La jornada de hoy en el Festival de San Sebastián estuvo definitivamente marcada por la presencia de Ricardo Darín, su hijo el Chino, Luis Brandoni y el director Sebastián Borensztein, que ofrecieron una conferencia de prensa para hablar de La odisea de los giles, éxito en la Argentina con casi un millón y medio de espectadores desde su estreno hace cinco semanas.
La película, que trascurre durante en 2001, aborda el crack económico a partir de un grupo heterogéneo de personas que pierden sus ahorros en el “corralito” y buscan la manera de tomar revancha. La historia abrió el juego para que los periodistas de todo el mundo se interesaran por la siempre frágil situación nacional.
«Los argentinos tenemos la gran gimnasia de atravesar crisis y sobrevivirlas, y volver a renacer; quién sabe si no será ésa nuestra característica principal, renacer todo el tiempo», dijo Ricardo Darín que junto a su hijo, también produjo la película basada en un relato del escritor Eduardo Sacheri.
El actor trató de desmarcar a la Argentina de cualquier signo trágico en cuanto a los avatares que cíclicamente deben sufrir la población, «Esos ciudadanos atropellados que han sufrido el rigor de la burocracia en cualquier parte del mundo” y agregó, “la problemática que plantea la película es de comprensión automática».
En este primer tramo del festival donostiarra se destacaron dos películas de la sección Perlas, empezando por La Vérité (La verdad), del cineasta japonés Hirokazu Kore-eda, un relato delicioso, divertido y a la vez conmovedor sobre una estrella de cine en el fin de su carrera (Catherine Deneuve) y su hija guionista (Juliette Binoche). Referencias cinéfilas, Deneuve en plan de diva total riéndose de su propia leyenda y la seguridad de que el duelo entre las dos actrices fue un placer para ambas y seguramente lo será para los espectadores en todo el mundo.
El otro título ineludible fue Parásito, del surcoreano Bong Joon-ho, que se alzó con la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes. La película es una negrísima comedia sobre una familia miserable que idea un plan para conseguir apenas… un trabajo. Desopilante y a la vez devastadora, Parásito plantea desde el humor las profundas desigualdades de la sociedad coreana, una mirada que bien puede ser universal.
Por el lado de Latinoamérica, la coproducción colombiana-argentina Monos (Alejandro Landes) y Así habló el cambista del uruguayo Federico Veiroj, fueron las que lograron hasta el momento la mayor trascendencia en esta edición del que se desarrolla en la bella capital del país vasco español.
Exhibida este año en el Bafici, Monos indaga y expone la tragedia de los niños y adolescentes reclutados para ser soldados, en este caso de un grupo guerrillero colombiano que secuestra a una turista estadounidense. La crudeza de Landes para contar la rutina de esos chicos y su deshumanización se combinan con una puesta realista y majestuosa, que no hace más que potenciar el drama.
En el caso de Así habló el cambista, el uruguayo Veiroj incursiona en el cine de época con un relato ambientado en los setenta, con rimo de trhiller y también de comedia negra para una historia de cambio de divisas, lavado de dinero y dilemas morales.