Siempre es lindo volver a ver a Bridget Jones, su gracia infantil al borde de la tontería, incluso de la autocompasión. Es agradable ver que en este regreso hay, al principio, ingenio. No se vuelve porque sí, no se confía en la fórmula fácil.

En esa primera parte queda claro que ella fracasó, en una sentido amplio del término. Fracasó según la imaginería popular oficial de que fracasa toda mujer que llegado a los 40 no tiene hijos. Fracaso también porque tampoco tiene pareja. Pero sobre todo fracasó en el sentido de cualquier humano: es difícil llegar a esa edad sin sentir esa sensación entre decepción y angustia por haber quedado a una distancia insuperable de los sueños de juventud; no se trata de una cuestión de fe, menos de actitud, sólo de una imposibilidad fáctica: los sueños de juventud suelen tener como condición de posibilidad una energía a la que sólo es posible acceder, por una cuestión biológica, cuando se es joven; alejados de esa etapa de la vida, esos sueños resultan imposibles. La tercera entrega de Bridget juega con esa sensación. Lo hace con delicadeza. No abusa ni se retuerce en ella para llegar al cinismo; no despotrica ni lo niega pretendiendo una nueva juventud.


Pero, comedia romántica al fin y al cabo, no puede renunciar a su mensaje de esperanza. Así que, como todos saben, Bridget queda embarazada. Lo hace en una noche de juerga o lo hace en una noche de loco amor. En una u otra, su irresponsabilidad, en tiempo de tanta enfermedad sexual, es grande. Sin embargo el film la premia con un embarazo (por supuesto que según los valores que rescata y realza la película). Y ahí es cuando, sin salir de su registro, entra a forzar la trama para hacer llegar la historia a buen puerto pasando por todos los lugares comunes posibles. Perdiendo de vista, en parte, el respeto por su espectador: lo supone con valores, más que convencionales, trillados. Renée Zellweger, que a esta altura para todos es Bridget Jones, le pone algo de gracia a una película que la pierde irremediablemente, pero por supuesto que no alcanza. Por suerte no hay sorpresas, y el final es el que todos (según la convención que maneja el film) esperan. Un final que con el temor de los inseguros, amaga con más capítulos para la secuela.

Ficha técnica:

El Bebé de Bridget Jones (Bridget Jones’s Baby. Reino Unido-Estados Unidos-Francia, 2016). Dirección: Sharon Maguire. Guión: Emma Thompson, Helen Fielding y Dan Mazer. Con: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, Emma Thompson, Shirley Henderson, Jim Broadbent, Celia Imrie, James Callis, Sarah Solemani, Gemma Jones y Sally Phillips. Duración: 122 minutos. Apta para mayores de 13 años.