Desde A Hard Day’s Night Paul McCartney estuvo vinculado al cine. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esa relación -que empezó cuando siendo un Beatle hecho y derecho, allá por 1966- estuvo circunscripta a la composición de bandas de sonido (como la genial y emblemática Live and Let Die), de series de televisión, o de temas originales para ambos soportes narrativos.
Por eso verlo en su cameo en Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, tiene un sabor distinto. Por un lado, porque sus pariticipaciones presenciales en están más relacionadas con documentales, en la mayoría de los casos que hablan de The Beatles o de algunos de sus compañeros en la banda. Segundo, porque sus inquitudes cinematográficas, tienen más que ver con la realización y guiones que con la actuación. Por ejemplo, en 1985 concretó un proyecto que había postergado desde principios de los 70 -cuando consiguió los derechos- como fue llevar al cine las aventuras del comic infantil inglés el Oso Rupert (Rupert Bear). Con Rupert and The Frog Song debutó como productor y guionista (con Linda y Dunbar), además de componer la música y doblar las voces de varios personajes del film que dirigió Geoff Dunbar.
La mayor participación de Paul en un film es Give My Regards to Broad Street (1984, Peter Webb), que recrea algunos momentos de su vida, y donde, en consecuencia, Paul hace de McCartney. Acaso de ahí el entusiasmo que el mismo McCartney muestra por su cameo en la quinta entrega de Piratas, que compartió una foto con su caracterización del Tío de Jack Sparrow en su cuenta de Instagram y estuvo en algunas presentaciones. Y no sólo porque siempre se habló de las características infantiles de Paul, sino porque consigue darle a su personaje su también reconocido humor. El tío de Jack se parece a aquellos tíos de antaño, que mostraban la vida que el padre, por su posición en la relación de parentesco, es recomendable que, en el mejor de los casos, obvie mostrar.
Y si la quinta aventura de Jack Sparrow se convierte efectivamente en la última que se verá en Piratas, entonces sus vínculos familiares tienen otra valor: si de Keith Richards (su padre) heredó la gracia de la despreocupación, la canchereada y el egoísmo del interés individual, del tío Paul le quedó la gracia de la monería la monería, el optimismo y el toque infantil que da creer que la vida es un juego.