La obra «Petróleo», creación del grupo Piel de Lava, triplicará las funciones y a partir del 9 de agosto podrá verse los viernes, sábados y domingos a las 20.30 en el teatro Metropolitan (Corrientes 1343, Capital Federal), donde realizó una exitosa temporada, después de haber pasado por el Teatro San Martín.

Entrar a su cuartel general no es fácil. Pocos supieron adentrarse en este lugar secreto donde surgieron las ideas para lo que los amantes del buen teatro porteño podrían llamar obras de culto. Es un departamento en un edificio estilo francés, en diagonal a la Basílica de San Nicolás de Bari, sobre la avenida Santa Fe, en el corazón de Recoleta. Si se logra subir por el ascensor e ingresar al recinto, puede haber olor a gas para confundir a intrusos y desprevenidos, pero una vez allí todo resulta verdaderamente interesante. Las Piel de Lava no dudan y dejan ver su manera de entender el mundo en cada palabra. Son cuatro mujeres que saben lo que piensan y cómo transmitirlo. En este caso, el tema central fue Petróleo, la obra que cosecha múltiples elogios y salas llenas.

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(Foto: Edgardo Gómez)

Piel de Lava está integrado por Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, y según fuentes cercanas al grupo, la morada donde nacieron sus creaciones sería la casa de la suegra de una de ellas. Hoy en alguno de sus aparadores prolijamente lustrados hay carpetas con recortes de las notas periodísticas realizadas a lo largo del tiempo y junto a la ventana amplia, que deja pasar tanta luz como bullicio de un copioso tránsito constante, una mesa larga donde las ideas fluyen como una mateada con medialunas a las 5 de la tarde. Desde su formación en 2003, estas chicas trabajan ininterrumpidamente en procesos de creación colectiva. Todas sus obras están construidas a partir de la indagación sobre los mecanismos de actuación y la dramaturgia grupal. A través de estas creaciones, Piel de Lava encontró un método propio en el que confluyen simultáneamente la actuación, la dramaturgia grupal y la dirección teatral.

«Todo lo pensamos colectivamente, hay una horizontalidad y para todas es un lugar de laboratorio, donde tomamos determinados riesgos que en otros lugares no asumimos», comenta Pilar Gamboa rompiendo el hielo. Tienen un lenguaje y un humor compartido y todas las opiniones se expresan con convicción. Entre las diferencias y las coincidencias encuentran el camino de lo que terminan siendo sus obras.

«Trabajamos de manera caótica, hablamos todas al mismo tiempo, pero así se va dando el entendimiento. Nos unió una voluntad de creación, no sólo queríamos ser actrices, apostamos por hacernos cargo de todo lo que tiene que ver con lo teatral», comenta Laura Paredes y agrega: «Dudamos de la premisa aquella que trabajar en grupo es difícil, ¿más difícil que qué? No creo que sea difícil, tenés que encontrar gente que sepa complementarse y escuchar».

Valeria Correa recuerda que hace diez años la pregunta hacía referencia al hecho de trabajar entre mujeres y la supuesta dificultad que eso conlleva: «Por suerte ahora no es cuestión de género, pero la respuesta es la misma, porque nos sentimos cómodas y motivadas, y entendemos que lo grupal siempre es mejor que lo individual, sea lo que sea que encares». Además, Correa recuerda que al conocerse, en grupos heterogéneos de formación, sintieron una empatía entre ellas sobre el quehacer teatral y la necesidad de animarse a probar cosas nuevas.

La autogestión fue algo que siempre tuvieron como norte y ese fue el germen que las llevó a volverse multifunción (todas actúan, escriben y dirigen) y a forjar una amistad a lo largo del proceso. «El deseo constante nos llevó a rodar como un circo, dejando que el trabajo fluya», remarca Correa. Así los ejes temáticos fueron apareciendo y en cada caso de sus cinco obras juntas fue muy distinta la motivación. «Siempre tiene que ver con algo que nos pasa en ese momento. A la distancia te das cuenta, primero quisimos hablar de trabajos que no te gustan, luego apareció algo hacer una revolución infiltrándose en una banda de pop, un poco para hablar del miedo de ir a los casting e hicimos la segunda. Luego, en la tercera, hablamos de la religión y cómo afecta la vida aunque no quieras, y en la cuarta hicimos algo sobre la disolución del grupo porque nos pasaba eso. Petróleo tiene que ver con lo que sentimos que pasa ahora y entre todas armamos nuestra versión», comenta Carricajo.

«Siempre tenemos hipótesis o miradas sobre lo que queremos decir, pero luego el público termina de darle el significado. Eso es parte de lo que nos gusta, que cada uno vea lo que quiera en eso que nosotras mostramos», dice Correa.

«Petróleo está atravesada por este momento histórico que vivimos. Tiramos como idea hacer de hombres y pudimos armar un retrato de ese universo masculino que es el trabajo en la industria petrolera», comenta Carricajo. Paredes cree que el humor sutil y el hecho de ver mujeres haciendo de hombres es un gran atractivo para el público: «Más allá de las cuestiones de género que hoy son discutidas, creo que se construyó una empatía por no haber una tradición de este tipo de prácticas. Hay muchas obras con hombres haciendo de mujeres. Bueno aquí hay una al revés y eso gustó, parece».

Gamboa aclara que nunca quisieron caricaturizar y que Piel de Lava siempre pone la lupa en no parodiar los mundos que intentan describir. «Esa podría ser una regla general, en todo lo que hacemos», destaca. En este caso se ponen en juego parámetros sociales emparentados con el patriarcado y la actitud viril que supuestamente los trabajadores del petróleo deben tener durante su tarea y en un supuesto tiempo libre, pero sobre todo revisa cómo muchas veces el discurso estereotipado muestra cierta crueldad.

«Cuando uno actúa opina», dice Gamboa. «Siempre queremos humanizar a nuestros personajes por más que sean distintos, nunca los juzgamos, siempre son una herramienta para dejar una idea en el aire». Las Piel de Lava aseguran que siempre les gustó que haya en cada pieza como una muñeca rusa de sentidos, a partir de una incomodidad que se transforma en risa. Siempre, cuentan casi a coro, todo empieza con un ejercicio lúdico y en modo metafórico, nunca con una finalidad clara. «A veces uno está conectado y no te das cuenta. Hoy está más permitido reírse de la masculinidad y te sale una obra con esa deconstrucción. Pero nunca lo pensás antes porque si lo hicieras, seguro no funcionaría», concluye Carricajo.