La serie de antología de origen inglés Black Mirror, que en cada capítulo independiente explora en tono paranoico la progresiva integración de la tecnología a la vida cotidiana, regresa a Netflix el próximo viernes con el estreno de su cuarta temporada. Con seis nuevos episodios disponibles de manera simultánea al cruzar la medianoche del jueves 28, será la última presentación rutilante de la plataforma líder del streaming mundial en 2017, en un panorama televisivo que no da descanso y que tiene a los distintos jugadores del mercado programando múltiples estrenos de series de alta calidad cada semana.
Temas como la disolución de la individualidad, la sociedad de control y vigilancia o la posible pérdida del libre albedrío circulan en la serie que el inglés Charlie Brooker creó en 2011 y que juega una vez más en la delgada línea entre la denuncia, la reflexión y un inalterable pesimismo. Con mayor o menor ánimo moralizador, cada episodio de Black Mirror resuena en los espectadores porque apela a vivencias, sentires y pensamientos familiares: casi todo el mundo tiene un smartphone adherido a la palma de la mano, monitores encendidos las 24 horas y socializa cada vez más a través de la red y menos en el mundo físico.
La nueva temporada estará compuesta por cinco capítulos independientes y un sexto que compendiará tres relatos en uno y que, según reconoció Brooker en entrevistas a medios especializados ingleses, confirmará una teoría de fanáticos que señala que las distintas historias de Black Mirror ocurren en un mismo universo narrativo. Siempre decíamos que era un universo psicológicamente compartido y ahora algunos episodios están definitivamente conectados porque hay referencias específicas dentro de una historia a cosas que hemos visto en otros episodios, afirmó el creador de la serie acerca de cómo inicialmente las conexiones eran sugeridas, como un juego, y ahora les ha dado forma definitiva. Esto podrá verse de manera cabal en el episodio final de la temporada -y quizás de la serie, ya que aún no se confirma su continuidad-, titulado Black Museum y dirigido por Colm McCarthy, que estará centrado en un museo criminal que exhibe objetos de alto nivel tecnológico involucrados en algún delito de sangre.
Atentos televidentes reconocerán algunos de estos artefactos de temporadas pasadas. Una madre soltera y los difusos límites entre la sobreprotección y la vigilancia sofocante, serán los temas de Arkangel, el primer episodio dirigido por Jodie Foster con Rosemarie Dewitt en el papel estelar. USS Callister, con dirección de Toby Haynes y un genial Jesse Plemons como protagonista (Fargo, Breaking Bad), muestra un vívido mundo al estilo Star Trek y la inmersión en realidad virtual. Crocodile, de John Hillcoat, es un angustiante thriller criminal filmado en Islandia como un claro homenaje a la Fargo de los hermanos Coen y la serie homónima de Noah Hawley, con un dispositivo que puede acceder a los recuerdos de las personas en el centro de la escena. Hang the DJ, de Tim Van Patten, sigue a dos jóvenes sometidos a un avanzadísimo sistema informático de citas que promete hacerles conocer al amor de su vida con un 99,8 por ciento de fiabilidad, y Metalhead, dirigido por David Slade, será el primer episodio de Black Mirror editado en blanco y negro y estará centrado en un pesadillesco futuro postapocalíptico.
Ubicados en su mayoría en un futuro próximo, Black Mirror retoma claves de históricas series de antología, como las geniales Relatos asombrosos, La dimensión desconocida o Cuentos de la cripta, en los que el elemento disruptor fantástico, mágico o monstruoso es encarnado ahora por la tecnología. El propio Brooker reconoció su admiración por La dimensión desconocida y las series de antología y cómo intenta retomar con su serie la fórmula del qué pasaría si…, en la que se desgrana el relato sorprendente hasta un final que deje al espectador perplejo. Los nuevos episodios de Black Mirror prometen sostener desde el viernes, una vez más, su pulso inquietante y provocativo.