Pareja en el escenario y en la vida real, este dúo se conoció en Londres y lo que los unió fue el gusto por canciones de muchos géneros sudamericanos con influencias afro: los ingredientes de la samba y la bossa nova, así como también el ritmo negro del candombe; y los detalles de la chacarera, zamba y milonga criolla, que los acercó y creó su manera particular de sentir el sonido.

“La música es un lenguaje universal, la experiencia de tocar en todo el mundo tanto en mí como en ella, que nació en Manila y también anduvo por todos lados, nos da la experiencia que todos pueden disfrutar de lo que el otro le da”, cuenta Caletti.

Cantan canciones en varios idiomas: portugués, español, inglés y filipino. Es que Caletti nació en Buenos Aires y recorrió festivales de todo el mundo, como el Montreux Jazz Festival y muchos más en Japón, nación que lo acogió con particular interés. Mishka, por su parte, es una reconocida cantante de jazz y música brasilera en la escena de Londres y Manila, por lo que adoptó ese estilo a través de los años de experiencia. “Nuestro laburo está basado en la textura de las voces y la guitarra. Nos gusta revalorizar sonidos y silencios del mismo modo.  Hacemos canciones simples y sensibles  de música de sudamericana”, dice Caletti.

“Nos gusta que haya aire entre palabras y entre las notas, esa simpleza es lo que nos unió en el camino de la música. La verdad que nos gusta tocar en este tipo de lugares como la Usina, no sólo por su belleza sino porque deja sentir detalles en los arreglos que son clave para transmitir los sentimientos que queremos y que tienen estos estilos”.

Las canciones de su autoría hablan de la condición humana y entrelazan influencias. “Ella y yo somos de lugares muy lejanos, pero nos cruzamos. Lo brasilero fue lo primero, pero luego fuimos  abriendo el abanico y teniendo un eje que va más allá del disfrute de hacer música, sino de esos puentes a los que aludimos en el título del disco, que también juntan personas”.

Para Caletti la música siempre partió a partir del gusto por la canción como género en sí mismo. Dice: “Creo que la fuerza que puede tomar una letra aliada con un sonido es algo poderoso, sin importar de lo que quieras hablar. Creo que hay  una química natural que se da sola, y eso tiene que ver con el que escucha. A mí siempre me pasó que al escuchar algo que le pasaba al otro, en una canción, me sentía menos solo. No me pasa a mí solo te dice la canción, y eso buscamos nosotros, transmitir que a todos en definitiva nos pasa cosas similares. Participar de una sensación nos hace vivir mejor porque las canciones nos muestra como siente el de al lado y eso catártico”.

Tocar afuera le dio mucha experiencia y vivencias nutritivas para su labor. “Es interesante tocar lenguajes diferentes para gente diferente. Acá te une la cercanía, pero en otro país hay más sorpresa y el disfrute es diferente, como probar un sabor nuevo. Ojo, en lugares como Japón, que fui mucho, todo el que se acerca es porque conoce. Ellos investigan y se acercan buscando lo que vos tenés para ofrecer. No se acercan por casualidad”, dice.

Pero aclara que de todas maneras le gusta más tocar para su gente: “La  comprensión es más total, la sorpresa es linda, y que reconozca lo lindo de tus raíces o de tu región es un halago, pero la fuerza para tu gente es algo especial”, reflexiona Caletti.


¿Cuándo?

Puentes invisibles.  Canciones de Beto Caletti y Mishka Adams. Sábado 16 de marzo a las 20 en la Sala de Cámara de la Usina del Arte (Caffarena 1, esq. Pedro de Mendoza).