Un documental ficcionado que cuenta los días de un puñado de habitantes de Lampedusa, isla cercana a Sicilia y una de las principales entradas de la migración africana hacia Europa. Correcta y por momentos pacata, la película se cuenta a través de dos historias en paralelo: la de Samuele, un chico originario, y Pietro, el médico que lo atiende por un problema en el ojo y que es el que mantiene contacto directo con los refugiados y sus temas de salud, una de las principales preocupaciones de las autoridades europeas: las condiciones en las que llegan los migrantes son caldo de cultivo para desatar cualquier epidemia.
Rosi, que trabaja sin equipo técnico, es tan técnicamente impecable como asociado al lugar común que, antes de intentar entender un fenómeno, lo mira con un exceso de respeto, que sólo esconde la idea de superioridad. Claro que son los africanos los que intentan entrar en Europa y no a la inversa, pero eso no impide que se pueda (y se deba, en lo que hace a la búsqueda de la honestidad intelectual), asociar la desesperación africana con la opulencia que supo conseguir durante un muy buen tiempo Europa. Y eso, más allá de la historia de saqueo y colonialismo.
Pero sin duda lo más osado y, visto desde esta parte del mundo, lo más molesto, es mostrar a las partes como víctimas por igual de un mismo fenómeno; como si fuera una catástrofe natural y no una con alta incidencia humana. Y no sólo no hay tal igualdad, sino que la Sicilia y el sur de Italia en general fueron históricamente grandes olvidados del centralismo y el bienestar europeo. Se vienen a acordar ahora de nosotros, podría decir sin remilgos un Diego Maradona.
El resto es historia bastante conocida para el espectador más o menos avezado e informado en los problemas de migración de mundo, que como muestra la representación de refugiados en Río 2016 se trata de fenómeno que llegó para quedarse (se calcula que hay 60 millones en todo el mundo y que en algunos campos ya hay una generación nacida y criada): algo de canto para espantar los espectros que azoran las almas de los africanos, mucho de situación médica y otro poco barcos detenidos y remolcados en altamar.
Ganadora del Oso de Oro (mejor largometraje) en Berlín 2016 y con cuatro David di Donatello 2015 (incluyendo mejor película y director del premio máximo de Italia), el film representa la mirada de la Europa que dice: más no podemos hacer; como si el problema fuera estrictamente humanitario, tratando así, una vez más, a los africanos como seres inexplicables a los que por el propio bien (europeo) es mejor dejar a su suerte.
Fuego en el mar (Fuocoammare. Italia-Francia/2016). Dirección: Gianfranco Rosi. Guión: Gianfranco Rosi y Carla Cattani. 108 min.