Es el mayor atentado contra la iglesia católica argentina, pero aun así no es tan conocido. Eso es lo que movió a la experimentada dramaturga y directora Elba Degrossi a escribir sobre ello y así recuperar la memoria. Su manera de aportar fue crear El crimen de San Patricio, obra que ficciona este crimen que permanece impune y que presenta en el teatro Tadrón los sábados.

En el barrio de Belgrano R, durante la madrugada del 4 de Julio de 1976, en la Iglesia de San Patricio, fueron asesinados tres sacerdotes y dos seminaristas pertenecientes a la orden de los palotinos: el padre Pedro Duffau, el padre Alfredo Leaden y el padre Alfredo Kelly así como Salvador Barbeito y Emilio Neira. Todo se encubrió y las investigaciones no llegaron a nada.

Por suerte está el teatro. La creación de Degrossi recibió en 2018 el Primer Premio de Dramaturgia en el Certamen Carlos Gorostiza, organizado por la Sociedad Argentina de Autores. “Me llamó la atención este hecho histórico, por la impunidad, que siempre es algo que moviliza a intentar hacer algo, y la poca difusión que tuvo con respecto a los asesinatos de la misma época. Cuando se cumplieron los 40 años, en 2016,  empecé a documentarme sobre lo sucedido, tratando de llegar a los detalles del crimen. Escribí la obra y finalmente este año la pude poner en escena”.

Degrossi no encontró otra forma de hablar del tema. “Soy dramaturga y todo lo que me moviliza me sale transformarlo en una obra de teatro. Para llevar el peso de la acción, encontré dos personajes, que son las primeras personas que se encuentran con el hecho, y se dan cuenta que mataron a estos religiosos, que son el organista y una vecina, y pensé mucho en esos dos personajes, los testigos del hecho”, cuenta Degrossi.

En la vida real, el organista fue un chico de 16 años. “Vino al estreno y se encontró con su propia historia. Fue emotivo. Aunque me tomé una licencia para dale un toque distintivo: en la obra el organista es un hombre grande, un anciano, que ya no puede tocar por artrosis en las manos y llega a la iglesia para despedirse del órgano y en esa despedida empieza a recordar estos hechos que sucedieron”.

Para ella, solo el teatro tiene la fuerza necesaria para reflexionar sobre los sucesos acaecidos, por lo que intentó usar todas las herramientas para darle potencia al relato. “En la puesta en escena que creé hay un músico en vivo, que va acompañando todo el drama, creando climas, sensaciones, preparando a la platea para lo que estamos contando. Ese tipo de recursos es muy interesante, para que la dureza de la realidad nos llegue algo modificada y con mayor profundidad. En este caso lo que hace es tocar instrumentos de percusión, además de órganos, teclados, flauta. Todo lo que va tocando acompaña muy bien al drama. No quería quedarme con lo lineal solamente”.

Degrossi también propone conocer la mirada de “la madre de uno de los asesinados, que es un vínculo muy fuerte”. “Y finalmente aparece un policía, que da cuenta de la información fría del hecho, como mostrando la otra parte y cómo se escondió todo”, cuenta la directora. “Sin dudas influyó que fue al principio de la última dictadura cívico militar y eso jugó en que no se conozca tanto y no tenga la difusión que hoy en día tendría, claro está, por la época. Y por otra parte, no es un dato menor, remarcar el rol de la iglesia en el suceso, haciendo todo para tapar u ocultar lo que pudo haber pasado. Fue un hecho terrible, una matanza, pero se pasó por alto, y se tapó mucho. Se complicó con la justicia. Hubo muchas investigaciones, pero nunca se llegó a ninguna conclusión. La única persona que investigó a fondo fue un periodista”.

Degrossi se refiere a Eduardo Kimel, que escribió un libro que se llama La masacre de San Patricio y que terminó siendo condenado por injurias. Su caso fue llevado a la OEA y ayudó a terminar con el delito de «calumnias e injurias» para casos de interés público. La normativa para despenalizar esos delitos es conocida de modo informal como «ley Kimel».

“El público reacciona con una gran emoción. La necesidad de la memoria es algo que la gente de teatro tiene claro que hay que tener. Traer a la luz estos hechos aberrantes colabora en eso. Por otro lado, también hay mucha gente que no sabía. Gente grande, no solo gente joven que no lo vivió. Pero para eso estamos, para repasar lo que nos pasó y no olvidarnos”, señala la dramaturga.

Con respecto a la dirección de actores, Degrossi tenía claro lo que quería: “Siempre mi forma de trabajo no solo se basa en lo que yo quiero, sino que uso mucho lo que trae el actor, para que le sea cómodo y sea natural. Su personalidad, sus sentimientos y su forma de interpretar. Sobre todo, eso que siente el personaje al vivir lo que le toca. Son cuatro actores, dos sabían del hecho y dos no lo conocían. Y los fuimos recorriendo e imaginando cómo se sentiría vivir algo así de cerca. Recrear algo o una persona que no somos nosotros es el mayor desafío que se tiene en el teatro”.

Para ella el teatro es un arte vivo. Cada representación es diferente, cada función es única, asevera, por más que la obra sea la misma. “Es una forma de comunicación directa. Hay contacto, se puede mirar al espectador y ellos miran a los actores de una manera especial. Se genera una concesión única que nada ni nadie puede tratar de destruir», comenta.

«Es una tarea que en nuestro país siempre está en crisis pero siempre sobrevive. Lamentablemente nos tenemos que ir adaptando a la manera que podamos para hacerlo. En Argentina hay muy poco apoyo oficial hoy en día. El Instituto del Teatro o el Fondo Nacional de las Artes eran un apoyo importante y hoy no están, o están en su mínima expresión. Esos recortes solo hacen más difíciles las cosas, a las salas, a las compañías teatrales. Pero nada nos detiene. Seguiremos adelante con lo que paga en boletería el espectador, que no es mucho y no puede competir con los grandes tanques comerciales de la calle Corrientes. Pero nadie quiere hacerse rico con esto. Es una manera de conectar, de compartir. Esto solo se vive con amor, vocación y esfuerzo”, cree.

El crimen de San Patricio

Con dramaturgia y dirección de Elba Degrossi y la actuación de Guillermo Flores, Melody Llarens, Dolores Cano y Julian Pardo. Sábados a las 21:30 en Tadrón Teatro, Niceto Vega 4802.