Los recientes Vélez a público pleno y los ocho recitales agotados en el Movistar del año pasado para conmemorar el 30° aniversario de El amor después del amor –el disco argentino de larga duración más vendido de la historia de la música local– demostraron que, como algunos elegidos, Fito siempre vuelve y está vigente. Para que no decaiga, como mejor remedio para melancólicos y para que prosiga la fitomanía, se estrenó la biopic sobre el popular cantautor.
Si bien el punto de partida de la ficción es 1978 y, con ese año, la invitación de Juan Carlos Baglietto (interpretado por su hijo Joaquín Baglietto) a formar parte de lo que luego dará lugar al inédito movimiento que tomará el nombre de Trova rosarina, los flashbacks se retrotraen al universo infantil, a la relación con un padre que le transmitió amor por la música (Martín “Campi” Campilongo) y sobre todo a aquellas experiencias juveniles y episodios que quedaron plasmados en el arte del músico, entre ellas, la prematura muerte de su madre. El posterior desembarco de Fito en Buenos Aires y la llegada de Charly García (Andy Chango) y de Fabiana Cantilo (Micaela Riera) a su vida le brindarán nuevas formas de pensar y ejecutar el rock argentino, harán que el personaje conozca el significado de las palabras amor y pasión, y aportarán el conflicto y la trama romántica que precisa la biopic para tensionar el relato.
Respecto del proceso de composición del personaje, Iván Hochman que encarna al creador en su etapa juvenil y madura, señala dos períodos: «Fueron seis meses de observación pura, de absorber todo lo que está disponible de Fito que es una persona que no solamente está viva y vigente, sino que está muy fuertemente arraigada en el imaginario colectivo de la Argentina. Hay un montón de videos en YouTube, entrevistas, shows, documentales. También leí biografías y otros textos. Me nutrí de todo lo que pude, que es mucho. Lo primero, entonces, fue entender ese mundo, conocerlo, saber de dónde venía. De Fito pasé a Charly, de Fito pasé a Baglietto, luego fui hasta el Flaco Spinetta. Fue meterme en esa vida, conocer todo, incluso lo que no estaba en el guión para después tener material para improvisar y para comprenderlo mejor. Después de eso, vino el trabajo de olvidarme de todo lo que había absorbido, confiar que ya estaba dentro mío, que ya me había poseído sin que esto implique nada esotérico. Ahí fue decir ok, ahora soy un actor que en este caso está haciendo de Fito, pero que podría estar haciendo un personaje de ficción o cualquier otro personaje y yo como actor quiero dejar que ese personaje vaya apareciendo. En el proceso de composición no quise imitar, ni copiar, ni reproducir lo que había visto en esos videos y entrevistas, sino que la magia creativa consistió en dejar que Fito aparezca. Eso le da un primer foco al trabajo de interpretación actoral. Si después el público ve a Fito, el personaje, los gestos y sus formas, hay un segundo acercamiento».
Según Hochman, todo el elenco trabajó de la misma manera. «A Bagliettto lo interpretó su propio hijo y entonces para él, fue más fácil dejar que aparezca porque obviamente el padre nunca se fue (risas). Además de ser muy parecido, canta igual, canta hermoso. Andy Chango desapareció del mundo y trajo a Charly (García). Mica se agarró de algunos gestos y formas de caminar para que vaya apareciendo Fabi (Cantilo), pero siempre conectada con la actuación», destaca el actor.
Respecto del proceso de filmación, Hochman declara que «fue muy divertido». «Hay una escena del capítulo tres que implica estar horas metidos en una película y nos reímos mucho. La escena de la canción ‘Taquicardia’ que abre el capítulo cuatro, implica un show en el que Fito tiene una energía impresionante que contagia y todos estamos sudados y todos tocando y el público gritando. El Vélez del final que dura tres o cuatro pocos minutos implicó 12 horas de grabación seguidas sin parar. Se graba desde todos los ángulos. Para ‘El chico de la tapa’, que abre el capítulo ocho, intentamos reproducir cada gesto del Gran Rex, bailar de manera idéntica, la coreografía y recuperar la energía desafiante de ese momento», revela.
Consultado sobre los tramos que más le costaron interpretar, Hochman afirma: «Hay una escena que me gusta mucho, pero que, a su vez, fue un desafío muy grande: Fito va a la fiscalía y le cuentan como mataron a la tía abuela y a la abuela. Era difícil porque implicaba una carga dramática muy fuerte y toda esa carga dramática metida en un dispositivo burocrático que es una oficina. Me preguntaba cómo llevar esa emoción a un interrogatorio o a un encuentro con un fiscal. Entonces con la ayuda de mi coach, Nahuel Monasterio, tomé la idea de trabajar a partir de un estado. Yo llegaba en ese estado y seguía en ese estado. Durante los cortes, nadie se ponía a charlar conmigo ni me interrumpía. Entonces fue como todo un sistema que me ayudó a que pudiera estar en ese estado y mantenerlo de una manera orgánica, sin entrar y salir. Eso me permitió, creo, hacer un trabajo más profundo».
Hochman nació en 1994, dos años después del clímax de la carrera de Fito. Si para los fanáticos o admiradores del ídolo musical que fueron contemporáneos y crecieron con él –y atravesaron el último tramo de la dictadura, el neoliberalismo y se asomaron al amor con sus canciones– Fito siempre conmueve y es una referencia que acompaña sus vidas, para el actor era alguien más o menos ajeno o del que solo había escuchado de oídas. Entonces, una de las formas de acercarse a su personaje fue a través de los lazos que une al actor con su personaje: la creatividad y la autorreferencia. «Yo además de actuar, escribo y dirijo en teatros y escribo novelas, crónicas y ensayos casi siempre tomando mis experiencias personales como punto de partida –subraya–. Mi primera novela está basada libremente en momentos de mi vida. Dirigí un corto sobre Los Beatles, pero que en realidad parte de una inquietud personal respecto a mis vínculos amorosos. Fito se vincula con la creatividad de una manera muy honesta y visceral, en eso es ejemplar. Todo lo que le va pasando de alguna forma lo transmuta y lo usa en su arte. Pone su vida en sus canciones. Fito atravesó las peores tragedias y siempre salió adelante con mucha luz. Eso a mí me conmueve mucho. Salió de los dolores y las angustias siempre rodeándose de gente cariñosa, querida, hermosa y talentosa. Es muy fuerte la forma en que él construye sus vínculos afectivos. Me causa admiración que hasta el día hoy siga teniendo cerca y siga siendo amigo de Fabi, de Cecilia (Roth), de sus exparejas y conforma con todas y todos una nueva idea de familia o de comunidad. Con Fabi, con la cual el vínculo que construye es muy fuerte en esta primera temporada, me conmueve la manera que un amor turbulento y loco puede dar pie a una amistad profunda e incondicional».
Lejos de esos hits, álbumes o canciones emblemáticas que marcaron épocas tales como «Giros», «Tercer Mundo», «Ciudad de pobres corazones» o «Yo te amé en Nicaragua», Ivo opta por una de «El amor después del amor»: «Mi canción preferida es curiosamente una que no me tocó interpretar y que no está en la serie: ‘La Verónica’. Me emociona mucho y particularmente cuando la interpreta Fito», concluye el actor. «
El amor después del amor
Dirigida por Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal. Guión: Francisco Varone, Lucila Podestá y Diego Fió. Con Iván Hochman, Micaela Riera, Daryna Butryk, Jean Pierre Noher, Joaquín Baglietto, Mirella Pascual, Gaspar Offenhenden, Andy Chango, Julián Kartun, Charlie Anderle, Matías Okosi, Mónica Raiola, Mariano Saborido, Martín Campilongo, Gastón Frías. Disponible en Netflix.
Una historia cantada
Basado en el voluminoso libro autobiográfico Infancia y juventud, publicado el año pasado y producida por el propio Fito, la biopic El amor después del amor tiene todos los componentes para convertirse en un éxito más de una de las leyendas vivas del rock nacional. La primera temporada de la serie de ocho episodios de aproximadamente 40 minutos cada uno –sin dudas una de las más esperadas del año– recorre el arco temporal existencial de Fito Páez que va desde la infancia en Rosario, pasando por el arribo a Buenos Aires, su posicionamiento musical contestatario durante la dictadura y los primeros años de la democracia hasta el momento cúlmine de su carrera. Es decir, aquel otro Vélez de abril de 1993 donde presentó el álbum que da título a la serie y que inmortaliza su nombre con letras indelebles en los anales de la cultura popular argentina.
Quizás uno de los problemas de una serie de impecable producción, buen guión y muy buenas actuaciones –particularmente destacada es la del propio Hochman– es aquello que destaca Ivo: Fito plasmó su vida en canciones y, a su vez, otros autores también cantaron sobre diferentes aspectos de la vida del rosarino. Entonces pareciera que no hay mucho más que decir, sino apelar a esas canciones que ya cantaron su existencia y que forman parte del canon popular argentino. Eso sumado a cierta mirada autocomplaciente que suele ser el pecado de las biografías oficiales o las autobiografías –salvo contadas excepciones como la de Elton John en The Rocketman– le quitan peso dramático y tornan previsible el relato. De todas formas, para los nostalgiosos, los fanáticos y los admiradores, es una oportunidad más de oír y de volver al gran Fito.