“Uno se prepara todos los días para después de hacer una música que no podés controlar: una música que hay que dejar que fluya”, define el saxofonista de jazz Darío Dolci, más conocido como Dolchi, a “la contradicción” de prepararse para “no estar preparado”, esto es, de prepararse para improvisar. Este jueves, en Panda Rojo Espacio Cultural, el músico será parte del Concierto Libre Improvisación junto a los guitarristas Osvaldo La Porta y Jorge Mancini, además de Germán Jeselsohn en contrabajo. “Obviamente que hay un espacio de contención y confianza con quienes toco y conozco”, acota Dolci, que ejecuta el saxo tenor y que ha sido parte de diversas agrupaciones de jazz fusión, latin jazz, free jazz y jazz rock, entre otras, y que además cuenta con varios discos en haber, entre los últimos, Frilove y Abstract. “Pero lo bueno es cuando uno termina de dar una función y dice: entregué y di todo: no importa el formato del espectáculo. Eso se siente como un vacío. Y eso es lo más maravilloso que uno busca, más allá del resultado.”

Por eso Dolci habla de improvisaciones libres. “Separo la música improvisada de la libre improvisación. El jueves, será un cuarteto con algunos músicos con quienes ya he tocado en otro momento. Pero esta formación -si se quiere atípica: un contrabajo, dos guitarras y saxo tenor, en un contexto muy acústico- es una formación que empieza y termina el 27, dentro lo que se llama el estilo de la improvisación libre, o libre improvisación. ¿Qué vamos a tocar? No sabemos. ¿Qué va a suceder? No sabemos. ¿Cuál será el resultado? Tampoco. Pero este tipo de estilo nos lleva a estar muy atentos, vigilantes y con mucha escucha. No hay papel escrito, ningún punto de partida -aunque se puede plantear algún inicio- y no sabemos adónde vamos a llegar ni cuánto va a durar.”

Así, el show que preparan para este jueves se diferencia de esa otra improvisación, que “está pautada y puede estar en cualquier estilo musical, del folclore al rock, donde no hay una progresión de acordes, por ejemplo, sobre los cuales improvisar. Acá no hay absolutamente nada”, enfatiza para marcar la diferencia. “Hablamos más de sonido, de timbres; a veces de música entroncada con la música ruidista. Y sobre todo, cada uno desde su instrumento trata de ir por fuera del registro o del uso normal, tanto de la guitarra como del contrabajo, como en este caso, del saxo. Es decir, cualquier sonido nos sirve y forma parte de lo que va a suceder”.

El ejemplo futbolístico le cae como anillo al dedo a este peronista -tiene una gran versión en saxo de “La Marcha”- e hincha de Racing (“estoy de capa caída”, admite). “No es que piense, de cara a un show, ‘¡uy, ahora van a ver mis efectos, mis fuegos artificiales! No, todo lo contrario: trato de limpiarme absolutamente, de que el instrumento esté al servicio de lo que vaya a suceder, que va a ser la música. Osea, no es que el contrabajo -en un esquema tradicional, hablando de fútbol-, va a jugar de 6 y no va hacer goles, acá hay una horizontalidad, y la riqueza a veces está en que vas a tocar con instrumentos que, a lo mejor, en una formación tradicional, quizás no pueden estar”. Y sigue: “Vos sos bueno en el piano, vos en la guitarra, vos en el contrabajo, yo en el saxo y nos juntamos para jugar a algo. Allá por los ‘70 o ‘60, ha habido experimentos que incluso se han hecho con personas que jamás han tocado un instrumento. Yo, como músico, dentro de este estilo, todos los días me preparo, y practico, trabajando mi instrumento, tratando de encontrarle la mayor cantidad de posibilidades”. En esa línea, el saxofonista aclara que, en su caso, todos los días se prepara “para que después haya sorpresas”.

Dolci, además, es docente. “Cuando doy clases, con mis alumnos trabajamos desde el aspecto formal. Es decir, desde la forma, para que, el que quiera irse de la forma, primero trabaje ese continente”. Y aclara que “al mayor porcentaje de mis alumnos les interesa más otro tipo de música, y me parece fantástico, porque yo trato de guiarlos para que toquen cada día mejor el instrumento, pero para nada condicionarlos: me parece que todas las músicas son muy buenas”.

El domingo 30 de octubre habrá un encuentro parecido en la propuesta, aunque con ciertas distinciones. Será en el Espacio Cultural del Sur, donde tendrá lugar el Episodio 7 del Inesperado Ciclo. “Ahí va a haber un percusionista al que le gusta la palabra ‘objetos sonoros’, porque a lo mejor se viene con un tacho o plásticos y genera un ambiente, un clima, y eso forma parte también del vasto rango que hay con respecto a la palabra música.”

Pese a que no vio a Björk en Bailarina en la oscuridad, el musical de Lars Von Trier en el que el personaje de la islandesa, trabajando en una fábrica, improvisaba números musicales a partir del sonido que hacían las máquinas, Dolci surgió en la vida artística como actor. “No, no tuve ninguna herencia musical -dice sobre su principal inclinación artística de hoy-. En esa época estaba en un grupo de teatro todo el día, 24 horas, en un grupo de investigación que prescindía de la palabra, muy corporal. Y quería un instrumento, el saxo me encantaba, aunque no tenía ninguna aptitud. Pero sí tenía mucha actitud. Y por el ‘85 tuve la posibilidad de comprar uno; lo compré por la forma, no sabía ni cómo se soplaba; después encontré un profesor. Y después de tantos años donde lo principal tenía que ver con lo teatral, el instrumento fue ganándome, de a poco. Nunca pensé que iba a terminar así.”



Darío Dolci
Se presenta en el Concierto Libre Improvisación. El saxofonista actuará junto a Osvaldo La Porta (guitarra), Jorge Mancini (guitarra) y Germán Jeselsohn (contrabajo) el jueves 27 octubre, a las 20, en Panda Rojo Espacio Cultural, Sarmiento 3096, CABA. A la Gorra.