La nueva generación de púberes y adolescentes también tendrá su Harry Potter. Como las que se formaron y crecieron con él y sus aventuras a partir de los libros primero y el cine después, los que llegaron al mundo más recientemente tendrán su serie. La inefable escritora J.K. Rowling será una de las productoras ejecutivas del proyecto: Warner Bros., dueña de los derechos audiovisuales, no puede desarrollar ninguna producción sin el consentimiento de ella, que posee los derechos de los personajes.
Con las regalías de la franquicia de Harry Potter -ventas los libros, merchandising, parque temático de Warner Bros. y películas, por nombrar los principales- se calcula que J.K. Rowling ha ganado más de 1.000 millones de dólares (sin contar su valorización financiera). Así que ella está al mando de la selección de los tres principales protagonistas de la historia (y con veto para cualquier otro): niños y niñas que deberán dar la talla del mismísimo Harry y de sus principales amigos, Ron Weasley y Hermione Granger.
Al momento se han recibido más de 30.000 solicitudes de parte de niños y niños de entre 9 y 11 años, residentes en Irlanda o Reino Unido, que deberán comenzar a filmar en 2025 y comprometerse prácticamente por 10 años (serán siete temporadas, se espera que a partir de 2027, y las primeras se filmarán más rápido y juntas para garantizar el verosímil de los niños con los personajes).
El rodaje tendrá lugar en los estudios que Warner Bros tiene en Hertfordshire (Reino Unido), conocidos como Studios Leavesden, que son los mismos en los que se grabaron las ocho películas. No hay nada oficial, pero los fanáticos de la primicia dicen que ya hay algunos roles asignados: Mark Strong (El Pingüino, Dune: Profecía) será el Profesor Dumbledore; Brett Goldstein (Shrinking), el Profesor Hagrid; Sharon Horgan (Housebroken, serie animada) tendrá a su cargo a la Profesora McGonagall; y Paapa Essiedu (Gangs of London, The Lazarus Project) tendrá el desafío de estar a la altura del Profesor Snape.
Sin embargo, la mayor incógnita a la que nadie quiere asomar su nariz es cuánto de aquel universo mágico resistirá la adaptación a un target al que los avances tecnológicos parecen hacerle creer que todo está a tiro de un touch, o del simple deseo.