En un capítulo reciente de la serie Billions, la mujer del magnate protagonista debe enfrentar a la competencia en un área en la que quiere prevalecer sobre el resto. Creyendo que sola no puede, su marido le ofrece ayuda. Soy una mujer de negocios, le responde ella. Un par de días más tarde se conoce un escándalo de tipo sexual y de género que empaña totalmente la imagen de la compañía con la que competía. Él la llama y le pregunta cómo hizo: Eso no importa. Te dije que era una mujer de negocios.
La contundencia de la escena que define la dinámica del capitalismo en la serie se encuentra fraccionada en tres partes; en la película malamente llamada aquí Hambre de poder, no hay nada similar. Basada en la historia real de cómo el señor Ray Kroc se hizo con el negocio de McDonalds, en sus casi dos horas se exponen una serie de idas y vueltas y remilgos cuyo principal problema es mirar el capitalismo de los 50 con los ojos del 2000. Que siempre haya sido un sistema de explotación no implica que la explotación del capitalismo siempre se haya dado de la misma manera; que siempre haya beneficiado al ventajista sobre el honesto, no quiere decir que en los 50 admitiera que la estafa fuera una de las formas de la sagacidad y la destreza -y por lo tanto legítima-, superior al valor de la honestidad.
De este modo, el Kroc muy bien interpretado por Michael Keaton queda como el tipo que vio la oportunidad y los hermanos McDonalds como los tontos que creyeron en la vieja forma de hacer negocios. En 1954 las reglas del capitalismo actual resultaban una entelequia, y habrían sido condenadas por sus más acérrimos defensores de haber sido expuestas como virtudes. De hecho Kroc debe recurrir casi constantemente al engaño para poder seguir ampliando su negocio; y a la estafa abierta para hacerse totalmente con él.
Hambre de poder incurre en los prejuicios acostumbrados por las mayorías de las biopics: creen que los hombres son más relevantas que sus circunstancias para explicar su historia, y terminan haciendo creer que todo se resume a un problema de actitud, algo por lo demás bastante caro a las ideas que profesan la panacea del liberalismo y el libre mercado. De ahí que dejen en el espectador, básicamente sensaciones de envidias y broncas, pero difícilmente de comprensión. De ahí que como Hambre… tenga la densidad de un combo de McDonalds: un sabor tan agradable como de rápida disolución, el mayor secreto de las adicciones.
Hambre de poder (The Founder, Estados Unidos/2016). Dirección: John Lee Hancock. Elenco: Michael Keaton, Nick Offerman, John Carroll Lynch, Laura Dern, Linda Cardellini, B.J. Novak, Patrick Wilson, Linda Cardellini y Justin Randell Brooke. Guión: Robert Siegel. Fotografía: John Schwartzman. Música: Carter Burwell. Edición: Robert Frazen. Duración: 115 minutos. Apta para mayores de 13 años.