En 2001 Odisea Espacial, Isaac Asimov sugiere que el homo sapiens comenzó su camino hacia convertirse en humano cuando sintió la primera insatisfacción con su vida. Algo de eso pudo estar en el origen de la Compañía La Mujer Mutante. “Nuestra compañía tiene una marca como muy filosófica”, dice con satisfacción Juan Coulasso, creador junto a Victoria Roland de dicho colectivo, en 2015. “Detrás de cada obra que hacemos escribimos como un manifiesto”.

Así, en 2017 pusieron en marcha la Trilogía Mutante que tuvo su presentación con El mundo es más fuerte que yo, que todavía está en cartel. “Es una obra que pone en disputa, en conflicto, las convenciones más puras y duras del teatro. Se pregunta sobre cuál es el valor de las convenciones del teatro hoy. Es menos universal, porque atraviesa a los teatristas, y se puede definir como más de cámara. Nació en una época en la que con Victoria estábamos muy cansados de ciertas cosas y teníamos ganas de romper o jugar a desafiarlas. Y de hecho eso sucede en la obra. Todos los textos tienen que ver con la materialidad del teatro, con el fenómeno, el acontecimiento teatral y se ponen en riesgo todo el tiempo, en una operación con la gente”.

Siguiendo a Asimov (aunque él ni lo sugiera), podemos pensar que el gran éxito de esa primera pieza no fue suficiente. Entonces, la segunda entrega de la trilogía tenía que tener un toque particular. Pero a partir de la historia que la compañía guarda con el barrio de la Chacarita, donde nació Roseti, el espacio que fundó el colectivo (hoy, en el Abasto) y que es el epicentro de diversas experiencias, la nueva obra tuvo características particulares: “Queríamos que estuviera dentro de los márgenes del barrio. Y recorriendo el barrio, lo más contundente en términos culturales era el cementerio: es más, la mitad del barrio es el cementerio”

Una obra más real que la del mundo surgió en el marco del Fiba y la Bienal de Arte Joven, dos festivales del Gobierno de la Ciudad. “Uno va a los cementerios a despedir a alguien. Y eso siempre es un enigma muy grande. La gran pregunta que nos hacíamos era si era posible ir al lugar donde descansa la historia de la ciudad, no a despedir o a visitar a los que se se fueron, sino recorrerlo a partir de la historia de la memoria del espacio, que es la memoria de la ciudad. Y la experiencia terminó siendo muy luminosa, contrariamente a lo que se podía pensar. Incluso despertó un interés que nosotros no imaginamos, pensamos que iba a tener un desarrollo chiquito y al final fue más grande de lo que imaginábamos. No hay muchas propuestas que te permitan visitar ese espacio con marco de contención, y además con una experiencia que te cuenta toda la historia”.

En la obra, quiene participan -que comúnmente son conocidos como “el público”- se interiorizan sobre el origen del cementerio, surgido al calor de la tragedia de la fiebre amarilla y la lucha de clases: ante la proliferación de cuerpos a enterrar producto de la pandemia, en Recoleta no dejaron enterrar a los pobres, así que las autoridades buscaron un terreno no inundable donde hacer otro cementerio, y el sitio ideal era Chacarita. En una lectura acaso tan existencial como clasista, Una obra más real que la del mundo tiene su puesta en escena en el Gran Panteón del Cementerio de Chacarita, diseñado por la arquitecta Itala Fulvia Villa, que se comenzó a construir poco después de que las mujeres de la mano de Evita consiguieron el voto femenino.

“Es también el primer ensayo mundial de arquitectura moderna aplicada a un ámbito funerario de tal dimensión”, agrega Coulasso. “La historia de Itala Fulvia es la más importante que se cuenta en la obra. Aparece encarnada como personaje y es uno de los momentos más inquietantes, porque realmente se trata de una obra arquitectónica descomunal. Y se te aparece ella y te cuenta su historia. Y fue muy fuerte, porque nosotros la pusimos en 2019 y después vino la pandemia, que enfrentó a la humanidad a la situación de finitud. Diría que esta obra es una reflexión acerca de cómo la sociedad contemporánea enfrenta a la muerte. Una reflexión existencial, material y concreta”.

El año que viene el colectivo estrenará un documental sobre Itala Fulvia Villa, al tiempo que prepara la puesta en escena de la tercera obra de la trilogía, Algunas notas para inventar otros mundos, la última creación completará la idea de que las piezas que hacen a la trilogía se den en simultáneo en 2022. “Se trata de nuestra obra más futurista, y tiene que ver con la pandemia. La creamos cuando no podíamos estar cerca y como producto de esos dos años tan distópicos que vivió la humanidad. Tiene que ver con la manera en que nos configuramos y narramos a nuestros mismos.” También en un espacio exterior, Algunas notas para inventar otros mundos se trata de una caminata que se hace en Ciudad Universitaria, pero que empieza en Retiro, donde cuatro grupos comandados por cuatro artistas del colectivo “se ponen unos audios, se toman un tren y llegan a Ciudad, para empezar a recorrerla cuando está vacía; es algo que hacíamos nosotros durante la pandemia, y la sensación era la de estar en el fin del mundo.” Definida por Coulasso como “obra de ciencia ficción”, busca transmitir que “en un futuro máquinas, naturaleza y humanos estaremos cruzados en una misma cosa, y si no nos escuchamos y hacemos contacto de agluna manera, no hay futuro posible para esta humanidad”.

El cuerpo en el escenario y como representación, el cuerpo como desintegración que con su estela construye en los que quedan el recuerdo, y una historia a ser contada; el cuerpo sólo posible a partir de ser reconocido por un otro. “Sin un otro que lo reconozca no hay cuerpo”, dice. La insatisfacción que hoy corroe las vidas también ha dado origen a una trilogía. Nada mal.

Una obra más real que la del mundo
Sábados de octubre y noviembre a las 14.15, en el portón de entrada del cementerio de Chacarita, avenida Guzmán 680. Únicamente con reserva previa hasta el viernes anterior a cada función, a través del link www.eventbrite.com.ar/e/una-obra-mas-real-que-la-del-mundo-tickets-422861549277.