Lola Arias parece no querer darle tregua al mundo. Primero lo inquirió con su trilogía Mi vida después, El año en que nací y Melancolía y manifestaciones. Con ellas, entre varias cosas más, demostró que el arte cambia la realidad material y cotidiana del mundo: Mi vida después resultó ser prueba suficiente para que la Cámara Federal le permitiera a Vanina Falco (ya que así lo confesaba en la obra) declarar contra su padre, quien durante la dictadura, como policía de inteligencia, se apropió de Juan Cabandié. El proyecto conjunto de la película Teatro de guerra y la obra de teatro Campo minado les cambió la vida a seis excombatientes de Malvinas, tres argentinos y tres ingleses (y otra gente más, por cierto, aunque menos directamente). En forma manifiesta o no, la artista parece dispuesta a que el mundo se haga cargo de algunas cosas que prefiere obviar.
«Mis recuerdos de la guerra comienzan en la escuela primaria; recuerdo crecer cantando la Marcha de Malvinas, que al día de hoy me la acuerdo de memoria», trata de resumir su interés sobre el tema. Sin embargo, enseguida comenta que ya en Mi vida después aparecen comentarios sobre Malvinas, como haciendo un recordatorio de lo que acaso defina todas sus preocupaciones: ser parte de la generación nacida durante la dictadura 1976-83.
«Y luego crecer con la imagen de los excombatientes vestidos de verde que subían a los colectivos y a los trenes para vender stickers y hablar de la guerra. Había algo como muy doloroso en la imagen de esos veteranos: era la imagen de la derrota, del abandono». Pero esos recuerdos no están en Teatro de guerra. Lo que hay es una película fascinante sobre seis personas tratando de dilucidar quiénes son hoy a partir de aquel hecho que llevó sus vidas a un derrotero que jamás habían podido imaginar. Y eso la convierte en una pieza de una humanidad desconcertante.
«La imagen vectorial es la del coágulo, esa cosa que no logra deshacerse, que sigue flotando en la cabeza de cada uno de los que fueron a la guerra. Cuando estaba haciendo el casting con veteranos era difícil llegar a esta imagen, porque te cuentan toda la guerra, lo que les pasó cuando los llamaron, la reacción de los padres, y pueden pasar tres o cuatro horas de entrevista y no lográs ver qué quedó, qué es lo que está como congelado en la memoria de cada uno de ellos. Para mí, el desafío siempre fue encontrar esa imagen de lo que de alguna manera marcó cómo la guerra se va a instalar en ese ser para siempre».
Un desafío que nunca termina: el film es también el reconocimiento de esa imposibilidad de dar una respuesta abarcadora, definitiva.
«Creo que en la película se ve el ejercicio de tratar de reconstruir o recomponer algo que sólo existe en la cabeza de los protagonistas. La película tiene como estructura probar distintas cosas para ver qué pasa con las memorias: la compañía de soldados representada con los muñequitos en la maqueta, actuando la reconstrucción con actores jóvenes que hacen de ellos: es el intento de volver atrás en el tiempo y recuperar eso que se perdió. La película parte de la idea de que recuperar eso es imposible, lo único que hay son intentos de representar eso que no está».
Al mostrar la película o presentar la obra, Arias recibió distintas preguntas, pero una resultó casi constante: ¿qué relación tenía ella con Malvinas como para encarar el proyecto? Nadie pensó plantearlo al revés: sólo a una mujer sin relación directa podría habérsele ocurrido semejante proyecto.
«Creo que hay algo fuerte en la apropiación de una narrativa que es completamente masculina: los hombres cuentan la guerra, escriben sobre la guerra, la discuten. Y apropiarse de esa narrativa masculina es una operación muy fuerte. En ese sentido lo que se ve es una forma de pensar que no es épica, de vencedores y vencidos, hazañas, batallas y tácticas militares, sino más bien pensar en términos de la vulnerable: lo que uno ve en la película son personas vulnerables, definidas para siempre por esa vulnerabilidad. Son personas reales las que van a la guerra, no son héroes de nada, son seres humanos». «
Lola Arias x 2
Teatro de Guerra. Estreno: 6 de septiembre. Sala Lugones y cines comerciales. Campo Minado. De miércoles a domingos a las 20:30 en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.