Un padre experimentado y otro primerizo que se encuentran en una sala de espera, aguardando que se los llame a presenciar el parto, mediante una atrapante charla tratan de llegar a algún tipo de certeza respecto a la cuestión de asumirse como padre, apelando a una especie de manual de autoayuda escrito por la Doctora Burstein, para validar sus procedimientos. De esta manera, los personajes ponen en evidencia la soledad y el desconcierto que habita tanto en un padre primerizo como a quien está esperando a su noveno descendiente.
Es que el nacimiento de un hijo pone en escena el complejo proceso por el que atraviesa un hombre en el momento de ser padre. El cambio que se produce en su relación de pareja, la transformación que opera en el mismo en relación a los modelos parentales que lo preexisten, los juguetes, la alimentación, los distintos estadíos de un niño en el proceso de su desarrollo, los límites y demás. La obra habla de la soledad. Ese binomio que se arma entre madre e hijo donde uno a veces queda afuera. Pero los personajes hablan de su infancia y como a partir de esa infancia, como se desarrolla la vida y como se desarrolla la crianza, como todo eso choca con los mandatos. Lo que se dice es novedoso porque la temática tiene una tendencia más femenina, por eso que los hombres no lo hablan tanto. Tiene esta obra esos momentos intensos dramáticos y fuertes más allá de la comedia que es el eje central, comenta el protagonista Pepe Monje, que vuelve al Tinglado, donde presentó muchas de sus trabajos anteriores en teatro.
La obra convoca al público a que deje de lado las exigencias de saber y sobre todo de un saber común frente al suceso de ser padre, poniendo el acento en la singularidad de cada individuo, pone, además, en tela de juicio la validez de los manuales de psicología y el saber que se pretende hacer derivar de ellos.
Escrita por Gabriel Guerrero y dirigida por Eduardo Lamoglia tuvo como disparadores vivencias comunes que no se tratan tanto como temática en teatro. Hacen catarsis antes de entrar a la sala de partos. Sin caer en el grotesco intentamos desarrollar lo cómico de la tensión que se siente en un momento así. Porque a todos los que tuvimos la experiencia algo nos pasa: a mí me paso que en el momento de entrar al parto el médico me miro, vio mi cara de terror y me dejo afuera, porque estaba blanco como un papel; así que tomamos cosas como esa para buscarle la vuelta y que no quede como una simple comedia didáctica, comenta Lamoglia quien ya había dirigido a Monje en otra ocasión, y encontró Enrique Dumont, hijo del recordado Ulises, también un artista muy abierto, así que aunque con algunos momentos difíciles como en cualquier acto de creación, siento que jugamos en armonía, afirma el director quien cree que el teatro es para entretener, comprender, reflexionar, pero sobre todo es un mensaje.
Si uno no tiene claro dónde quiere ir no sirve. Hay muchas manifestaciones que son huecas o carentes de sentido. Es importante no quedarse por arriba y, aunque sea comedia, profundizar. Porque los espectadores no pagan para que se le mienta, sino para que le cuenten algo que verdad o no, puede llegar a ser así.
Desde su punto de vista Pepe Monje entiende que más allá del tema, hoy el teatro tiene una relevancia muy fuerte como herramienta de lucha. Hoy cuando se intenta acallar distintas voces y espacios, siempre se nos da la posibilidad de juntarnos y expresarnos para ser parte de un evento teatral. Es importante porque que hasta hace un tiempo lo que eran ejercicios de memoria, hoy son de lucha y el teatro debe estar más presente que nunca, dice el actor. Monje cree que hay que recuperar los escenarios.
Si los perdimos tenemos que recuperarlos. Pero hay que saber que decir en cada uno de los escenarios. Hay pocas posibilidades de hacer un espectáculo, entonces hay que saber a provechar esa chance. Desde la palabra y la poesía vamos a poder ir ganando terreno. Hoy como actor me siento soy parte de una generación que tiene que construir, tenemos esa responsabilidad. De momentos difíciles se sale fortalecidos y enriquecidos, de eso se trata, confiesa el protagonista.