Los días pasan, pero las repercusiones por haber llevado el Oscar a Chile todavía lo tienen ocupado. Una mujer fantástica ganó el Goya a la mejor película iberoamericana, consiguió el Oso de Plata al mejor guión en la Berlinale, obtuvo tres Premios Fenix, y se hizo con el premio Spirit del cine independiente al mejor filme internacional. Pero el premio de la Academia que recibió en Los Ángeles es la consagración de cualquiera que haga películas.
Estamos muy contentos como equipo, muy cansado, pero conformes por lo que significa para el cine chileno, para la cultura en Chile, para la visibilizacion de los temas que la película pone sobre la palestra. Fue una noticia preciosa para todos, dice Lelio desde su oficina. En la cinta se aborda la historia de Marina (Daniela Vega), una mujer transexual que se enfrenta a la muerte repentina de su pareja, Orlando (Francisco Reyes), 20 años mayor que ella. En el duelo, la familia de su ex le impide vivir en paz, siendo blanco de reproches, prejuicios y violencia. Todo con derivaciones oníricas y un tratamiento fotográfico de alta calidad.
Esta era la segunda nominación para el cine chileno en este apartado del Oscar, después de No (2012) de Pablo Larraín, una película que no pudo obtener el trofeo en 2013, pero que se sacó la espina porque fue productor de este film. Técnicamente esta es también la segunda producción trasandina en obtener un premio Oscar, luego que en 2016 Historia de Oso, de Gabriel Osorio triunfara como Mejor Cortometraje animado. Pero por lo que el largometraje representa este es el premio más importante de la historia para su país.
-¿Como fue el proceso creativo de la película?
– Todo empezó jugando con la idea de qué pasaría si la persona que amas muere en tus brazos. Ese sería el peor lugar para morir si eres la indeseada y toda la familia no te quiere por alguna razón, entonces si nadie te quiere allí nos pareció un buen puntapié para una película. Cuando empezamos a trabajar el guion nos encontramos con la idea de que esto le pase a una mujer trans y todo hizo click. En ese momento dejamos de escribir y salimos a conocer que pasaba ahí afuera, en la calle. Tenía la sensación que mi cabeza estaba llena de clichés alejado de la realidad por la poca y anticuada representación cultural entorno a este tema. Pude conocer varias mujeres trans de Santiago, para saber cómo era para ellas vivir en esa ciudad. Me vino bien porque como yo vivo en Berlín, estaba un poco desconectado de cómo era.
-¿Como conocieron a Daniela Vega, la protagonista?
– En esta búsqueda de consultoras para conocer mejor la situación, no en busca de una actriz, nos topamos con ella. Fue un momento súper importante en todo el proceso de armado, porque no solo nos dio una colaboradora cercana y una amiga nueva sino que encontramos a alguien para poder conversar con las sutilezas para contar de la mejor manera cómo es ser una mujer trans en Chile. Entendí que si quería hacer la película, si quería seguir con el guión pero que no la iba a hacer si la protagonista no era una chica transgénero.
-¿Para no perder realismo?
– En Daniela vi todo. Ella tiene en sus ojos, en su piel, en su cuerpo, toda una historia de años, real. Y la cámara nota eso. Eso pone la película en una dimensión distinta porque le da la potencia de la verdad.
-¿El cine es una herramienta con una función social desde tu punto de vista?
– Cuando uno hace uno película siempre está ocupado de los problemas artísticos. Si falta esto o lo otro, ya sea desde el punto de vista de los principios éticos, morales o estéticos que uno quiere ponerle. Uno cree que si están bien abordados es posible que la película y su potencia sola logre generar resonancias que le hagan abrirse paso en la realidad concreta, pero lo cierto es que en este caso una de las principales cosas que yo trate de huir es de la película panfletaria. No quería filmar por una causa.
-¿Por qué?
– Porque no es mi causa, mi causa es el cine. Pero mi conexión con el tema es humano. La belleza del asunto es que el cine sirvió de puente entre realidades que no tendrían porque tocarse, y eso es emocionante. Ahora, ver como desde que empezamos a escribir el guión hasta que se estrenó la película, no solo el mundo dio un giro en 180 grados políticamente en retroceso, casi hasta el medioevo te diría, lo que hizo que el tema de la mujer y la cultura trans explotaran de manera mainstream para luchar contra ese retroceso.
-¿Eso es algo que no se puede calcular, no?
– Claro que no, porque uno no escribe o prepara una historia viendo para adonde sopla el viento. Al menos nosotros. Pero la película ganó una urgencia que nosotros no teníamos como prever. Ahora, el hecho de que el Oscar le dio extrema urgencia a la Ley de la identidad de género en Chile y los políticos corran el riesgo de quedar culturalmente atrasados sino enfrentan el tema o ignorantes o retrógrados si no aprueban esa ley es un gran triunfo de la cultura. Es motivo de orgullo para nosotros.
-¿ Hay alguna característica especial del cine chileno que sientas que hoy lo haga destacar?
– Es difícil encontrar puntos de contactos programáticos entre todos los que hacemos cine desde Chile. No somos el nuevo cine rumano, o algo así. Creo que hay hambre de cine, de hacer películas, de contar historias nuestras. Toda esta generación de directores que hoy estamos trabajando, cuando éramos jóvenes nos metimos en escuelas de cine que fueron cerradas en dictadura y que fueron reabiertas cuando empezábamos. Fuimos creciendo con la reconstrucción de toda la maquinaria del cine chileno que estaba completamente desmantelada a principios de los 90. Lo único que teníamos eran películas de adentro y lo que ha caracterizado estos años desde que estrenamos nuestras primeras películas es que han aparecido voces con ganas de dar una mirada peculiar de las cosas. El ángulo personal es lo que podría ser algo que se repite entre nosotros, más allá de la coherencia estética entre directores. Creo que hay grandes ganas de experimentar y de encontrar soluciones propias. El cine chileno tiene variedad producto del hambre que mencione antes, y cierto desparpajo. Quizás por la juventud de nuestra tradición una cierta actitud sin demasiada reverencia en temores en como el cine debería ser. Algo peligroso para la creatividad.
– ¿Luego del éxito, que viene?
– Estoy en la anómala situación que yo ya filme dos películas. Estuve en Inglaterra haciendo Disobedience, una historia de amor lésbico en el seno de una comunidad judía ortodoxa protagonizada nada menos que por Rachel McAdams y Rachel Weisz (tuvo su premiere mundial en el último Festival de Toronto y se anuncia en el mercado norteamericano para el 27 de abril) y filmé una nueva versión de Gloria, en Estados Unidos, con Julianne Moore junto con John Turturro y Michael Cera, que llegaría a las salas norteamericanas a partir de octubre próximo o a finales de año. La angustia del que voy hacer después de esto no la tengo por ahora, la tengo resuelta. Viene un año a pura promoción, luego se verá, en algo vamos a andar.