La vida de Mary Shelley estuvo signada por la muerte y la precocidad. Aprendió tempranamente a leer su nombre en una lápida, la que guardaba el cuerpo de su madre, Mary Wollstonecraft, muerta diez días después de haberla traído al mundo el 30 de agosto de 1797. A los 18, escribió Frankenstein o el moderno Prometeo, una obra genial de cuya publicación se cumplen 200 años. A los 25 quedó viuda del poeta Percy B. Shelley, quien murió en un naufragio. Mary guardó su corazón a modo de reliquia. Perdió uno de sus cuatro hijos. Pero ella estaría destinada a perdurar a partir de su creación.
“En Frankenstein, su novela emblemática -dice Esther Cross en La mujer que escribió Frankenstein-, inventó un monstruo hecho de partes de cadáveres. Eran los años de la Ciencia, la luz de la Razón y el culto romántico a la Vida. Pero también había tumbas profanadas y quirófanos clandestinos. La gente creía en el desarrollo científico y al mismo tiempo tenía miedo. Algunos, como Mary Shelley, se animaban, a pesar del temor, a ir un poco más allá, en los libros y en la vida”.
Una gran muestra en la Biblioteca Nacional, “El monstruo de Frankenstein”, no sólo reúne libros y objetos referidos a la creación de Shelley, sino que, en una recreación escenográfica de las circunstancias de su creación, remite al clima de esa época particular a la que hace mención Cross.
Detrás de esta muestra hay un grupo de trabajo que hizo una investigación minuciosa sobre el tema. De él formaron parte Lucía Cytryn, Emiliano Ruiz Díaz y Nicolás Reydó, y un equipo de diseño a cargo de Máximo Fiori y Santiago Fanego. La coordinación estuvo a cargo de Jorgelina Núñez y Evelyn Galiazo.
“Primero hicimos un trabajo de investigación que es lo que precede a todas las muestras –le explica Núñez a Tiempo Argentino. Cuando en la Biblioteca Nacional decidimos tomar un tema para una exposición, comenzamos por ver qué hay en la Biblioteca en relación con ese tema. En este caso, dimos con algunos hallazgos que nos pusieron muy contentos. En función de ellos planteamos varios ejes. El primero de ellos tiene que ver con la escena de gestación de la novela que es una puesta relacionada con la propuesta que Lord Byron les hace a los cinco románticos ingleses en Villa Diodati: quién de ellos es capaz de escribir la historia más terrorífica. De ese encuentro nacieron dos textos clave para el destino de la literatura universal. Por un lado, Frankenstein como texto precursor de la ciencia ficción y, por otro, El vampiro de John William Pollidori, que es el antecedente más directo del Drácula de Bram Stoker. Queríamos que el público entendiera en qué contexto había surgido la novela. Por eso hay un ejemplar de El vampiro, de Mazzeppa, que es un texto que escribió Lord Byron a propósito de esa noche, una copia facsimilar de la primera edición de Frankenstein y también del cuaderno manuscrito de Mary Shelley de esa primera edición que está en la Biblioteca de Oxford.”
“El segundo pasaje de la muestra –explica- tiene que ver con el laboratorio propiamente dicho. En este caso quisimos hacer algo escenográfico porque pensamos que iba a tener atractivo para el público mostrar la escena del laboratorio, del monstruo, de ciertos instrumentales muy antiguos que nos facilitó la gente de la Universidad Maimónides.”
“Luego pasamos a otras dos partes. La primera es el Laboratorio de ideas, donde están todos los textos científicos, de ocultismo y de los alquimistas en los que se inspira Mary Shelley para escribir que estaban en esta biblioteca. Hay, por ejemplo, textos científicos sobre el galvanismo o la aplicación de electricidad en los cuerpos primero en animales y luego en seres humanos, con el deseo de reanimarlos a través de este medio. Luego están las lecturas que hace el propio Victor Frankenstein en relación: Alberto Magno, Paracelso, Erasmus, Erasmus Darwin -el abuelo de Chales Darwin- quien estaba investigando ciertas cuestiones en relación con la evolución de los cuerpos. Ese material estaba dentro de la Biblioteca y fue un hallazgo hermoso porque nos permitió recuperar las lecturas de Mary Selley, por un lado y, por otro, las lecturas que hace Victor Frankenstein. Son ediciones muy antiguas”, detalló.
Luego se dedica a marcar las diferencias entre el original de Shelley y la imagen de Frankenstein que forjó el cine: “En lo que llamamos “el cadáver exquisito” tratamos de recuperar lo que es el personaje de Frankenstein en sí mismo, el personaje de la novela que está muy lejos del estereotipo con el cual sobrevivió a los siglos. El original es vegetariano, culto, refinado, autodidacta y se expresa con mucha fluidez. Es decir que es un monstruo con características muy peculiares. Cuando uno lee la novela se encuentra con un monstruo que no es el que conoció inicialmente a través del cine. Nos interesaba rescatar este monstruo que está muy lejos de ese otro torpe que no sabe ni hablar. Nos propusimos mostrar también el tránsito de uno a otro. A través de las representaciones teatrales que se hicieron en Inglaterra la historia de Frankenstein comienza a popularizarse. A algunas de esas representaciones, que fueron muchas, asistió la propia Mary Selley. Luego lo toma el cine.”
Y agrega:” La primera película dedicada a Frankenstein es de 1910, es decir que pertenece a la época del cine mudo. En 1931 hay otra película que es la de James Whale protagonizada por Boris Karloff que catapulta la figura de Frankenstein a la fama y hace que sea muy difícil disociar su imagen de la de Karloff. Por eso nos interesaba mostrar otras versiones, otras caracterizaciones anteriores a ésta. Por un lado están los dibujos y los grabados de los actores que representaron Frankenstein en el teatro y, por otro, cómo se utilizó la figura de Frankenstein como metáfora política en muchos casos, sobre todo a través de una revista inglesa que se llamaba Punch que es de la década de 1840. Se quiso ver en él una alegoría o una metáfora de lo que fue la Revolución Francesa -la obra de Shelley fue escrita bajo los ecos de esta Revolución- porque, como ella, nació virtuoso y terminó siendo sanguinario.”
“Esta metáfora política –continúa- se traslada a otros contextos. Por ejemplo, hay quienes vieron en la figura de Frankenstein el surgimiento del proletariado o lo que significaban los irlandeses para los británicos, es decir, fuerzas brutas a la que, si no se las controlaba de alguna manera, podían generar desastres. En la revista Punch que tenemos en la hemeroteca está la representación de los distintos Frankenstein como metáforas políticas. Nos pareció que eso era un muy buen material para incluir. Hicimos una selección de las películas más importantes dedicadas a él. Elegimos unas diez películas que son las más conocidas, pero hay más de 200 que lo tienen como tema. Mostramos afiches y también como la figura de este monstruo se trasladó a la literatura infanto juvenil a través de comics, de libros, de libros ilustrados. Hay una gran proliferación de material destinado a este tipo de lector.”
“Por último cierra la muestra una especie de homenaje que hacemos a Mary Shelley en las figuras de su madre y de su padre, porque si no hubiera nacido en un contexto de pensamiento absolutamente liberal no habría producido la obra que produjo. Su madre, escribe Vindicación de los derechos de la mujer en 1792 y nosotros tenemos en la biblioteca la segunda edición de ese texto. También tenemos una edición muy antigua del texto de su padre, William Goldwin, precursor del anarquismo, que se llama Investigación sobre la justicia política.”
“Quisimos dar una vuelta de tuerca y pensar a Frankenstein desde diferentes perspectivas. Desde el punto de vista bioético plantea hasta dónde puede llegar la ciencia, que significa la ciencia manejada por científicos inescrupulosos, hombres, porque hay toda una política del cuerpo que tiene que ver con el cuerpo fragmentado, mancillado, usado. Hay, además, un planteo acerca de la creación de vida sin intervención de la mujer. Por eso a esta última parte la llamamos “Crítica de la creación patriarcal” y tiene que ver con pensar desde Frankenstein problemas actuales. Es una obra a partir de la cual se pueden pensar temas de hoy. La pensamos inclusive como una especie de fábula sobre la identidad porque el monstruo no tiene nombre, sino que lleva el de su creador y está construido a partir de fragmentos de cuerpos de otros.”
“Por otro lado –agrega- también es posible pensarla desde la discriminación, porque el monstruo es discriminado por feo. Si uno tiene en cuenta que ese monstruo sabe hablar, sabe expresarse, es un espíritu delicado, es lógico preguntarse por qué es tan rechazado. Se trata de una obra que puede aportar nuevas respuestas a viejos planteos.”
En las vacaciones de invierno habrá una serie de actividades destinadas a los chicos, por ejemplo, Frankenstein contado para niños por Franco Vaccarini que hizo una adaptación para público infantil. Habrá, además, taller de máscaras y taller de monstruos. Tanto la entrada a la muestra como la participación en las actividades para chicos son libres y gratuitas.
Frankenstein cumple con la característica fundamental de un clásico que postula Ítalo Calvino. Es un texto que sigue teniendo cosas para decir a sucesivas generaciones y que admite múltiples lecturas en diferentes épocas.