“Sí me divertí. Ese era un poco mi objetivo”, define el gran actor Joaquín Furriel su protagónico junto a la China Suárez en El duelo, la película de Disney que se estrena en salas el próximo 12 de octubre. “No es que no me divierta haciendo lo que hago -especifica y amplía el juego, como ante cada pregunta-, pero venía especializándome en personajes con mucha complejidad: psicológico, emocional, thriller. Me divierto mucho haciendo esos personajes, por algo los elijo tanto: personajes solitarios, complejos. Y un poco el objetivo con El duelo cuando leí el guión fue ese: cómo me iba a sentir en una película de Disney, que nunca había hecho. Con la China estando ahí, escapando de uno que nos quiere matar, pero en el contexto de una película de aventuras. Y me divertí. Y lo que percibí es que en este tipo de películas se arma mucho en el presente, en el momento en que estás filmando porque depende mucho de lo que pasa, en este caso, con tu compañera, en ese ir y venir. Y algo pasó ahí.”

La película es un buen producto, que puede considerarse prácticamente un estándar para Disney, pero ese algo que pasó ahí entre la dupla protagónica se nota, y es sin duda el mayor mérito de la película: una actriz y un actor que acuden a su oficio y la practicidad de quienes hacen las cosas siempre con toda su seriedad porque no lo pueden hacer de otra manera, pero sin dejar dimensionar de qué se trata cada obra. En otras palabras, no es lo mismo Hamlet que El duelo.


-¿Es la obra más liviana que hiciste?

-Creo que sí. Es donde más liviano estoy. Porque inclusive en Sos mi hombre, que yo hacía un boxeador con Lamothe, una dupla con la que era muy efectiva a nivel humor, el personaje era pesado, tenía un humor heavy. Esto es blanco.

Furriel y la China Suárez.

Para eso fue importante que el Ernesto de Furriel mantuviera su tono naif de principio a fin. “Una de las cosas que hablamos mucho con el director -porque en el guión en algún momento había una transformación del personaje- era que para mí estaba bueno que él siga quedando en ese lugar. Me gustaba invertir la cultura de que el macho es el que resuelve todo. Interpretativamente me parecía más atractivo estar asustado, confiar en ella en todo porque él no puede hacer nada. Me parecía buena esa inversión de roles a los que estamos acostumbrados a ver. Y además la China tiene un carácter que le imprimió al personaje, que le venía muy bien: cuando ella me decía ‘bajate’ y me apuntaba con la pistola, le creía y le decía ‘¡sí, sí, sí!’ (risas).” Y también le servía para otros menesteres más personales, que más de una vez, con la pompa que claman estos tiempos, suele venderse como desafío. “Yo me tenía que enfrentar de alguna manera a mis propios prejuicios y a mi propia subjetividad. Porque no es un tipo de proyecto que suelo hacer, no me meto ahí, son proyectos que en general dejo pasar. Pero me sedujo la combinación de Disney, apto para todo público y película de aventuras. No sé cuántas veces en la vida iba a tener la posibilidad de hacer algo así. Ahí dije: bueno, lo hago ahora, sino no lo voy a hacer nunca más. Porque pasa el tiempo y los personajes cuantos más años tenés, como la vida misma, más complicaciones tienen. Te diría que la maduración de este personaje es la de un pibe de 30 años. O como mínimo 15 años menor que yo, y yo ya tengo casi 50.”

En la mira de los asesinos.

Es, a no dudarlo, un personaje que más allá de que representa menos edad que quien lo encarna, alguien que pertenece a un mundo que Furriel no vivió. “Parece un millennial más que nada por el hecho de ver el mundo como un lugar peligroso:  salir de la casa es un ámbito peligroso. Eso es muy adolescente, infantil te diría: un hombrecito gris asustado. Y para mí había algo ahí, que dije: ‘¿y por qué no?’”

Si bien viene de las últimas temporadas de El jardín de bronce y El reino, entre otras, Ella en mi cabeza fue leída como una incursión de lleno de Furriel en la comedia, un terreno en el que no había incursionado decididamente, algo que, cree el periodista, esta película viene a corroborar. “Hablando un día con (Rubén) Szuchmacher, el director de Hamlet, me dijo: ‘después de Hamlet tenés que salir a tomar helado, un helado de limón tomate’ (risas). Me gustó la metáfora: no podía volver a meterme en otra obra como Hamlet porque estaba pasando un duelo que no tuve punto, y es tremendo (NdR: la obra no pudo dar sus últimas funciones por la cuarentena que impuso la pandemia). La obra quedó en puntos suspensivos. De hecho sigo pensando en ver si alguna vez podemos juntarnos todo el elenco para hacer una lectura, para tener una última experiencia. Lo he hablado con el (Teatro) San Martín inclusive para hacerla en la misma sala, todo el elenco, como un teatro semi montado, y leerla simplemente por el hecho de que no tuvimos la oportunidad de despedirnos de la obra. De hecho Polonio ya no está, falleció (Claudio) Da Passano. Después Ella en mi cabeza no resultó ser un helado de limón porque Javier Daulte me pegó un palo, fue durísima la obra para mí, te digo que quedaba de cama. Una hora y cuarto que era palo, palo y palo por la corporalidad que le imprime Javier a sus puestas. Fue lo que pude hacer para moverme de algo que me había quedado trabado.”

En una de las múltiples entrevistas promocionales de El reino 2 (en marzo pasado), Furriel, prácticamente fuera de protocolo (y de pregunta) y con gesto circunspecto, dice: “Yo no sé quién le habla a la cantidad de gente que está silenciada y la está pasando tan mal en este país”. Pocas horas después de que el candidato más votado en las PASO, Javier Milei, reivindicara lo hecho por las Fuerzas Armadas durante la dictadura 1976-83 y desconociera el fallo del Juicio a las Juntas de 1985 que estableció el diseño y ejecución de un plan criminal diciendo que “fue una guerra”, Furriel reflexiona: “Cuando veo la televisión, que es uno de los comunicadores más fuertes que seguimos teniendo en temas políticos, percibo primero que es muy porteñocentrista. O sea, no refleja la realidad de todo nuestro país, que es muy diversa. Pero sí hay una autoridad de parte de quienes están hablando de que la Argentina somos ellos o ellas. Hay muchas personas que están invisibilizadas, y cuando en el contexto de estos programas veo que se visibilizan, no termino de entender quién tiene la posibilidad de hablar de ellos, porque la gente que está cercana a ellos o que viene de ahí mismo, en la tele prácticamente no están o no hablan. Es como si te dijeran en la India los intocables (o parias, de acuerdo a diversas fuentes: son los que no tienen casta en el sistema de división social de ese país, y realizan los peores trabajos). Nosotros tenemos un porcentaje muy alto de intocables, que es la marginalidad. Que de alguna manera a la clase media nos molesta ver, y de un tiempo a esta parte empezamos a ver que estamos como enemistados, que hay una especie de enemigo ahí latente. También por el miedo que tiene la misma clase media de seguir descendiendo socialmente, porque cada vez la está pasando peor y se están perdiendo referentes que siempre tuvo como el ascenso social o el estudio. La pobreza en muchos medios de comunicación son estadísticas, que tienen que estar, pero se habla con mucha frivolidad de los pobres porque ni se los conoce. Yo mismo si me pusiera a hablar de la pobreza que conocí cuando me crié en el conurbano no es la de hoy. Me acuerdo ya que cuando estaba haciendo Hamlet percibía que algo que parecía distópico podía no serlo. Y viendo cómo fueron las últimas elecciones lamentablemente la distopía la tenemos como parte de la realidad. Hay muchos discursos que antes eran distópicos y ahora están instalados en la agenda política de todos los dirigentes. Es agotador porque hay muchas generaciones que lo dieron todo para que haya un poco más de equidad. Es muy triste ver cómo quieren instalar el negacionismo, que volvemos a discutir por la cantidad exacta de desaparecidos, que muchos crean que el Estado es lo peor que le puede pasar a una persona. Te diría que hay una campaña muy feroz para seguir invisibilizando, no solamente gente sino también opinión.”  «

El duelo

Dirección: Augusto Tejada. Con: María Eugenia Suárez, Joaquín Furriel. Guión: Luciano Leyrado, Agustín Rolandelli. Estreno: 12 de octubre. En cines.



Cultura, tradición y la rueda del hámster

“Empezamos a tener una edad cultural como país. Que yo pueda hablar de Alfredo (Alcón) y tenerlo presente es una manera de acercarlo a las nuevas generaciones. Eso se llama tradición. Y cada vez que puedo trato de compartir con gente de diferentes generaciones lo que significaba Alfredo como actor. Hoy veo chicos de veintitantos, influencers que están desesperados por pegarla permanentemente. Y cada vez a algunos también los veo más perdidos, hablando de sus ataques de pánico, sus brotes de angustia, de ansiedad sobre todo. Creo que es un buen momento para los que tuvimos la sanidad de aprender de otra manera las cosas para poder dialogar con ellos, para que no se coman la curva de la ansiedad de estos tiempos. Y del exitismo. Hubo un sistema muy bien pensado para liquidar las posibilidades creativas e intelectuales de las personas. Pero no lo pueden ver porque están dentro de sus teléfonos que les destruyeron su identidad. Y están ahí algunos haciendo el pavo, algunos más que otros para tratar de sobrevivir en una especie de rueda de hámster pero sin darse cuenta de que están en la rueda del hámster. Che, correte, mirá la rueda, entendela y después metete si querés. Ese pensamiento crítico no lo tiene prácticamente ninguno cuando los escucho. Y en un momento en la rueda del hámster te empezás a cansar, te empezás a caer y los golpes son más duros y en algún momento no vas a poder correr más: la edad pasa, los tiempos pasan y los cambios culturales son cada vez más rápidos», reflexiona el actor.

Furriel en su laberinto.