Si las infancias se midieran por las películas que les niños del mundo pueden ver de chicos, sin dudas las de hoy son mejores que las del siglo pasado. A lo que ya pueden descubrir por Internet, el lunes se sumó la noticia de que Netflix pondrá a disposición de sus usuarios las 21 películas del mítico estudio de animación japonés, Studio Ghibli. Claro que no es para todos: muchos no tienen acceso siquiera a Internet, ni que hablar de la plataforma streaming más popular. Pero sin dudas que las películas del maestro Hayao Miyazaki estén más a mano de mayor cantidad de niños y niñas en el planeta es una buena noticia.
Porque de eso esencialmente se trata la noticia: las películas que Miyazaki (creador) e Isao Takahata (mentor) hicieron a partir de fundar su estudio en 1985 -luego de mostrar su talento en series como Heidi– estarán disponibles, en forma escalonada, desde el 1 de febrero próximo. Ese día ya se podrán ver “El Castillo en el cielo” (1986, estrenada en DVD en 2010 en Argentina); “Mi vecino Totoro” (1988, una maravilla que hace sentir que el mundo puede ser totalmente otro, se pudo ver en festivales y tuvo un lanzamiento en DVD en 2016); “Only Yesterday” (1991, en Argentina se conoció como Recuerdos del ayer); Kiki: entregas a domicilio (1989, El Delivery de Kiki en Argentina en su lanzamiento DVD de 2003); Porco Rosso (1992, en DVD en Argentina en 2016); Ocean Waves (Puedo escuchar el mar); Tales from the Earthsea (2006, título original: Gedo Senki).
La noticia conmovió a los fans, que por supuesto siempre tienen una mirada peculiar, pero son los que hacen llamar la atención del resto de los mortales: su desmedido entusiasmo indica que ahí hay un tipo de fenómeno que al resto escapa. En el caso del estudio Ghibli a quien no escapó fue a Disney, que al ver cómo Miyazaki y compañía lograban captar el entusiasmo de las nuevas generaciones no tuvo más remedio que mirar a ver de qué se trataba. En medio de una fiebre paranoica sobre los japoneses y todo lo nipón (la cinematografía hollywoodense de la década del 80 está llena de referencias al final de la industria Made in USA a manos de su par japonesa), el mundo de fantasía propuesto por Miyazaki a través de un trazo totalmente original e historias que representaban un inverosímil totalmente creíble y disfrutable (lo primero sucedía por lo segundo, a la manera de una fábula de Ítalo Calvino), Occidente tuvo que prestar atención de otra manera a lo que sucedía culturalmente en ese territorio que había conquistado a fuerza de masacres atómicas. Porque si bien el anime ya era parte del universo animado occidental, con la nombrada Heidi o antes con Astroboy para series televisivas, o largometrajes como los de Kenzo Masaoka, lo que produjo el imaginario Ghibli fue novedoso.
Como Claude Monet, Paul Gauguin, Edgar Degas y Vincent van Gogh habían sido influenciados un siglo antes por las pinturas de la isla, ahora lo eran los dibujantes de animación norteamericanos, que vieron en el anime de Miyazaki la posibilidad de romper con la idea Disney de la animación. Básicamente -porque hay muchísimos más detalles que escapan a este artículo- los entusiasmaba dos cosas. Una, que las historias de Ghibli no tenían edad: si bien su target preferencial eran los más chicos, podían ser disfrutadas perfectamente por los adultos, que se ponían en contacto con la parte más entrañable de sí mismos: la de su infancia. Por otro, aunque en mucha menor medida, les daba una imagen femenina diferente a la anquilosada en las historias de hadas y princesas de Disney.
De hecho el estudio que le cambia la cara a la animación occidental dominada por Disney -y que con el tiempo Disney adquiere- tiene a las producciones de Ghibli como su guía existencial: John Lasseter, uno de los creadores de Pixar y su emblemática Toy Story, vio por primera vez una producción de Miyazaki (en realidad tres secuencias) en un VHS clandestino. “¡No estaba solo en el mundo!”, dijo exclamar en ese momento en una entrevista de años más tarde.
Tiempo después del mutuo descubrimiento de Lasseter – Miyzaki (porque el japonés terminó conociendo y entablando amistad con su fan), el creador de Totoro explicó que uno de sus secretos era el desarrollo de los personajes, descubrir secretos de su personalidad a partir de características físicas, de la circunstancia en la que se encontraban y de las perspectivas sobre los hechos que les daban esta combinación de características.
En una entrevista que quien escribe tuvo la fortuna de realizarle a Lasseter con motivo del estreno en Argentina de Toy Story, el autor dijo que el dinosaurio Rex no podía ser otra cosa que asustadizo: “¿Quién con ese tamaño y esos brazos cortitos que tenía no iba a estar todo el tiempo asustado por caerse? ¿Cómo se protegería de un tropiezo?”. Entre otras cosas, Ghibli le regaló al mundo esa novedosa perspectiva de ver a las criaturas que lo hacen todos los días.