«¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?  ¿Que sería del fútbol sin el hincha? El hincha es todo en la vida…». El epílogo de El hincha (Romero, 1951), la última película protagonizada por Enrique Santos Discépolo, podría ser el prólogo de Barrabrava, la serie centrada en ese micro universo particular donde parecen concentrarse la pasión, la sordidez, los vínculos con el poder político, los negocios turbios y la violencia del macro universo del fútbol (tópicos y vínculos que una voz en off explicita pedagógicamente en el primer capítulo). Pero, como en la frase discepoliana, el mundo de los hinchas violentos puede dar cuenta también de los vacíos existenciales que suele ocultar el fanatismo futbolero.

Antes de la creación de Jesús Braceras escrita por Gabriel Nicoli, Diego Fió, Mariana Wainstein y Bruno Luciani que se estrenó el 23 de junio por Amazon Prime Video, el tema era casi un tabú para las ficciones locales. Apenas había sido abordado de manera central por la cinematografía argentina en la bizarra, simplista –y con pretensiones de denuncia social y moraleja– Los barrabravas, con el sello particular de Enrique Carreras, y en el mundo del streaming en Puerta siete (Caetano, 2018) que exploraba las vinculaciones entre los dirigentes de los equipos de fútbol y el crimen organizado y en El hincha (Ciancio, 2022), un serial de género dramático criminal emitida por El Nueve y Flow. 

El rasgo distintivo de Barrabrava es que recorre el camino que va desde la prepotencia y el mundo brutal de los fanáticos oficiales de los equipos de fútbol al mundo familiar donde los mismos tienen que mostrar sus vulnerabilidades, debilidades y carencias. Porque para los hermanos protagonistas, César (Gastón Pauls) y El Polaco (Matías Mayer) ser barrabrava del ficticio Club Atlético Libertad del Puerto es más que una forma de supervivencia: es un sentimiento. Quizás, por fuera de las relaciones sexuales, el único sentimiento de pasión, emoción, tristeza o alegría que se permiten manifestar en sus existencias.

Tal como aclara Pauls «Más allá de la denuncia del mundo de violencia en el que viven estos hinchas de fútbol, la serie ahonda en la intimidad de quienes se definen como barrabravas. Para eso, la serie se centra en una familia con sus carencias y sus dolores más íntimos. Es en los vínculos que establecen en donde se centra el relato».

En este sentido, quizás nadie como el genio de Eduardo Galeano logró plasmar en la literatura el espíritu y el mensaje que impregna la serie: «El fanático es el hincha en el manicomio. (…) El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes y ya, por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Metido en la barrabrava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo al miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo, liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar».

–¿Cómo es la dinámica de la relación entre los dos hermanos que les toca interpretar?

Gastón Pauls: César es uno de los tres hermanos de la familia. En esta relación que tiene con el Polaco, ocupa el lugar y el rol del hermano mayor. En ese sentido, es el que tiene que tomar las riendas de esa familia que, por diferencias circunstancias, está atravesada por el drama y los conflictos. A su vez, sabe algunas cosas inconfesables que sucedieron en su familia. En toda familia hay claroscuros, secretos, verdades no dichas, mentiras, cosas vistas y ocultas. Todas esas cosas condicionan a César, que es un personaje que no sonríe. Tras ser expulsados de los barrabravas y tras la muerte del Tío (Gustavo Garzón), que era quien los había protegido, empieza a ver con el hermano las estrategias y las posibilidades para poder recuperar el poder de una barra.

Matías Mayer: En mi caso, al personaje le dicen el Polaco, pero se llama Adrián. Es el hermano del medio con todo lo que eso conlleva (risas). El vínculo con César es sumamente importante. Frecuentemente cuando uno tiene un hermano mayor, a veces desde la infancia éste se convierte en el ídolo a imitar, al que se mira desde abajo hacia arriba y se admira. A medida que va pasando el tiempo eso trae sus tensiones, sus problemas, sus diferencias, sus fricciones. Acá se empiezan a mezclar todas esas cuestiones familiares que todos hemos vivido en distintos grados con un universo particular: el de los barrabravas. En ese mundo hay algo del instinto animal, de la fuerza, del desborde, que esta naturalizado y puede traer sus dificultades.

–¿A qué estrategias actorales recurrieron para la composición de sus personajes? ¿En qué medida les obligó a sumergirse en el mundo del fútbol y de los barrabravas?

G. P.:–Yo voy a la cancha desde toda la vida, juego y voy a ver fútbol y conozco la pasión y cómo se desborda en el mundo del fútbol. Así me comí más de una piña en la cancha y silbaron algunas balas alrededor. Sin embargo, no era lo que yo quería construir para mi personaje. El hincapié está puesto en lo humano más allá de eso, de esa vicisitud, de ese personaje que es uno en una barra, que puede ser un trabajo, una elección o el destino te puso ahí.

Foto: Prensa

M. M.:–Hay algo muy atrapante en la valentía de los personajes, en cómo está encarado desde el guión, en profundizar en cuestiones emocionales en un entorno que no lo permite. Es decir, para moverse en el mundo de los barrabravas hay que tener una coraza muy fuerte que oculte todo lo que te pasa a nivel interno. Pero, quizás, en ocasiones, se trate de subjetividades muy débiles, con poca estructura y capacidad de resistencia emocional. Me interesaba explorar en la parte de adentro, en esa parte oculta que puede ser muy blanda. El desafío actoral consistía en saber que hay detrás de un personaje que esconde lo que siente en actos violentos, en pasión futbolera y en el espíritu de horda y grupo.

–¿Qué representa el fútbol en sus vidas?

–¡Todo! (al unísono).

M.M.:–Todo lo que en mi personalidad tengo de pensamiento irracional está ligado al fútbol, es donde pierdo y me permito perder los estribos.

–¿Qué representa esa «pasión de multitudes” para sus personajes?

G.P.:–Hay algo en lo cotidiano, en la relación con mi hermano, con mi pareja, con mis hijos, con mi madre que me parecía más atractivo porque ahí están los verdaderos sentimientos que uno no puede desarrollar y que, en el caso, de mi personaje solo manifiesta en la cancha. Uno puede gritar en la cancha durante dos horas, pero no puede alentar a su hijo en la vida. Uno puede estar entre un montón de gente gritando por el club de sus amores creyendo que está en comunidad y en realidad lo que devela esa escena es el hecho de querer estar siempre en una banda para ocultar una profunda soledad interior.

M. M.:–Coincido. Para el Polaco, la cancha es el único espacio donde se permite manifestar cierta sensibilidad: llorar de tristeza o alegría porque perdió o ganó el equipo o porque, como ocurre en el primer capítulo, se lesiona irreparablemente el goleador del club. Es el espacio donde conjurar o exorcizar las frustraciones, las tragedias de la familia, la miseria cotidiana.

–El otro espacio donde el Polaco se permite manifestar ternura es en la relación con el hermano parapléjico. ¿Cómo construiste las escenas con ese otro hermano cuya tragedia es probablemente uno de los secretos familiares de los que hablaba Gastón?

M.M.:–La escena del primer capítulo donde mi personaje está teniendo sexo delante de su hermano paralizado de pies a cabeza tiene reminiscencias de Rain Man. Sin embargo, en el rechazo a la mujer que cosifica a su hermano muestra más humanidad y conmiseración que el personaje interpretado por Tom Cruise en una situación semejante. En todo caso, en esa escena y cuando baña a su hermano es donde el Polaco muestra la capacidad de dulzura de la que podría ser capaz si las circunstancias de la vida hubieran sido otras. 

–¿Cuáles son los temas principales de la serie?

G.P.:–El equipo, los códigos, la familia, la hermandad, el clásico tópico, desde Abel y Caín o Esaú y Jacob, de la rivalidad entre hermanos, la búsqueda de la figura paternal, lo no dicho. Cuando digo lo no dicho es lo no hablado, lo no aclarado, los secretos, y por sobre todas las cosas, es la pasión: la pasión bien y mal entendida.  Todo lo que genera la pasión: a veces, sentido a las existencias y, en ocasiones, una profunda ceguera 

M.M.:–Algunos otros temas, son el coraje, la valentía, el poder, la lujuria, el deseo y la ambición. A esos personajes les cuesta hacerse cargo de lo que les pasa, necesitan al equipo de fútbol como un lugar de pertenencia. Están atados a comportarse en la vida de la manera en que los ven los demás: como seres duros, sin sentimiento. No pueden manifestar lo que realmente sienten, ni quebrarse porque viven en un mundo poco amable regido por la crueldad. «

Barrabrava

Creada por Jesús Braceras y escrita por Gabriel Nicoli, Diego Fió, Mariana Wainstein y Bruno Luciani.
Con Matías Mayer, Gastón Pauls, Gustavo Garzón, Liz Solari, Candelaria Molfese, Violeta Narvay, Mónica Gonzaga, Miguel Ángel Rodríguez y Ángelo Mutti Spinetta.
Disponible en Amazon Prime Video.




El fútbol, sus historias y la presencia femenina

Si El hincha es la primera película dedicada enteramente al mundo futbolístico, así como en el ADN argentino, el fútbol está en la génesis del cine local. En efecto, en Los tres berretines (Susini, 1933), considerada la segunda película sonora, la trilogía de caprichos argentos a los que alude el título son el tango, el fútbol y el cine. Según la hipótesis subyacente en el film, mientras que el mundo del tango y el fútbol es monopolio de los hombres, el universo del cine es el espacio propicio para el esparcimiento de las mujeres y de las maricas.
No es el caso de Barrabrava donde los personajes femeninos encarnados por Liz Solari (Celeste), Violeta Narvay (Ximena) y Candelaria Molfese (Luciana) tienen trascendencia en esta aparente comunidad de varones sin mujeres. Tal como señala Liz Solari, «los personajes femeninos tocan a los hombres y los transforman». La propia Solari hizo un ejercicio de introspección en su camino de mujer que creció en una familia ligada al fútbol, lo cual constituye un plus para componer a su personaje, la mujer de un exfutbolista. «Celeste es una mujer empoderada, estratega, muy sexual, que se las trae. Tiene mucha influencia en esa relación y en su marido. Me parece interesante para retratar el poder de las mujeres detrás de los telones, detrás de lo que no vemos. Hay un universo femenino y hay equipo en estas parejas donde el apoyo de las mujeres es central para el desarrollo de carreras que son lejos de la casa y de las raíces». Por su parte, la intriga del primer capítulo está centrado en el personaje de Violeta Narvay: «Ximena está pasando un momento emocional difícil, entra a una familia nueva y hay momentos en que se oscurece y otros que se ilumina, sobre todo cuando se relaciona con su pasión por el fútbol. Tuve que aprender sobre el fútbol y a entrenar en Uruguay porque yo era cero fútbol». Por su parte, el personaje de Candelaria Molfese, según sus palabras «empieza por ser maestra, compañera, una especie de madre para Ximena y va a acompañarla en este proceso donde tiene que encontrarse con un barrabrava. La imagen parece distante, pero detrás de ese barrabrava hay un corazón, un ser humano, una historia, una persona. A su vez, mi personaje va a encontrarse de una manera que no puedo anticipar con este hincha de fútbol».