José Celestino Campusano, fiel a su estilo, pone en evidencia la crítica situación y la violencia constante en la que viven las personas más humildes en la Patagonia. “El azote”, film que ganó la competencia argentina en el 32 Festival de Mar del Plata, cuenta la historia de Carlos Agustín Fuentes, un asistente social responsable de un Centro Asistencial para menores judicializados, ubicado en la Zona de El Alto, de la ciudad cordillerana de Bariloche.
“Desde el principio me gusta hablar con gente que viven situaciones que no son contadas. Con esa idea empecé a hacer cine. Trabajamos en cada proyecto con asistentes sociales, antropólogos, sociólogos, que tiene un contacto directo con muchas situaciones, para no dejar escapar detalles y retratar la realidad tal cual se vive”, detalla Campusano.
La película aborda “temas de interés social, sobre cómo se puede lidiar con las problemáticas púberes y adolescentes en un contexto de violencia constante, tanto familiar como institucional y barrial. Esos son los tópicos. Está basada en hechos verídicos sucedidos en Bariloche durante unos cinco años. Tiene que ver con anécdotas, vidas de chicos que se complican cuando apenas han comenzado a vivir y qué estamos haciendo mal como sociedad para que esto, no sólo suceda, sino que se repita”, señala el director.
Para el cineasta quilmeño el cine es “para echar luz en los rincones invisibilizados de nuestra sociedad. El cine es una herramienta para mostrar de lo que no se habla, para mí. Sea lo que se que cuente la historia de mis protagonistas, sea motociclistas, delincuentes o barrios carenciados, lo que quiero es mostrar lo que pasa y no se quiere ver”.
Participan “chicos de los barrios, muchísima gente e instituciones del Alto. La película puede ser además un claro testimonio de época. Son mensajes sumamente antropológicos, busca eso. Todas las que he filmado, ésta es la número once, contienen un tratamiento social y autocrítico. Nunca complaciente”, dice el director, quien considera útil visibilizarlo: “Mientras esté oculto, es el mal de pocos. Apunta al contacto muy tácito, que sea shockeante no es tan malo como que se oculte”.
Todo aquel que visitó la Patagonia puede notar a simple vista la disparidad social. “Se nota que hay un caldo de cultivo muy espeso para muchas situaciones que muchas veces no se entiende. El aporte de la película es que explica desde el aspecto social y familiar porque pasa lo que pasa. Como puede ser que con 15 grados bajo cero vivan en piso de tierra, techo de chapa y como lo mercado laboral los repele dejando todo dado para que la delincuencia y los problemas familiares de gran magnitud”.
Con respecto a la cantidad de películas que logra filmar, Campusano entiende que todo surge en el disfrute que le genera el trabajo, “no me canso nunca de hacer películas ni de ayudar a otros a hacerlas”. Reconoce que pudo conocer lugares en la Argentina y el mundo, por lo que está agradecido. “Siento que doy mi cuota de servicios al espectador, mostrando lo que lo demás no muestran y en un registro casi documental”, señala.
Campusano es, junto a otros directores, el creador de una red colaborativa, cooperativa y comunitaria, conformadas por ONG audiovisuales, cuya única premisa es estar en rodaje permanente. “Logramos más de 40 largometrajes en todo el continente. Ese consorcio de productoras te permite mantenerte activo, es una linda manera que encontramos”, reconoce.
En cada película que comienza, Campusano reúne a los talentos que lo rodean y se embarcan como si fuera la última. “Ponemos lo mejor, en todo, desde el encuadre a la forma de relatar, porque queremos aprovechar la chance”, confiesa. Toda crisis es una oportunidad para este cineasta: “Es cuando la experimentación pude convertirse en algo concreto. Y si uno puede aportar a la integración de sectores marginados, mejor porque todo ellos te agradecen dejándote que muestres su verdad”.
Muchos de los diálogos de sus películas no son guionados, son reflejo de situaciones en la que con la menor intervención posible este director pone sus cámaras, incluyéndola en la historia de ficción que eligió. “el talento está en todas partes, y yo estoy siempre del lado de la comunidad y eso afecta el resultado. Creo en lo humano por sobre la política y demás. Amo a las personas y quiero hablar de ellos, no importa quienes sean”.