En este 72º. Festival de Cannes, dominado hasta ahora por los nuevos films del español Pedro Almodóvar y el norteamericano Quentin Tarantino, han ocurrido varias decepciones entre los cineastas que hubieran podido contenderles la Palma de Oro que el sábado 25 proclamará el jurado presidido por el mexicano Alejandro González Iñárritu.
Las decepciones más grandes fueron las de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne y la del norteamericano Terrence Malick, los primeros dos, ya poseedores de dos Palmas de Oro, con “Le jeune Ahmed” sobre un adolescente adoctrinado por un imán fundamentalista que a los 13 años sale a caza de descreídos, mientras el tercero, también galardonado con la Palma, rememora en “A Hidden Life” un hecho real ocurrido en la Austria nazi, donde un campesino se negó a hacer la guerra y sobre todo de prestar juramento de fidelidad a Adolf Hitler.
Lo peor es que ninguno de estos dos films son deleznables: son ambos encomiables pero menores con respecto a la obra precedentes de los autores.
“El joven Ahmed” acumula esos preceptos del Corán que se inventan los integralistas y que el protagonista cree a pies juntillas hasta el punto de volver ridículo al personaje, lo que no parece el mejor método para comprender el fenómeno mientras “Una vida oculta”, si bien evita esas especulaciones metafísicas de las últimas películas de Malick, persiste en ese estilo particular suyo, hecho de bellas imágenes y música clásica y contemporánea, que van desde Bach hasta Arvo Part, olvidándose de toda dramaturgia.
Tres cineastas eligieron el género policial para renovar su filmografía, el rumano Corneliu Porumboiu con “La Gomera”, historia de un policía corrupto que para ayudar a los delincuentes que lo tienen sometido llega incluso a aprender un lenguaje arcaico hecho de silbidos que los campesinos canarios usan para comunicarse entre ellos, el chino Diao Yinan con “Nan Fang Che Zhan de ju hui” (El lago de los patos salvajes) sobre un gangster perseguido por la mafia y por la policía y el francés Arnaud Desplechin que en “Roubaix, une lumiere” nos revela los métodos al límite de la ilegalidad que usa la policía para extraer confesiones.
Porumboiu es el que sale mejor parado por la originalidad de la ambientación y una narración intrigante, le sigue Desplechin que logra rescatar la humanidad de esos policías mientras el valor del film de DiaoYinan consiste en descubrir que también en la China comunista, modelo de hiperdesarrollo económico, también hay mafias que se dividen sus territorios y se tirotean por las calles.
Pero también cabe señalar las bondades de dos films sin más pretensiones que la de entretener al público como el norteamericano Ira Sachas que en “Frankie” narra de una famosa actriz (Isabelle Huppert) que “celebra” su último año de vida, reuniendo en una romántica Sintra a amigos y familiares y el sudcoreano Bong Joon Ho que en “Gisaengchung” (Parásitos) se divierte con una familia lumpen pero ingeniosa que encuentra la manera de sobrevivir engañando a una familia rica e ingenua.
“Frankie” es encomiable por la riqueza psicológica de los personajes, bien servidos por actores de gran nivel como Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Pascal Greggory y Jérémie Rénier, mientras “Parasitos” es una comedia granguignolesca, a veces exagerada, pero siempre efectiva.