Verónica Schneck le dedicó más de un año a investigar, registrar y reflexionar sobre la vida de múltiples remiseros. El resultado es “Por Miserere”, una obra que revela historias de dificultades, frustración y lucha cotidiana. “Me parecía un mundo atractivo porque pasa de todo. Esa espera eterna para luego salir a recorrer las calles, siempre charlando y opinado de lo que ven y escuchan me resultaron muy interesantes para contar una historia”, explica la autora.
A Schneck le atrajo particularmente la frase del novelista Witold Gombrowicz: “El paisaje es aquí un estado de ánimo” y las imágenes que pudo recabar en el recorrido por remiserías era un reflejo claro de eso dicho por el autor polaco. La autora tuvo la idea una noche de Navidad, particularmente especial para el rubro, luego de que la dueña mujer de una remisería tuviera una crisis existencial. Y ahí obtuvo la trama central de su historia.
–¿Siempre hay una historia si al remisero le gusta hablar o si sabe escuchar al cliente?
–Son grandes opinadores, pero por el contacto concreto que tiene con gente, todo el tiempo, hay algo circular en su tarea: vuelven a base, esperan, aparece y salen al encuentro del destino. Es una tarea sin mucha identidad propia porque todos vienen de otros trabajos, a veces con fracasos y frustraciones, y casi nadie planea ser remisero toda la vida, salvo que sea su plan de retiro. A muchos les gustaría hacer otra cosa. Era algo atractivo porque es algo que se nota pero que en muchos aspectos de la vida pasa igual. Todos esperamos que salga algo que nos saque de donde estamos. Encontré una variedad de historias que definen a la humanidad.
–¿Qué la protagonista central sea mujer es una decisión casual?
–No, quise que así sea. El de las remiserías es un universo masculino. Entonces me gustaba poner en tensión eso, con una dueña que aguanta todo el arco dramático de la obra con lo que le pasa: recién separada, el trabajo es su trinchera y de golpe no aparece una de las noches de más trabajo, entonces todo lo demás se va dando en torno a ella y los demás la cuentan. Es una herramienta para la acción. Me gusta siempre pensar cosas puestas en contexto y el momento en que se vive. Hoy creo que hay lugar para hacerlo porque se entiende que hay una lucha en marcha, y comenzar a ver universos masculinos con miradas de mujer, para ponerlos en discusión. Nunca tengo temas en la cabeza sino que aparecen, acá solo tenía el espacio y este ingrediente me gusto por apropiado. Mostrar cómo hay cosas masculinas detestables y elementos que nos enamoran y están bien en un buen hombre, en este caso en este lugar, pero podría ser cualquiera. Cada vez que hago algo me gusta que se vaya resignificando la idea inicial. Ese es mi intento
–¿Es el teatro un espejo o una forma de evasión?
–Lo cultural es parte de lo humano, es tan importante como otras cosas, pero a la vez es solo una manera de sobrellevar la realidad que nos toca. Se puede reflexionar sobre lo social, lo cotidiano, los vínculos, las actitudes frente a cada cosa que nos pasa en el día a día. Nada en el teatro es una copia exacta de la realidad, siempre busca un lugar poético para trabajar y generar algo importante en el espectador. La realidad nos deja estúpidos, nos cierra la mirada y la cabeza. Y para pensar desde otro lado el entorno que nos rodea, con toda su complejidad, creo que solo se puede hacer desde tareas como las que las artes propone. Hay que elaborar y bajar de alguna manera lo que vez en la calle y los noticieros. Hay que volar sobre la locura de la existencia para tratar de entenderla.
–¿Hay alguna concepción personal en tus obras que refleje tu manera de entender el teatro desde lo técnico?
–Me gusta entrecruzar varias líneas y tener personajes contradictorios. Siempre les pido a los actores que no estén tan hacia afuera, sino que haya algo desde adentro, como que sea un remolino interno el armado interpretativo. Para que la existencia de un personaje tenga su anchura. La complejidad de lo humano no se puede explicar, entonces tiene que convencer, siempre pensando la emisión del mensaje con el que escucha. En el texto busco esa singularidad, y en la interpretación la credibilidad.
Por Miserere. Funciones los viernes a las 22.30 en La Carpintería Jean Jaures 858.