Federica (Margherita Buy) y Marina (Sabrina Ferilli) son una pareja estable. Hace cinco años que viven juntas. Federica es arquitecta y tiene un hijo ya joven adulto de su matrimonio con un hombre al que amó y con el que habría estado dispuesta a continuar su vida hasta el final, si las relaciones humanas en el nuevo siglo no hubieran cambiado como cambiaron. Marina es una actriz retirada por voluntad propia, en parte porque quiere compartir una vida apacible con Federica, en otra buena parte porque el mundo del espectáculo no la atrae como antes, en especial en cuanto a las peleas que impone por mantener la dignidad, que en ese ámbito y por su trayectoria se asocia bastante a vanidad. Su pasado sólo incluye parejas mujeres.
Desde el comienzo en la película hay un detalle que servirá para torcer la historia de ambas: permanentemente Federica toma prestados los lentes de lectura de Marina; un detalle de amor, referido en especial al espacio de complicidad y límites laxos que la relación permite en cuanto a las pertenencias de una y otra, y que también da lugar a la posibilidad de introducir la duda en la relación a partir de un tercero: un oculista que antaño resultó un romance de Federica, con quien se cruza casualmente al entregar el auto de alquiler compartido.
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El detalle que permite la bifurcación de los caminos de la pareja resulta anecdótico pero también revelador conforme avanza el film: mientras Marina se reconoce lesbiana y hace de eso casi una causa y lo manifiesta con orgullo, a Federica la calificación la incomoda; antes que porque no quiera reconocerse como tal, porque en su relación con Marina ella parece encontrar un resquicio en el vínculo de pareja que tanto el lesbianismo como la heterosexualidad no sólo parecen no cubrir, sino invalidar. Es un tipo de relación al que el film asoma pero no se atreve del todo a indagar y profundizar; una relación que tiene más que ver con la posibilidad de ser entendida y aceptada como se es, independientemente del género con el que se vincula y el génoero al que se dice pertenecer.
De hecho las idas y vueltas en las que entrará la relación a partir del affaire de Federica con su oculista se resolverán en función de ese espacio que en la película aparece apenas como resquicio, como insinuación, pero nunca siquiera como hipótesis.
Es la parte más rica de un film que en esa especie de temor por lo descubierto, de no atreverse a inmuscuirse en una especie detercera posición que resultaría polémica, termina transcurriendo en el convencionalismo de cualquier relación, aunque este caso se trata de una de mujeres: los celos, cierta envidia, las pruebas de amor y demás etcéteras con los que la cinematografía hétero atiborró históricamente las pantallas
Pero en aquella posición apenas percibida y enunciada, se encuentra un nuevo mundo a abordar desde diferentes relatos, perspectivas y expresiones artísticas
Entre nosotras (Io e lei. Italia, 2015). Dirección y guión: Maria Sole Tognazzi. Con: Margherita Buy, Sabrina Ferilli, Domenico Diele, Ennio Fantastichini. 97 minutos.