Casi como el «tenemos que juntarnos antes de fin de año» funciona el «tenemos que hacer algo juntos». Esos deseos tan genuinos como incumplidos que otros proyectos, compromisos y la rutina misma se encargan de diluir. Es probable que la falta de promesas a futuro o la no programada intención de unir caminos haya conspirado a favor para que exista 3001, el primer disco que graban juntos Escalandrum y Elena Roger, o Elena Roger y Escalandrum, sin problemas de cartel, repasando parte de la obra de Astor Piazzolla y que presentan en vivo este viernes 11 a las 21 en el Teatro Coliseo (M.T. de Alvear 1125).
Elena Roger y Pipi Piazzolla, baterista de Escalandrum y digno nieto del maestro, se seguían los pasos a la distancia. Mientras ella crecía como cantante en musicales como Piaf o Mina, che cosa sei?!?, él era el artífice de la consolidación de una banda que viajó por el mundo por su solidez instrumental.
Fue en Nueva York cuando Roger asistió a un concierto de Escalandrum (banda integrada también por Nicolás Guerschberg arreglador del disco, Mariano Sivori, Damián Fogiel, Gustavo Musso, Martín Pantyrer) y saldó una deuda pendiente y cuando los músicos, devolviendo la gentileza (y no sólo eso,claro) la vieron a Elena en el musical Evita en Broadway.
«Salimos en Nueva York, lo pasamos bárbaro pero no hablamos de proyectos», recuerda Daniel «Pipi» Piazzolla. «Yo igual tenía necesidad en mi cabeza de hacer algo con una banda tan fuerte, tan potente», confiesa Roger.
En Mar del Plata, en 2014, el encuentro musical se concretó. «Yo estaba en Ushuaia y me pedían que haga Mina pero todos los músicos que siempre me acompañan estaban haciendo Priscilla, entonces la idea fue hacer algo nuevo. Encontramos «Balada para mi muerte» con Mina cantando con Piazzolla en vivo, y empezamos a pensar en juntarnos y ya la idea no era hacer Mina: era hacer Piazzolla», cuenta Elena sobre esa aventura que siguió con pistas musicales a la distancia, Escalandrum por un lado, ella por el otro. «Ellos ensayaron acá, yo en Ushuaia y llegamos juntos para la prueba de sonido», recuerda Roger y Pipi completa: «Esa fue la primera vez que tocamos juntos y dos horas después estábamos tocando para 5000 personas y salió todo perfecto. Realmente ahí nos dimos cuenta de que era un proyecto y estaba buenísimo. Y después a todo esto se sumó lo humano, la buena onda. Ella entró a un grupo de músicos que hace 15 años tocan juntos y para nosotros vino alguien de afuera. Y fue todo espectacular.»
¿Y cómo llegan al disco?
Elena Roger: Rápido dijimos de grabar un disco para que no se diluyera lo que había pasado.
Pipi Piazzolla: Grabamos en dos días, 12 temas. En realidad en el segundo día terminamos al mediodía, fue como una máquina, no podíamos parar de grabar y de tocar. Y no corregimos nada.
Con dos carreras tan consolidadas por separado ¿Qué le aportó uno al otro?
PP: Yo puedo decir de Escalandrum que es una banda que sabe escuchar, que maneja muchas dinámicas y funciona como una orquesta y yo creo que Elena aportó mucho desde su experiencia, en ningún momento nos trabamos.
ER: Me parece que todos tenemos una edad donde nadie quiere ser primero, donde los egos están bien puestos. En el laburo funciona así, nadie dice que «no» de entrada. Somos todos adultos que tiramos la mejor onda y tenemos ganas de ir para adelante.
PP: La queremos pasar bien y nos elegimos. Acá nadie quiere imponer su verdad.
ER: Hay una cosa muy fuerte que me sucedió grabando en los estudios Ion, y él siendo el nieto de Piazzolla… había una energía muy poderosa. Creo que todos tocan con mucho respeto y libertad esta música, todos la tienen muy incorporada, muy en la sangre. Escuchar a Piazzolla te toca una fibra que te explota el alma.
PP: Todos los temas tienen algo, desde la letra y la música. Es algo que tiene mi abuelo, que te emociona de su música que no entendés por qué y a eso le sumás la letra y es impresionante. Y además ahora está ella.
Así como este encuentro los enriquece, ¿qué otros encuentros los empujaron a seguir aprendiendo?
PP: Yo creo que cuando escalandrum presentó el disco Piazzolla plays Piazzolla en el Gran Rex en 2011 y se sumó Paquito de Rivera fue algo que al grupo le hizo muy bien, fue realmente tener un tipo virtuoso, increíble, tocando la música de Piazzolla de manera espectacular. Esa interacción fue algo que nos hizo muy bien, en la interpretación, en la simpleza, la despreocupación por tener que aprenderse todo. Recuerdo que ese día había habido un problema con un volcán y él llegó el mismo día del concierto. Tuvo que aprenderse diez, once temas y nunca estuvo preocupado. Ahora tratamos de tener esa misma filosofía. La preocupación a veces traba. Otro encuentro, fuera del grupo, fue mi abuelo, claro. Él me regaló mi primerabatería, su primer bandoneón, me llevó al Colón en ese famoso concierto del ’83 y fuimos los dos solos en limusina… Bah era un auto con vidrios negros pero me habían dicho que era una limusina. Esas cosas nadie las puede superar. Y tuve grandes maestros que me han marcado en mi vida pero son específicamente de la batería.
ER: Yo recuerdo el encuentro con Diego Reinhold. Fue un amor pasional trabajar juntos, estar arriba del escenario y encontrar un par y que en las canciones todo fluya fue muy importante. Aprendí todo lo que yo no sabía de actuación, de humor. Todo lo que transité con él fue un aprendizaje. También aprendí de muchos amigos: Omar Calicchio, Alejandra Radano, por ejemplo. Y no solo fue compartir escenario con ellos sino su manera de encarar la profesión, de no parar, de hacer 500 proyectos porque, claro, tenían que pagar un alquiler que yo no tenía que pagar, porque vivía con mis viejos y ellos creaban y creaban y no paraban de crear. También toda mi experiencia en Piaf, con un gran director inglés del que aprendí mucho viéndolo dirigir. Eso que me pasó con Reinhold no te pasa todo el tiempo y, por suerte, ahora lo vivo con Escalandrum. Es tocar y volar.
Antes de despedirse advierten casi a dúo: «Esto recién empieza». Y anuncian que en 2017 encararán una gira juntos por distintos escenarios nacionales e internacionales. «
Paseos tardíos en auto
El gen argentino, Buenos Aires, sonidos urbanos que remiten al lugar de uno. Eso es Piazzolla para muchos compatriotas. Para Roger es algo más. «Cuando recuerdo su música tengo unas situaciones en mi vida emotivas. Mi papá tuvo auto ya de grande, tenía 40 y pico y nosotros habíamos crecido sin auto. De repente teníamos uno y me acuerdo de estar todos arriba andando por la 9 de Julio, escuchar Piazzolla, y ahí entendés todo. De repente era el Obelisco, el auto, Buenos Aires. Tengo recuerdos muy claros de su música, que evocan mi niñez, mi ciudad, mi familia», recuerda Elena.
¿Y siendo chica ya te enganchabas con su música?
ER: Sí, tengo el recuerdo de que me emocionaba. Habrá sido «Libertango» o «Adiós Nonino», no se qué tiene, la verdad, pero va directo. Yo tenía 9, 10 años cuando lo escuchaba y era directo, a la sangre. Lo que pasa con su música es como una cosa astral, diría, del universo.
La música a la que hay que volver
Pipi, lo escuchás, sos familia, lo tocás, lo revisás, ¿en qué momento volvés a poner un disco de tu abuelo?
La de Piazzolla es la mejor música que se hizo en la historia de la humanidad. Cada vez que pongo un disco me sigue pegando, es una música de la que no te cansás, no te satura, tiene muchas riquezas, una gran profundidad, te emociona, es melancólica, por momentos tiene mucha fuerza o la violencia de una pelea o el romance. Todo está ahí y me encanta, me transporta.
¿En qué situaciones lo escuchás?
Siempre que me voy a dormir me pongo auriculares y escucho música. Yo trato de estar en tema, cuando sale algo en la semana que me interesa lo escucho entero y llega un momento en que necesito escuchar algo que esté bueno (risas). Yo escucho un montón de música para aprender algo técnico nuevo pero cuando voy al corazón, escucho a Piazzolla. Cuando quiero escuchar buena música lo escucho a mi abuelo.
¿A todo volumen?
No, yo escucho música pero suavecito. Mi casa es el paraíso de la tanada, están todos los chicos a los gritos (risas) así que siempre escucho tranquilo y a veces con auriculares. El oído tiene una vida útil.