El tiempo, la vida que transcurre y la memoria en primer plano son los tópicos de El tiempo perdido, la nueva película de la realizadora María Alvarez. Cinco años dedicó la cineasta a registrar el encuentro de un grupo de hombres y mujeres que, casi con un celo religioso, se reunían semanalmente a leer En busca del tiempo perdido, una de las novelas más célebres de Marcel Proust. Los encuentros se daban en un bar de la zona de Tribunales, que hoy ya no existe, pero que sobrevivió lo suficiente como para que la directora pueda filmarlo en blanco y negro.

Esta nueva película, que se estrenó recientemente en el Malba, completa una trilogía que también componen Las cinéphilas y Las cercanas. En su derrotero por los certámenes, El tiempo perdido ganó el Premio a la Mejor Película de la competencia local en la edición 2020 del Festival de Mar del Plata y fue ampliamente celebrada a nivel internacional. “Como realizadora siento que esta película conecta con la gente. Es el retrato de un grupo de personas que desde hace unos veinte años venía reuniéndose alrededor de la obra de Proust. Con los comentarios que se generaban en cada encuentro, puedo decir que se produjo una especie de comedia donde interviene el arte, la lectura y el poder de la literatura como instancia de resistencia y refugio a través de los años”, dice María Alvarez.

-¿Cómo pensaste que esta historia podía convertirse en película?

-Primero hice Las Cinéphilas, un documental de mujeres jubiladas que iban al cine todos los días. Uno de los personajes que se llamaba Norma me comentó que iba a un grupo de lectura de Proust. En ese momento pensé que sería bueno acompañarla y filmarla, por más que no tuviera nada que ver con la película que estábamos haciendo con ella. Cuando fui a ese grupo de lectores me pareció increíble los temas que se trataban, y cuando entré al bar y me encontré con quince personas grandes, leyendo lo que leían y con ese nivel de concentración, todo comenzó a llamarme la atención. Desde ese punto me propuse seguir yendo y continuar grabando a ese grupo, aunque no sabía muy bien para qué porque yo no había leído a Proust, no sabía nada del autor. Como ellos se seguían juntando los comencé a filmar, comencé a leer las novelas del escritor, y enseguida me di cuenta de que filmar la palabra de alguien es algo difícil. Gracias a leer la novela apareció la idea de esta película.

-Las imágenes hablan mucho del clima de esos encuentros.

-Creo que eso es lo primero que se percibe. Me parece que lo que se ve a simple vista es como una especie de mundo, un universo que bien puede parecerse a una especie de burbuja. Creo que el trabajo que hicimos terminó por construir un lugar específico que está todo presente en la mesa del bar. Al no salir nunca de ese espacio, la invitación hacia el espectador es la de sumarse al universo de esas lecturas. De mis tres películas hechas hasta el momento, sí creo que esta es la que genera un lugar más similar a un oasis, o a algo encapsulado. Digamos que el que quiere como espectador entrar puede hacerlo, aunque a nadie se lo obliga (risas).

-El título de la película puede dispararse hacia varias interpretaciones. ¿Buscabas ese efecto?

-Es una buena pregunta, porque ahí hay subjetividad. Supongo que tiene que ver con qué entendemos como tiempo perdido y cuál es el ganado, el bien usado. Esa es una pregunta que siempre me estoy haciendo, e inclusive durante la producción solía preguntarme sobre esas cuestiones. Le dediqué a esta película unos cinco años de mi vida, me encantó hacer esta historia, filmarla y todo lo que ello conlleva, pero la pregunta sobre qué es el tiempo perdido siempre estaba ahí y la traslade al trabajo hecho.

-Hablando de tiempo, la película te llevó cinco años de producción. ¿Te imaginabas que iba a demandarte tanto?

-Digamos que todo fue muy orgánico. Yo hago películas con muy poquito apoyo y las hago de manera muy libre. Fui haciendo y haciendo, hasta que un día me pregunté cuándo terminaría, y sentí que ya lo tenía todo, de alguna manera. A medida que iba filmando también iba editando, así que eso me sirvió muchísimo para tener una idea general de lo que buscaba. Llega un momento en que las limitaciones ayudan y lo que tenés está ahí y lo que no aparece no está. Siempre los documentales ganan con el tiempo, pero los límites ayudan porque de lo contrario el infinito siempre está cerca.




El tiempo perdido
Un documental de María Alvarez. Lectores: Alberto Gelman, Roberto Piterbarg, Norma Bárbaro, entre otros. Música: Rosario Castillo. Sábados a las 20 en Cine Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.