Hubo que esperar el cuarto y último film italiano del concurso para descubrir la obra maestra que marcará seguramente este 77o. Festival Internacional de Cine de Venecia. Pero valió la pena y el miércoles resultó la jornada más reveladora del ciclo.

Porque “Le sorelle Macaluso”, además de ofrecer esas imágenes extraordinarias que quedan para siempre impresas en la memoria del espectador y que son la marca de fábrica de la directora de cine, teatro y ópera Emma Dante, habla de un tema universal como es el del tributo que se cobra la vida por el hecho de haber nacido, de haber tenido esperanzas que tal vez no se han cumplido, de pagar con lágrimas en edad adulta la felicidad de haber sido niños.

Un film que atraviesa tres generaciones de hermanas que pierden poco a poco sus ilusiones pero también van dejando físicamente por el camino a algunas de ellas y que van sufriendo los mismos estragos del tiempo por los que pasa la casa, cada vez más deteriorada.

Inspirado en un espectáculo teatral que recorrió varias capitales europeas, el segundo film de Emma Dante retrata el tránsito en esta vida de quien sabe dejar de si solo las huellas que pueden dejar los hijos y ese débil recuerdo que se apagará con el paso de dos o al máximo tres generaciones.

Pero se equivoca quien piense que “Las hermanas Macaluso” es un film deprimente y sin esperanzas: en cambio es el canto quedo y sumiso a una cotidianidad que no tiene otra ambición que la de ir desgranando de la mejor manera posible los días que nos reserva la vida.

No causaron la misma impresión ni el recuerdo de los años del terrorismo urbano visto con los ojos de un niño de “Padrenostro” de Claudio Noce ni la rememoración de la vida de la hija menor de Karl Marx, “Miss Marx” de Susanna Nicchiarelli ni el pseudodocumental “Notturno” de Gianfranco Rosi, quien se pasó tres años en Irak, Kurdistán, Siria y Líbano recreando para su cámara los ecos trágicos de esta guerra infinita, logrando solamente que nada de lo que muestra parezca auténtico y que todo fuese fruto de una ficción televisiva.

Mejor para eso un documental fuera de concurso, “Fuoco Sacro” de Antonio María Cataldo, que muestra el heroísmo del cuerpo de bomberos italiano, utilizando material documental de verdaderos terremotos, incendios, derrumbes e inundaciones pero dándoles esa fuerza y esa emoción que las imágenes ilustran pero que solo un montaje y un comentario en off (del mismo Castaldo) son capaces de llegar directamente al corazón del espectador.

Curiosamente otro film italiano igualmente meritorio se presentó también fuera de concurso: “Assandira” de Salvatore Mereu, inspirado en la novela de Giulio Angioni sobre ese tipo de turismo que busca preservar las tradiciones pero destruyéndolas.

El film está protagonizado por Gavino Ledda (que fuera el autor de “Padre padrone” que mostró por primera vez el mundo campesino sardo) en el papel de un agricultor que accede a convertir su tierra en un espectáculo para turistas pero que se rebela a verla desnaturalizada.