En el último tiempo, Jimena Barón estuvo en el centro del debate sobre la posibilidad de que las mujeres elijan exhibir sus cuerpos, trabajarlos y modelarlos como una forma de empoderamiento. Habiendo hecho un gran salto en su carrera sumándose a la ola de “música anti-patriarcal”, hace una semana lanzó un nuevo video, una suerte de parodia crítica a la objetualización de la mujer.
La gente está incómoda con los cuerpos que no son para consumo masculino. Eso es un hecho. Estamos acostumbrados a ver mujeres flacas, jóvenes, esbeltas y con curvas, en los programas de Tv, en comerciales y vía pública. Cuerpos que son disciplinados, censurados e intervenidos siguiendo los cánones de belleza hegemónicos. Y el cuerpo de Jimena Barón cumple con todos los checks.
De este modo, los cuerpos editados para el consumo son reducidos al estatus de objeto. Cuerpos-objeto expuestos a un efecto de sinécdoque donde el culo o las tetas parecen representar todo lo que una mujer es. Cuerpos-objeto que están sujetos a la crítica y al debate públicos, donde todos podemos opinar imponiendo “estándares de calidad”. Cuerpos-objeto susceptibles de atribución, apropiación, y maltrato.
Jimena Barón viene tomando una posición sobre este tema desde que se abocó a su carrera musical. El año pasado lanzó QLO, un himno contra la objetualización de la mujer, donde se muestran personas de distintas edades, con cuerpos y culos de todas las variedades. Y la semana pasada salió el video de “Se acabó”, que parece ser una secuela de QLO, en el que ironiza sobre la objetualización del cuerpo de la mujer mostrando hombres con pollera meneando al mejor estilo de “Pasión tropical”.
“Se acabó” pretende poner en evidencia la cosificación de la mujer, traspolando sus códigos a los cuerpos de los hombres. En este sentido, creo que el video es síntoma de una época en la que el feminismo se está haciendo escuchar. Pero lo que me parece más interesante es cómo el video logra poner en acto el supuesto “machismo al revés” al que todavía aluden quienes resisten al feminismo, evidenciando cuán lejos queda esa malinterpretación de las demandas que erigen hoy los movimientos de lucha por los derechos de las mujeres y la diversidad.
Ahora bien, entre todos los culos del plantel de bailarines, aparece J mena (su nombre artístico) mostrando su ya reconocido culo escultural. Y acá es donde se reactualiza el debate que en enero de este año planteó Julia Mengolini. Qué pasa cuando mostramos un cuerpo que cumple con los cánones de belleza?Un cuerpo que está moldeado en el gimnasio, con el abdomen chato y la piel tiesa?Acaso estamos reproduciendo y solidificando las mismas normas que nos oprimen?En definitiva, cada vez que Jimena Barón expone su cuerpo, está contribuyendo a la cosificación de las mujeres? Lejos de recaer en un debate abierto sobre el cuerpo de Jimena Barón, tomándolo como si fuera objeto de opinión pública, me interesa plantear el problema de fondo en torno a lo que comunica la exposición de los cuerpos que se ajustan perfectamente a la norma, incluso más allá de la propia intencionalidad de quien lo expone.
No es un problema de libertad de expresión. Está claro que todes podemos mostrar lo que queremos y cómo queremos. Tampoco me parece que ser más libre o estar empoderada signifique necesariamente no ir al gimnasio. Pero si bien es cierto que una de las cosas que busca el feminismo es que todes podamos elegir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, esto no quiere decir que toda elección sea inherentemente feminista. Porque cuando una ejerce la libertad de mostrar un cuerpo perfectamente adaptado a los cánones de belleza impuestos, automáticamente se convierte en una herramienta de disciplinamiento para los otros cuerpos. Y en ese caso, la libertad de elección resulta funcional al patriarcado.
Vivimos en una cultura que nos exige estar desnudas, sexualizadas y objetualizadas. Por eso cuando elegimos libremente exhibir nuestros cuerpos totalmente ajustados a la norma, estamos ejerciendo una forma liberal de la libertad que lejos de desafiar o provocar los estereotipos hegemónicos, los solidifica y los reproduce.
En definitiva, si sólo mostramos cuerpos que se ajustan a la norma, sin dar lugar a la diversidad, estamos perpetuando la norma que indica que unos cuerpos importan más que otros y que, por lo tanto, unos tienen acceso a una vida digna mientras que otros son cosificados y expuestos a la sexualización, la violencia y la muerte. Y en eso no hay nada de revolucionario ni feminista.
* Doctora en Ciencias Sociales (UBA), especialista en Estudios de Género. Trabajó en Investigación en el Conicet. Realiza consultoría de marcas con perspectiva de género.