Venecia vuelve a ser maestra de festivales de cine después de haber creado el primero ya en 1932 y ahora plantado las bases para realizarlos durante una pandemia como lo ha demostrado con esta 77a. edición que se concluyó hoy.
De ahora en adelante y ya a partir de este mes con San Sebastián y seguidamente con Roma, Nueva York, Telluride, Turín, los festivales de cine volverán a ser la vidriera del séptimo arte y la verificación del estado de salud de la industria mundial.
Respetando al pie de la letra las conocidas medidas de seguridad impuestas por las autoridades médicas de todo el mundo, a saber distancia personal de un metro, uso obligatorio del barbijo en toda el área del festival, incluyendo por la calle y durante las proyecciones, reserva nominal de las localidades para individualizar y someter a tests a todo espectador sentado al lado de un eventual contagiado, medición de fiebre a la entrada y exclusión de todo aquel que superase los 37 grados y aislamiento del espectador dejando libres las butacas a cada lado, se logró celebrar en perfecta esterilización una manifestación multitudinaria.
No debe haber sido una tarea fácil para el director artístico Alberto Barbera seleccionar los 18 títulos del concurso oficial, debiendo prescindir de la habitual presencia hollywoodiana, pero igual supo convocar al Lido de Venecia una conspicua cantidad de películas de calidad, casi todas premiadas justamente por el jurado presidido por la actriz australiana Cate Blanchett.
Fue así como el León de Oro recayó justamente en “Nomadland” de la cineasta de origen chino Chloe Zhao, dedicado a esa tribu de estadounidenses que recorre carreteras y paisajes del país huyendo de la civilización y encontrando la naturaleza.
Un proyecto ecológico de la directora a la que adhirió Frances McCormand, protagonista y productora del film, a quien el jurado decidió no asignarle la Copa Volpi a la mejor actriz, para ella innecesaria, dándosela en cambio a su compatriota Vanessa Kirby, talento en ascenso, por su interpretación de una madre destruida por la muerte prematura de su bebé que sabrá resurgir a nueva vida en el notable “Pieces of a Woman” del húngaro Kornél Mundruczó.
Si bien la presencia latinoamericana fue relativamente reducida con films de Brasil, Chile, Colombia y Argentina (esta última en coproducción con el hermoso “Tengo miedo torero” de Rodrigo Sepúlveda Urzúa) en las secciones paralelas, fue México el que más se hizo valer, especialmente en el concurso, donde fue el único representante del cine del subcontinente con su distópico “Nuevo orden” de Michel Franco, sobre una revuelta popular que termina en dictadura con la típica triple alianza de clase dominante, ejército y grupos paramilitares.
Se trata de la obra más madura y lograda de este joven realizador de menos de 40 años a su sexto largometraje y que recibió el segundo premio más importante, el León de Plata Gran Premio Especial del Jurado.
Merecidísimo el Premio Especial del Jurado para el más veterano de los directores del concurso, el ruso Andrei Konchalovsky que a los 83 años firma con “Queridos camaradas” un valiente alegato sobre una masacre de obreros en la URSS poststalinista que protestaban por el aumento de precios, escasez de alimentos y reducción de salarios que acababan con el sueño del bienestar socialista, reprimido en el sangre por el KGB.
El León de Plata al mejor director fue para el japonés Kiyoshi Kurosawa por su “Esposa de un espía”, donde revela un raro caso de resistencia al régimen militarista nipón y el del mejor guión fue para el indio Chaitanya Tamhane por su emotivo canto a la música clásica tradicional india, “The Disciple”, producida por el mexicano Alfonso Cuarón de quien fuera asistente para “Roma” que hace dos años se alzara con el León de Oro a la mejor película.
La Copa Volpi para el mejor actor fue para el italiano Pierfrancesco Favino por su labor de juez en los años de plomo en “”Padrenuestro” de Claudio Noce, justificable solo por la necesidad de premiar un film italiano de los cuatro que había presentado el concurso.
El único error de este veredicto es haber olvidado uno de los mejores títulos de la competición, ese “Le sorelle Macaluso” en el que la premiada directora siciliana Emma Dante examina la vida de cinco hermanas, pasando revista a las ilusiones y esperanzas de la infancia, los compromisos de la edad adulta y las inevitables desilusiones de la vejez, marcadas por una tragedia familiar que las acompañará hasta la muerte.
El todo contado con esas imágenes fuertes e inolvidables que caracterizan la obra de esta autora, a su segundo largometraje.