«El plan es hacer una secuela que salga en el 40 aniversario de la película original”, dijo Rob Reiner y no, el mundo no se paró, pero a muchos los hizo temblar. No de miedo, claro, sino, acaso, de un sentimiento de vitalidad. Porque los hace recordar aquellos años ya lejanos, cuando This Is Spinal Tap, un falso documental sobre una falsa banda de rock, provocó una conmoción no buscada: no se trataba más que de un juego.
Pero vayamos por partes y agreguemos que el director dijo también que la motivación para hacer una secuela se debe a que quiere “honrar a la primera y llevarla un poco más allá”. Ese más allá, que no es el infinito, será una especie de auto tributo, por lo poco que se sabe hasta ahora de esta segunda parte del film original de 1984, y es que Reiner vuelve a dirigir y a interpretar al personaje de Marty DiBergi, el documentalista que sigue a la banda de rock Spinal Tap, autodefinida como la más heavy y ruidosa de Inglaterra, integrada por David St. Hubbins (Michael McKean), Derek Smalls (Harry Shearer) y Nigel Tufnel (Christopher Guest).
“Esperemos que haya algunos artistas invitados”, agregó el actor y director, aunque no se sabe si a modo de broma o de falsa información: todo alrededor de la banda y de la película que le dio origen está cubierto por ese aura, siguiendo el clima de época, quiso ironizar a las bandas de rock más populares del momento. Durante el anuncio, Reiner también bromeó acerca de la cantidad de veces que Sting le dijo que vio la película: más de 50, le habría confesado el líder de The Police. “Hay mucho de verdad en lo que Sting cuenta. Muchas bandas nos han compartido sus experiencias, y esperamos incluir algo de eso en la película”. El film original se basaba en un documental acerca de la gira de lanzamiento de Smell the Glove, el último álbum de Spinal Tap que, al gual que la banda, desde luego nunca existió. Pero el éxito comercial del film fue tal, que a raíz de eso Spinal Tap se formó profesionalmente, lanzó varios discos y los promocionó con respectivas giras.
A diferencia de la mayoría de los falsos documentales, rastreables casi desde los orígenes del cine, el de Reiner se emparenta con F de falso (Orson Welles, 1973): si en pleno ascenso de la decepción frente a los grandes relatos Welles intenta mostrar al espectador lo frágil de las creencias y las percepciones, de lo endeble que puede ser la ideología al exponerlo ante la acción de tres falsificadores, Reiner, una década después, enfrenta a ese público ya totalmente descreído a su propia capacidad de cinismo. Porque además de cargar a las bandas de rock en general y las del heavy metal en particular, This Is Spinal Tap también se burla de las mujeres (el film ironiza a una de las dueñas de la disquera, cuando le impide lanzar el disco que tienen grabado por su tapa sexista), de los negros, de los intelectuales y de los rockstars (en el final, cuando Reiner interroga a sus miembros sobre sus sueños y que habrían sido de no haberse dedicado al rock). Y lo llamativo es que los diálogos no tienen guión, son improvisaciones en indicaciones sobre el tiempo y las congruencias que debían guardar sus personajes.
Acaso en ese tono haya que buscar las razones para celebrar el 40 aniversario y no el 20 o el 30 (en principio, también más convenientes por las edades de todos los protagonistas): diez o veinte años atrás podría haber sido tanto políticamente incorrecto, como carente de toda gracia. Habrá que ver qué y cómo resulta en 2024.