Actor y guionista, autor de programas emblemáticos en la televisión argentina, Juan Carlos Mesa murió hoy, a los 86 años. Padecía de diabetes y se encontraba internado. En los últimos días su cuadro se complicó debido a una insuficiencia renal. No había podido superar la muerte de su esposa Edith, quien murió en noviembre pasado. Los restos de Mesa serán velados hoy a partir de las 20 en Compañía Principal (Avenida Maipú 2860) de la localidad de Olivos y el cortejo fúnebre para darle sepultura partirá mañana a las 9 rumbo al Cementerio Jardín de Paz, de Pilar.
Una de las figuras más prolíficas y queridas del hacer televisivo y radial, Mesa había nacido en la ciudad de Córdoba el 15 de mayo de 1930 bajo el nombre de Diego Isidro Mesa, aunque para sus compañeros y el público, y durante años, fue el «Gordo» Mesa, un hombre divertido y afable.
Contaba con talento natural para hacer reír. Fue actor, director de cine y guionista, un referente de la televisión. Fue libretista de exitosas telecomedias, como Mi cuñado, Gorosito y señora (brillantes precursoras locales del modelo clásico de sitcom), Stress y Brigada cola. «Supongamos que de las 60 secuencias que tengo por capítulo me fracasan totalmente 30. Todavía tengo otras 30 para defenderme», dijo en 1984, a propósito de su máximo triunfo televisivo, Mesa de noticias. No hubo programa más exitoso e influyente en todo 1983 que esta formidable tira diaria que emitió ATC con Gustavo Yankelevich como productor. Aun dueño absoluto de la marca registrada del ciclo, sabía hacer las cosas para mostrar a todos que se trataba de un trabajo de equipo. Cada episodio tenía esas 60 secuencias de las que hablaba más arriba, con la obligación de incluir siempre un gag.
Su comienzo en esta carrera fue siendo un chico, cuando su mama lo llevó al estudio de LV3, en su Córdoba natal, a recitar de memoria rimas de Germán Berdiales en el programa infantil Gorjeo y Doña Tremebunda. Juan Carlos tuvo sus últimas apariciones como actor en las ficciones de Pol-ka Primicias, El Sodero de mi vida y Mujeres Asesinas. Pero su carrera tiene entre sus tesoros los libros de El veraneo de los Campanelli, El picnic de los Campanelli, El tío Disparate, Los colimbas se divierten, Rambito y Rambón primera misión. El oficio de escribir era para él acto de «entregar la vida al papel en blanco», así describía la tarea silenciosa y constante de los guionistas.
El actor y autor, quien escribió para capocómicos de la talla de Alberto Olmedo, Jorgue Porcel, Carlos Balá, Juan Verdaguer, Tato Bores y Pepe Biondi entre otros, tenía muy claro que su pasión era la escritura: «En esta vocación tan linda de escribir, se pasan horas y horas en soledad, pero nunca se está del todo solo, sino acompañado por los personajes que se van creando», afirmó Mesa más de una vez hablando de su romance con el humor y los libretos.
En sus últimos años se dedicaba mucho a la lectura. Estaba contento por haber terminado En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y el Ulises de Joyce. «Mi biblioteca es muy modesta. A veces la miro y pienso: Me gustaría poder vivir 25 a 30 años más para poder seguir leyendo. Nos intercambiamos bastante con mis hijos y mis nietos. Ellos me pasaron Los hombres que odiaban a la Mujeres, de Stieg Larsson. Me pareció un thriller fantástico Yo les pase esos libros que me hicieron adicto a la lectura de chico. Algo como Madame Bovary de Flaubert, que es de esas novelas imperdibles.» Le gustaba mucho la poesía de Almafuerte, de Carlos Mastronardi o el gran Pedro Bonifacio Palacios. Aunque su predilecto era Leopoldo Lugones . Entre sus libros favoritos estaba El Facundo de Sarmiento, Sobre Héroes y tumbas de Sábato y La invención de Morel de Bioy Casares, aunque el libro que más lo marcó fue El Quijote de Cervantes. Porque lo despertó, según afirmó en una entrevista al diario Crítica de la Argentina hace algunos años, a la vocación de la poesía y el humor. Su momento de lectura eran las mañanas, temprano. «Soy de levantarme temprano, a las 6 de la mañana. Desde hace años. Siempre. Leo hasta que desayuno las 9. Empezar el día leyendo es hermoso» sostuvo alguna vez.
Con Gianni Lunadei («un creador increíble de muletillas, con una gracia corporal inolvidable») creó una sociedad memorable, plasmado en aquel programa de un recién nacido Telefe, llamado El gordo y el flaco. Allí quedaba desplegado en plenitud el estilo humorístico cultivado por Mesa: trataba de de copiarle a la vida lo que tiene de grotesco por el tamiz del humor. Trataba de capturar imágenes que a los ojos de los demás eran algo serio. El humor era eso para él: ponerse el saco al revés cuando se debía decir algo importante. Su búsqueda humorística consistía en encontrarle el lado menos dramático a la realidad cotidiana. Se lo va a extrañar.