En la industria audiovisual contemporánea de manera constante se actualiza una rivalidad entre películas y series sobre quién ostenta propuestas más originales. La actual edad de oro de las series, que comenzó con Los Soprano a finales del siglo pasado, se fue cimentando en guiones innovadores y sutiles actuaciones mientras en el cine comercial, además de grandes historias multipremiadas, sobreabundan tanques en sagas eternas, regreso de superhéroes y algunas historias clásicas que se vuelven a contar con mirada actual. Las series también hacen uso de estos recursos, como es el caso de El Internado: Las Cumbres, la nueva propuesta de Amazon Prime Video.
El Internado es una ya clásica serie española que pudo verse entre 2007 y 2010 por Antena 3, y que contó con siete temporadas. La historia se centra en un grupo de jóvenes presentados como conflictivos que están internados en una institución educativa, la cual busca encauzarlos a la vida en sociedad. A diferencia de las telenovelas juveniles que se asientan en la música y coreografías, El Internado se ubica en el género de suspenso-terror. Un enigma por descubrir lleva a los protagonistas a investigar cuestiones oscuras que ocultan las autoridades de la institución en el marco de dimensiones sobrenaturales, místicas y secretas.
Aquella primera saga se tituló El Internado: Laguna Negra, que es el nombre de la institución. Esta nueva entrega se denomina El Internado: Las Cumbres. Es importante aclarar que a pesar de que se habla de un reboot –una historia que vuelve a contarse tal cual nuevamente– esta temporada oficia como una continuación. En el primer capítulo, al pasar podemos ver a los protagonistas de la anterior saga, Julia (Blanca Suárez) e Iván (Yon González), ya mayores en televisión presentando un libro que cuenta su traumática experiencia en Laguna Negra. Un guiño al público que acompaña desde hace años.
En ocho capítulos, esta secuela mantiene el registro original de la historia. Un grupo de jóvenes con problemas sociales conviven en Las Cumbres, un colegio ubicado junto a un antiguo monasterio en un bosque misterioso, donde deben padecer la rigurosidad de profesores y directivos, con quienes a la vez se relacionan más allá de las clases. Tan insoportable es el clima, que en el primer capítulo vemos a los cuatro protagonistas, Amaia Torres (Asia Ortega), Paul Uribe (Albert Salazar), Manuel Villar (Carlos Alcaide) y Adéle Uribe (Daniela Rubio) planificando escaparse. Ese intento fallido desemboca en que uno de ellos sea capturado fuera de la institución por un irreconocible personaje enmascarado. Desde allí, la búsqueda de información por parte de sus compañeros abrirá puertas inesperadas sobre el colegio y una antigua logia llamada El Nido del Cuervo, que funcionaba en el pasado en el bosque y todavía tiene seguidores. En este sentido, viejos documentos arrojan pistas que tendrán como correlato la búsqueda de signos en el mismo internado, al tiempo que deben manejarse con la cautela de no saber todavía quiénes son amigos y quiénes enemigos. Desde ya que también se cuentan historias de amor, que recurren al clásico triángulo amoroso, la diversidad sexual y las relaciones prohibidas. En ese marco se conocen los entramados de las personalidades y las historias de cada protagonista en relación con su pasado y por qué se encuentran allí.
Entre los temas centrales de la serie también aparecen los problemas emocionales de los protagonistas, que se relacionan con el encierro y con sus familias ausentes en el relato. Desde allí se retrata cierta fragilidad adolescente en la que el contexto de encierro y castigo se consagra en la búsqueda de fortaleza, investigando misterios propios y del lugar que habitan.
En un terreno de vacancia de series de terror, donde brillan las canónicas provenientes de los libros de Stephen King, las apuestas hispanohablantes son aun más escasas. Sucede que existen ciertas reglas de atmósfera y tiempo que provienen de una tradición audiovisual anglosajona, también reelaborada por países asiáticos, de guiones precisos y una estandarizada producción en el cuidado de la imagen. El terror debe jugar en los bordes con lo inverosímil y este desarrollo no siempre sale bien. El caso de El Internado: Las Cumbres deja en un lugar importante a las producciones de terror españolas. Se logran momentos interesantes de suspenso y se construye una historia sólida, que encuentra un cierre con la posibilidad inevitable de su continuación. «