Cuando Diego Maradona estuvo en Cuba encarando uno de sus tantos tratamientos de recuperación, lanzó una frase inolvidable que, como todo en la retórica maradoniana, logró la dimensión que sólo sus ocurrencias podían alcanzar. “Estoy más Solo que Kung Fu”, disparó el ídolo. Hoy la frase integra el catálogo de expresiones populares, y es otra de las demostraciones de lo que aquel programa de televisión significó en el imaginario nacional.

La serie que vio la luz en los Estados Unidos hace cincuenta años, en 1972, llegó a nuestro país un año después logrando picos de más de tres millones de espectadores en la pantalla de Canal 13, en especial cuando se trataba de capítulos dobles. Sistemáticamente atacada por los censores de entonces tuvo muchos días y horarios, pero sus fieles seguidores la transformaron en una serie exitosa.

Kung Fu era una novedad para el estilo de producciones que se hacían en aquellos años, tanto por la estética como por su contenido. Se destacaban, más allá de las escenas de acción, las moralejas que dejaba en cada capitulo, basadas en la filosofía del Tao Te Ching , tratando temas diversos como el coraje, la generosidad, el liderazgo, la armonía de la naturaleza, la agresividad, la ira y la venganza, así como el miedo, la piedad y la libertad. También el amor, en su gran variedad de manifestaciones.

Creada por Ed Spielman, la tira vióo la luz entre febrero de 1972 y marzo de 1975 por la cadena ABC, después de tres exitosas temporadas, y cuarenta guionistas que participaron de los 62 episodios (63, incluyendo el piloto). Las capítulos retratan la vida del monje shaolín Kwai Chang Caine, un fugitivo extranjero en éxodo permanente, perdido en un territorio como el del Oeste estadounidense a fines del siglo XIX, donde la violencia y la corrupción no eran infrecuentes, sino más bien todo lo contrario.

La producción se presentaba como una especie de spaghetti western mezclado con filosofía y artes marciales orientales, en la cual el protagonista iba resolviendo situaciones con sabiduría o, en caso de ser necesario, rudeza. Prófugo de la justicia en China, también buscaba a un medio hermano (ya que era hijo de una mujer china y de un norteamericano), algo que le deparaba líos con la ley de este lado del meridiano.

Kwai Chang Caine caminaba descalzo, sin más pertenencias que un morral cruzado (en el cual transportaba su flauta, alguna medicina y antiguas armas de combate de la china imperial) y una chaqueta desgastada combinada con un pantalón ajado por los kilómetros. El personaje marcó definitivamente la carrera del actor que lo encarnó: David Carradine, de familia de actores, que logró el papel cuando los directivos de la cadena televisiva rechazaron a Bruce Lee, quien había demostrado su talento con su papel del chofer Kato en la serie El avispón verde y en la mítica película Operación Dragón, ya que para los estándares xenófobos de la época resultaba demasiado oriental.

Así, el protagónico cayó sobre Carradine, quien fue responsable, a la larga, de que se terminara la producción. El actor admitió haber recibido más golpes de los que esperaba y su agotamiento por los largos rodajes y escenas de gran desgaste físico lo llevaron a renunciar, para tristeza de muchos de sus fanáticos. Pero nacía el mito.

En los  distintos episodios aparecieron numerosos invitados como William Shatner, Jodie Foster, Harrison Ford, Don Johnson, el cantautor José Feliciano y Leslie Nielsen, entre  tantos otros. También Pat Morita, que años más tarde se consagraría como  el Señor Miyagi de Karate Kid y Carl Weathers, que años más tarde sería Apollo Creed en Rocky, por nombrar algunas de las figuras que hicieron su aparición.

Carradine se fue del éxito pero quedó encasillado en el personaje, y a pesar de hacer otros roles luego nunca alcanzó el éxito que logró como el nómade de Oriente. Entonces no le quedó otro camino que intentar el regreso de aquel que le dio fama, y en 1986 realizó una película para televisión, de una hora y media, pero la idea no funcionó.

Hasta que en 1993 le ofrecieron hacer un spin-off llamado Kung fu: la leyenda continúa. Duró hasta 1997 y Carradine hacía del nieto de su histórico personaje. Encontraron las vueltas de tuerca necesarias para que pegue: tal como su ancestro, se trataba de un monje pero con un monasterio en el norte de California, donde enseñaba las saberes taoístas y la filosofía pacífica a un grupo de seguidores. No era lo mismo, pero consiguió durar cuatro temporadas, lo que no es poca cosa.

Al terminar esa serie, no se supo nada de David Carradine hasta que Quentin Tarantino  lo colocó de nuevo en el mapa, ya en el siglo XXI, gracias a Kill Bill, donde hizo de antagonista de Uma Thurman. Carradine -fallecido en 2009- nunca renegó igual de Kung fu y de hecho siempre festejó la empatía que generaba en los espectadores, porque la serie hablaba en definitiva de cuestiones morales intrínsecas de los seres humanos, con ecos de mitología que se filtraban entre los golpes, dejando un legado potente.

Una versión totalmente nueva llegó a HBO Max en 2021 de la mano de la actriz Olivia Liang, quien encarna a Nicky, una chica que abandona la universidad para viajar a China, recluirse en un monasterio y aprender los secretos de las artes marciales. Pero luego del asesinato de su maestro, Nicky vuelve a la ciudad en busca del responsable del crimen para vengarse. Es decir, todo lo inverso a la serie original que predicaba exactamente lo contrario, pero de alguna manera había que distanciarse de aquella. Ya hay dos temporadas y tiene confirmada una tercera.

Hoy, la serie original hace mucho que no es parte de la pantalla chica, salvo un intento de la señal de cable Retro de usarla como comodín allá por 2005. Pero la marca del Dragón, el camino del Tigre, el rebote del pequeño saltamontes nunca descarta regresar, ni pierde vigencia. Porque el camino se hace al andar, o más bien, como diría Kwai Chang Caine: “cada uno debe vivir su vida como su destino disponga”.