La idea inicial era resaltar la injusticia de la persecución que todavía sufren quienes fueron parte del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, la guerrilla creada por el Partido Comunista chileno, que 1983, luego de 10 años de iniciada la dictadura de Augusto Pinochet, decidieron enfrentar con las armas en la mano al genocida. Pero Fernando Krichmar Porto tuvo que adaptarse, conocedor del poder de mutación que tiene el documental como género, al ver lo que pasaba al final de aquel rodaje. Así, sumó una arista más de análisis y relacionó lo que estaba sucediendo con el gobierno de Sebastián Piñera y el estallido social cuyo lema fue “no son 30 pesos, son 30 años”, para darle una nueva dimensión al film. Entonces, terminó de armar No son 30 pesos, Chile Genealogía de una insurrección, que se puede ver haste el 13 de diciembre en el Cine Gaumont.
El título fue tomado de la consigna con la cual miles de estudiantes iniciaron una rebelión contra el gobierno de Sebastián Piñera por un aumento en el boleto estudiantil en 2019. Ese estallido mostró cómo muchas de las consignas por las cuales se luchaba, aún no estaban resueltas: desigualdades y dolor que no se pueden esconder bajo la alfombra del libre mercado. La vigencia de las ideas del FPMR es innegable. “Tenía un objetivo modesto, de mostrar la valentía de los que enfrentaron la dictadura, pero mutó, relacionando la lucha de los ochenta con lo que hoy el modelo neoliberal genera. Es habitual que la realidad te pase por encima cuando hacés documentales, y así le fuimos dando forma. Con la mirada de los jóvenes sobre el testimonio de aquellos que lucharon y sufrieron las atrocidades de la represión”, comenta Krichmar.
El cineasta habla él mismo en la película cómo se relacionó con el tema: “A muchos compañeros los recibimos en Rosario cuando se tuvieron que exiliar tras un atentado a Pinochet. Y los defendimos cuando los quisieron extraditar. Trabajé en Chile también y conocí mucha gente. Y desde niño estuve relacionado con lo que transmitía Victor Jara, Violeta Parra y otros referentes del otro lado de la cordillera, que también fueron parte de mi formación ideológica. Era una oportunidad que me parecía interesante”, comenta el realizador.
“La lucha armada es un tema tabú y también es un aspecto a resaltar, y se trata de entender cómo se dio. Porque recién diez años después de un golpe sangriento que fusiló y desapareció miles de personas, más los millones que se tuvieron que exiliar, se formó este grupo que tuvo que inevitablemente defenderse ante la violencia que proponía el ejército. Antes de tomar las armas, se mataron dos comités completos del Partido Comunista. Hay algo reactivo. Si estás en una democracia, la primera opción no es la violencia, pero si te acorralan, y como muchos casos que mostramos en la película, te violentan y te roban la niñez, secuestrando y torturando a los padres de los jóvenes que formaron las filas Frente Patriótico Manuel Rodríguez, es algo casi inevitable. La idea era contar eso”, analiza el director, que reconoce que hay sectores que hablan con bastante liviandad del tema.
Krichmar y una realidad regional
“La vicepresidente electa que habla de Montoneros o del ERP de manera casi obsesiva, desconoce que esos movimientos nacen por las cruentas dictaduras que proscribieron a Perón, o que con la excusa de enfrentar al comunismo mataron gente en el ‘55, en el ‘66 y luego en la última dictadura. El espesor narrativo de un documental te permite explicar mejor el porqué de esas deciciones”, dice Krichmar. En el film, las circunstancias de la lucha armada son explicadas sin juzgar a los protagonistas. “La dictaduras proponen la violencia con secuestros, torturas y usando la fuerza para aplacar ideas y visiones diferentes para mejorar al mundo. Metiendo presos a los que no siguen órdenes o no son obedientes, son los que obligan a la gente a vivir en la clandestinidad y demás injusticias, en las que a veces no hay otra opción que defenderse. Si con 10 años ves como sufre tu padre, o cómo lo matan o lo secuestran, quizá podes entender por qué luego atentás en una operación osada, matar a aquel que impuso el régimen de terror. El golpe a Allende es una herida muy profunda que a veces en Chile se quiere tapar, pero que todavía está en carne viva”.
Con un ritmo narrativo bien llevado, No son 30 pesos la película logra su objetivo de dejar pensando al que la vea. La relación con la coyuntura actual de nuestro país es inevitable. “Es irresponsable que Macri incite a armar grupos violentos o llame orcos a los que quizá protestan por un plato de comida. O los discursos de odio y negacionistas de la vicepresdente electa. No puede permitirse esa ofensa gratuita a los sufrieron esos ultrajes, el daño realizado es irreparable para todos los argentinos. Es insólito que intentes cambiar la historia como si fuera algo menor. Se vienen tiempos difíciles pero no hay que darse por vencido” admite el director.
“Desde el cine tendremos que luchar para seguir exhibiendo y haciendo lo que hacemos. Debatir con quien tengamos que debatir, para no perder esta herramienta de reflexión. Si el presente es de lucha, el futuro siempre será nuestro; esta vieja consigna se renueva. El sector y la industria del cine argentino vienen dando pelea, para estar más allá del poder, sino como elemento cultural y social”. Pero Fernando Krichmar Porto admite que será difícil. “Igual hay que hacerlo, porque una película es soberanía. Un pueblo sin cinematografías es como que una familia no tenga fotos o recuerdos de su vida. Es algo importante en serio: los países que lo tienen, de alguna manera están mejor. Estados Unidos, Italia, Francia, Alemania, España o en oriente Corea, Japón, China, India, son todos lugares que apuestan a un cine fuerte. En esa pelea estamos.”
No son 30 pesos, Chile, genealogía de una insurrección. Una película documental de Fernando Krichmar Porto. Hasta el 13 de diciembre, funciones a las 12, 16 y a las 20 en Cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635.