La película a la que refiere Costa es Soy mucho mejor que voh, en la que participó sólo en una escena, pero que fue a partir de la que “de alguna manera germinó esta película”. Los primeros brotes de la historia aparecieron mientras Costa y Sandoval estuvieron en pareja. “Las ideas y el guión se fueron desarrollando en ese momento; fueron 4, 5 años muy importantes para mí, porque fue una pareja muy importante, de convivencia y todo. Nos conocimos mucho. Y él fue desarrollando este guión tomando elementos de mi vida, como que mi papá estaba en coma, mi mamá muerta, que yo me dedicaba a lo artístico; el nombre de la gata también.”
El guión era el trabajo final de Sandoval en la escuela de guión que estaba cursando, que por supuesto fue aprobado, pero que antes de llegar a su versión final, es decir el film que se puede disfrutar desde hoy, tuvo nueve versiones anteriores. “Las leí todas, aportando cosas que no me cerraban desde lo narrativo. Sentía la necesidad de encontrarle una vuelta política, porque él escribe de manera muy libre, no de acuerdo a una ideología, entonces le aporté en ese sentido. No es que fui colaboradora ni nada parecido, cuestionaba cosas, aportaba mucho en los diálogos. Pero esto también es una característica de Che: da mucho espacio a los actores para que aporten porque necesita encontrar el tono de los personajes, y porque trabaja mucho con los sentidos de las palabras, entonces aportábamos sobre qué significaban algunos términos allá y acá.” Allá es Chile, donde se rodó buena parte de la película, y Argentina. Los términos pueden ser culear, coger, dar el visto, el mismo dry del título. Lo que quedó, luego de todo el proceso, es una película de esa que cuesta olvidar, que la sinopsis resume así: “Martina (Costa) es una cantante Argentina que fue famosa en los años 90 y que hoy ya nadie recuerda. Sus cuarenta se avecinan entre la frigidez y el desencanto por el amor. La llegada de una joven pareja de chilenos cambiará todo: Francisca, una fanática que está convencida de que son hermanas; y César, que con una mirada le devuelve el deseo sexual”. Lo demás es la aventura propiamente dicha a la que invita el film.
“El hecho de que sea una comedia, que se caracteriza por desdramatizar las cosas que pasan, por esa liviandad con la que se toma los temas, me hace dar muchas vueltas en la cabeza. Porque por lo general las mujeres como Martina, que viven libremente su sexualidad, corren muchas riesgos, pasan por situaciones duras. Y acá por el tono de comedia nada de eso sucede. Tal vez está la situación con el camionero, o con el pibe del bar que está esperando a otra chica. A mí eso es algo que me genera como inquietud.
Pero también hay que decir que el cine de Che se caracteriza por tratar la desesperación del individuo frente a los cambios en los tiempos, en las distintas eras que le toca vivir. Es la desesperación de los personajes frente a la realidad que los rodea.”
Aunque por momento cuesta creerlo, no deja de ser cierto que de las mayores dudas surgen buena parte de los grandes descubrimientos. Entre los que les corresponde a Costa, el de estar por primera vez en una comedia es sin duda relevante. “Que después de 20 años alguien me ofrezca una comedia fue un halago. Y al mismo tiempo me aterrorízó (ríe). Porque no es fácil. Y menos con un personaje que no es empático, simpático, es dura, ególatra, egoísta, y hasta violenta en algunas actitudes. Y además es difícil hacer comedia cuando estás solo (su personaje no tiene partenaire); es como el anti stand up, que tiene el contacto con el público y chequea todo el tiempo qué es lo que funciona, qué no. Che tiene una manera de encarar el humor muy relajada, no tiene el tiempo del gag, plantea la situación y si la gracia se produce, bien, y si no a otra cosa.” Eso resultó un aporte importante para hacer querible a un personaje que “toma mucho de la actitud masculina: vivir el propio deseo, hacerlo con gracia, sin permiso y menos con disculpas, encarar sin que le importe mucho el resultado porque si no es una es la otra y que el otro y encima lo tienen que valorar. Las mujeres padecemos eso desde los 9. Y los pibes lo hacen todo el tiempo; la mayoría son así. Y eso lo jugamos un poco como ironía y crítica.” Sólo en una escena Martina parece sentir que la pifió, algo así como una mirada piadosa sobre cómo puede sentirse el hombre al que le acaba de contar con todos los tipos que estuvo: “¿Sabés cuántas veces escuchamos cuántas minas se levantaron, que te lo dicen como si nos gustara?”, dice con menos resignación de lo que parece. “Fueron dos meses de una impunidad total -ríe, estaba muy protegida en el rodaje. Pero no fue difícil funcionar en ese modo: fue apretar el ON y que funcione solo; es encenderte en el acecho, la cacería y salir a caminarla.”
Es difícil saber si este film la modificó más que otros, son comparaciones que dependen de muchas variables como para mensurar con corrección. Pero seguro que ya no es la Antonella que era. “Básicamente hubo algo de exorcizar, de poner sobre la mesa determinadas actitudes de mí misma a las que les temo: la ansiedad, esa cosa arisca. Martina tiene algo extremadamente liviano, nada de autocrítica, de no reprimirse. Y una vive repriemiendose cosas. Hay toda una cosa de tensión y dramatismo de la que me liberé. Hay una sanidad que tengo: un día dormí mucho y creí que estaba mal, y no, estaba tranquila, por eso dormía. Uno puede sobrevolar cosas como las Martina sin necesidad de ahondar tanto cada paso que da en la vida. Siento la película me transformó, lo siento desde adentro. No sé si los demás lo perciben, pero para mí fue un proceso muy intenso. Trabajar con una persona importante en mi vida como Che, estar lejos de mi hijo por meses, rodar en Chile (de donde se había exiliado su padre), aprender a cantar, componer canciones, un compromiso profundo. Tanto esfuerzo y trabajo que una vez que terminó me dejaron un vació que me invitó a a la reflexión y a modificar cosas en mí.”