Christian Wolff (Ben Affleck) es un contador del que se irá descubriendo su historia con el correr de la película. No es cualquier contador: es uno que hace de la elusión fiscal un arte, y del lavado de dinero, un ilusionismo. Su genialidad está emparentada con el autismo (y esto no es revelación: se sabe a los poco minutos), y toda su historia también.
Los aciertos del film sobrepasan cómodo sus desaciertos. Entre ellos, las pinceladas con las que se va revelando la historia; el descubrimiento de quién es Wolff a través de una investigación paralela hecha por una mujer negra normal (es decir, sin ningún tipo de anomalía hereditaria que explique sus virtudes); el hecho de que esa investigación cobre el carácter de asedio casi en paralelo con el que Wolff sufre a partir del descubrimiento que realiza sobre un faltante en un empresa; la relación familiar; el ascetismo/ repulsión de Wolff respecto a todo lo humano; escenas de acción tan contundentes como claras, además de sin cargar o sobrecargar ninguna parte de la película, lo mismo que las explicaciones sobre las complejas maniobras financieras y fiscales para evitar el pago de impuestos; y, como no podía ser de otra manera, una latente historia de amor.
Sus desaciertos son pocos y se dan en la resolución, así que no se van a especificar aquí. Sí decir que pierde un poco el tono entre tenebroso y trágico. Tal vez se deba a la búsqueda de una continuidad, una saga al estilo Bourne (en donde El Contador puede encontrar resonancias, casualmente en especial en el tono) o de una especie de justificación en la que el cine de Hollywood suele caer más de la cuenta.
De cualquier modo, la tensión tiene un ritmo de aceleración propio que cuando alcanza su punto máximo se mantiene y logra conservar su dirección hasta el final. Nada poco para cualquier película, casi el éxito consumado para un mainstream.
El contador (The Accountant. Estados Unidos, 2016). Dirección: Gavin O’Connor. Guión: Bill Dubuque. Con: Ben Affleck, Anna Kendrick, J.K. Simmons, John Lithgow, Jon Bernthal, Jeffrey Tambor. 128 minutos. Apta mayores de 16 años.
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