usina sonora que dispara sutilezas a mansalva; y Alejandro Gómez Ferrero ofició una vez de presto todoterreno, entre las teclas, la trompeta, el trombón y la marimba.
El resto del espectáculo lo pusieron «los peloteros», especialmente los del sector campo, que a fuerza de saltos y pogos le dieron un marcó inédito al microestadio y dejaron en ridículo al personal de seguridad que suele apuntar con láser verde a quienes se expresan en demasía de acuerdo a las estrictas reglas del lugar.
Como se mencionó en un principio, el grupo fue pasando por distintos estadíos musicales que conformaron variados climas; aunque, de nuevo, todas esas caras son las que le forjaron su carácter a lo largo de su historia.
Así, el arranque con «Víctimas del cielo» pretendió marcar sutilezas, más allá de los habituales reacomodamientos de sonido que siempre requiere un primer tema de un concierto; pero de inmediato se apeló al agite colectivo con «Basta», «Tormenta en Júpiter», «Al final qué somos» y «Corderos en la noche».
Ese inicio también dio la pauta que la velada iba a transcurrir en medio de vertiginosos viajes entre lo más reciente de su producción y sus inicios. La continuidad con la flamante «Es clara», «Siempre estará», «Personalmente» y «Cerca de las nubes» sirvió no solo para reforzar la idea anterior, sino que también como excusa para bajar un poco la intensidad.
«Será», con Claudia Canga de invitada en coros, devolvió la energía al público, tanto que Daffunchio se permitió reflexionar en voz alta al finalizar: «¡Qué lindo verlos saltar a todos!». Sin embargo, un nuevo contraste, y mucho mayor en este caso, se produjo con el intimista set que conformaron «Menos mal», en la cual la bajista tomó la voz líder; «Más que un deseo» y «La marmota». «Estar acá nos da la posibilidad de tocar temas que en los festivales no podemos tocar», reconoció Daffunchio.
«Saltando», «Solito vas» y «Que estés sonriendo» se confabularon para dejar al descubierto el corazón reggae que late en Las Pelotas. Por su parte, «Si supieras», «Escondido bajo el brazo» y «Hasta el fondo» hilvanaron una sucesión de grandes hits que volvieron a ponerle calor a la noche.
Entre ellos se coló «Veoyover», con Gabriel Dahbar, un recurrente invitado del grupo en la voz, quien, con su estilo de canto y sus movimientos, suele intentar suplir el enorme hueco dejado por el inolvidable Alejandro Sokol. El intérprete volvería un poco más tarde para sumarse en «Muchos mitos» y «Día feliz».
«Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad», dijo el líder del grupo antes de arremeter con la furiosa «Chupa chupa», uno de los muchos cortes nacidos en medio del desmembramiento social de los `90. Mucho más acá en el tiempo, precisamente en 2020, aunque con un tono decididamente melancólico, «Siéntate y espera», canción que la sucedió, también irradió desesperanza.
Tras el rescate de «Peces», una de esas composiciones que no forman parte muy seguido de su repertorio, parecía que la noche comenzaba a llegar a su fin cuando Daffunchio lanzó: «Ha sido un placer tocar para todos ustedes. Hermosa noche, hermoso lugar, que se repita y que sigamos todos esperando un milagro».
Obviamente, fue el preludio para «Esperando el milagro» pero de ninguna manera había llegado la hora de volver a casa. Un primer bis con «El día después», «Como se curan las heridas» y «Bombachitas rosas» daba inicio a una larga despedida que se iba a ir escribiendo en distintos capítulos.
Incluso, «El día después», improvisada fuera de programa por Daffunchio y Sussmann debido a que la bajista demoraba su regreso al escenario para los bises, dio un indicio de que la sensación de bienestar era generalizada y nadie estaba dispuesto a ponerle un candado a la noche.
«Pará con la papa» prolongó la algarabía y «Capitán América» volvieron a hacerle un amague a un final que todavía iba a tener que esperar un poco más; pues faltaba un segmento con «Ya no estás» y «Movete», y sobre todo una última gran sorpresa.
Sin necesidad de anunciarlo, el público entró en éxtasis total cuando el saxo de Roberto Pettinato se fundió con los primeros acordes de «Debede» que puso en marcha el homenaje a Sumo, para el cual también fue invitado PIti Fernández en voz; el cual se extendió con «No tan distintos».
Ahí sí ya no hubo más nada por decir. Apenas una gran ovación y el líder del grupo remarcando que había sido una noche «inolvidable». La banda completa y el público que colmó el estadio sintieron lo mismo.
* Télam