Su nombre no tiene el cartel de las grandes estrellas, pero funciona casi como un código para melómanos y curiosos. Javier Limón es un compositor, productor y guitarrista español que fue partícipe necesario de discos monumentales. Produjo artistas tan diversos como Paco de Lucía, Wynton Marsalis, Joe Lovano, Caetano Veloso, Joaquín Sabina, Juan Luis Guerra, Joan Manuel Serrat, Alicia Keys, Chucho Valdés, Jorge Drexler, Andrés Calamaro, Fito Páez, Buika, y Diego El Cigala, entre muchos otros.
Sus credenciales aseguran que sus trabajos obtuvieron diez Grammy y más de veinte discos de oro y platino. En cine le puso sonido a films de Fernando Trueba, David Trueba y Pedro Almodóvar, y saca sus propios discos con su sello Casa Limón. Hoy está instalado en Boston, pero rara vez deja de viajar. “La música habla mucho de los lugares, como lo hacen la gastronomía, el clima o los paisajes. La tradición musical es algo importante y cada uno le da un valor, para mí explorar eso es un gusto y una obsesión. Encontrar eso especial, un sonido, una palabra, es algo muy satisfactorio, porque lo haces por ti pero también para otros”, detalla a Tiempo por vía telefónica.
“Intento que cada proyecto tenga un concepto. Ya cometí el error de hacer discos abiertos, pero es como ir a comer y pedir todo lo de la carta: mejor decidirse por algo. Si es algo propio, mejor”, asegura. «Para mí la calidad es básica y no es algo subjetivo. No todo es discutible. Si tomas un trozo de madera y ves el peso, la porosidad, el brillo, el volumen, eso no es discutible. «En mi opinión pesa tres kilos», dice uno, pues no, no es algo que se pueda decir, las cosas son lo que son, pesa dos y listo, no hay lugar a polémicas. Por eso en la música si se está a ritmo, afinado, armónicamente correcto, bien escrito y es original: listo, es por ahí. Inclusive si desafina como Bob Dylan o se va de ritmo como Leonard Cohen, porque compensan con su personalidad».
Las características principales en la carrera de Javier Limón son la versatilidad en las diferentes tareas que ha asumido y la diversidad tanto en los países y culturas como en los estilos en los que se fue metiendo. Tocó en Grecia, Portugal, India, Turquía, Israel, Holanda y casi todos los países de Latinoamérica.
“Hay una imagen de Latinoamérica en el mundo anglo que está totalmente errada. Se cree que es todo reguetón. Eso me da rabia porque el sonido más sofisticado y exquisito del planeta viene de ahí: Piazzolla, Caetano Veloso, Gardel, Tom Jobim, Chico Buarque, Rubén Blades y tantos otros. Todas personas que enseñan la clase que tienen los latinos para transmitir sentimientos musicalmente. No hay nada tan complejo como la rumba afrocubana, no hay nada más exquisito que la bossa nova o nada tan emocional como el tango. Todo mi respeto para los demás continentes, pero en Latinoamérica lo tienes todo: lo africano, lo mediterráneo, el medio oriente, una cantidad de matices y detalles interminables”, asegura.
Limón mantiene una relación especial con la Argentina. “Tengo una atracción natural por vuestra música Tengo muchos amigos allí, luego de ir tantas veces desde hace más de 20 años: Luis Salinas, Juanjo Domínguez, Fito y Calamaro, entre otros. Junto a Paco de Lucia, Bebo Valdés y Enrique (Morente) fueron y son los artistas que están más identificados con mi visión de la música”, explica Limón.
El músico y productor también es docente en el prestigioso Berklee College of Music de Boston. “Lo primero que enseño es algo que es de primaria, pero muchos no saben: qué es una sinalefa, una palabra aguda, una esdrújula, un octosílabo, un alejandrino, un soneto, una décima. Cosas básicas que te pueden ayudar. Obvio, se puede escribir en métrica abierta, pero siempre conociendo antes la dramática y la ortografía del idioma. Para mí es lo básico. También hay escritores y poetas que no puedes no haber leído si pretendes escribir algo: Cortázar, Lorca, Rubén Darío, Borges y demás consagrados. Pero sobre todo tienes que disfrutar leer, sino es poco probable que disfrutes escribir”, sostiene Limón.
Su mirada de las cosas, tan cítrica como su apellido, define estos días como una pausa para ver por donde seguir la jugada: “Es momento para hacer un análisis, de todo tipo. En principio qué hubiéramos hecho si no teníamos la tecnología de conexión para compartir o seguir consumiendo lo que nos gusta. ¿Qué haríamos? Considero que es el momento para replantearse qué es realmente necesario. Me sorprende que para muchos en Madrid, por ejemplo, sea ir a tomarse una cerveza. Oye, yo me lo he bebido todo, pero no creo que sea necesario para vivir, pero bueno cada uno tiene su imprescindible, cada uno entra en depresión por lo que quiere”. «
En foco
Doce milongas de amor y un tango desesperado, de Delfina Cheb. Producido por Javier Limón.
Delfina Cheb, su flamante descubrimiento
La última producción de Javier Limón es el disco debut de la argentina Delfina Cheb: Doce milongas de amor y un tango desesperado. La conoció hace tres años, dando clase en Berklee. Por entonces Delfina era una alumna entusiasta, que quería cantar jazz.
«Todas te dicen que van a fusionar todo lo que se te ocurra entre lo electrónico y el jazz –reflexiona Limón–, que van a cantar en siete idiomas y mucho más. Hasta que se dan cuenta de que ya se hizo, y que realmente lo que tienen que encontrar es su propio camino. Siempre les digo la misma broma: que tienen que ser la mejor cantante de los martes lluviosos de febrero. No es necesario cantar en siete idiomas. Mejor en uno, pero bien».
En un viaje en auto entre Nueva York y Boston, Delfina y Limón encontraron en el tango y la milonga un punto de arranque. “Partimos de un patrón rítmico para poder ir a distintos lugares, pero respetando una línea”, dice el productor, quien descubrió en esa charla rutera las raíces de Delfina en estos géneros (el abuelo de Delfina cantaba tangos con los músicos de la orquesta de Pascual Mamone).
Con solo 21 años la cantante argentina ofrece una nueva mirada de nuestra música: “En el disco hay una mitad muy tanguera y otra que se acerca a otras fronteras con sutileza, creo que esa es la gracia”.
Como artista de Casa Limón, la productora de Javier, Delfina es el nuevo eslabón de una cadena de artistas impulsados por el español. “Quiero apoyar a artistas nuevos. Ya no soy tan joven y siento que viene una nueva generación con nuevas voces y nuevas caras para seguir transmitiendo eso que sabemos hacer», concluye.