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Netflix acaba de estrenar Miles Davis: Birth of the Cool (de Stanley Nelson). Pero ya es sabido que no sólo de Miles vive el jazz, todo un estilo que ha dado genialidades de todo tipo, como también unas cuantas tragedias. Y si bien es cierto que el jazz suele ser un género con cierta dificultad para las masas, la vida de sus protagonistas puede generar empatía con cualquiera: después de todo la vida es eso que nos pasa mientras estamos tratando de hacer otra cosa. En el caso del jazz, se puede decir que hay un plus para eso de la empatía: al haber sido tomado por los negros como modo de expresión y resistencia, ayuda mucho a entender cuestiones de segregación cultural, que por lo general lo son de clase social por más color que se le ponga. Aquí un puñado de esos films que pueden no hacernos mejores, pero al menos nos dan más información de cómo poder serlo.

What Happened, Miss Simone? (2015, Liz Garbus)

Es posible hipotetizar que la película se titula con una pregunta porque no encuentra respuestas. Así, lo que propone son caminos de reflexión. Tal vez en calidad interpretativa hubo otras como ella; incluso superiores. Pero Nina Simone es la entrada de la interpretación del jazz en la modernidad tardía, la que hoy se añora porque el estado que la forjó y a la vez que posibilitó ese estado ya no existe. Hace rato que no existe. Y Nina nos transporta a ese mundo que quedó tan lejos que es probable que se idealice, pero el documental se encarga de que eso no pase: no todo fue color de rosas, aunque eso no quita que haya sido mejor que esto. Tan mejor que esto era, que inspiró la frase del Flaco Spinetta de que el futuro siempre es mejor. En Simone está la aceleración del vértigo al que llevó la modernidad del siglo 20 y los prolegómenos de la mujer actual: la que no tiene nada, es una paria, y sin embargo tiene su pelo, su cabeza, su cerebro.

Let’s get lost (1988, de Bruce Weber)

Otra que también funciona como un viaje en el tiempo. Aquí lo que sucede es que el  fotógrafo Bruce Weber (el mismo que hace el film) encuentra una foto en la que reconoce a un tipo perdido viviendo en la calle. El tipo no es ni más ni menos que Chet Baker, quien en los 50 además de descocer la trompeta vestía con una elegancia y una pulcritud que lo resaltaba. El documental por un lado tiene remite a una forma de tocar la trompeta que el paso de los años dejó atrás, pero también un trabajo con las fotos que sólo es posible cuando se la imprime en papel: es muy difícil conseguir el mismo efecto en una pantalla digital. Y de ahí también el atractivo del film. Que no se ocupa mucho de los porqués que llevaron a un músico blanco un mundo de negros, dueño de un gran talento como de una buena dosis de despotismo, del punto exacto en el que se iba a comer el mundo a convertirse en un hombre adicto a la metadona a punto de la muerte a sus 57 años. Porque la fascinación de Weber por su objeto de filmación lo hace un film muy entretenido, pero también poco crítico.

I Called Him Morgan (2016, Kasper Collin)

Como todo género musical, el jazz tuvo sus buenas internas. Celos, envidias, competencia desleal, todo forma también parte de su mundo, y ésta es una de las películas que mejor lo refleja (y así entender las internas de la música en general). Distintos especialistas comparan a Lee Morgan con Louis Armstrong, Dizzy Gillespie o Miles Davis, pero dicen que como murió demasiado joven (33 años; aunque John Coltrane, ya con esa edad, había hecho suficiente historia) como para ser reconocido como se merecía. Este documental tiene la vibra misma del jazz: permite transmitir la luminosidad y oscuridad de ese mundo en el que la música pasa de la divinidad a la diablura como por arte de magia.

Chasing Trane

Bastante lineal pero efectivo, este documental versa sobre el que muchos consideran como el mejor saxofonista de todos los tiempos: John Coltrane. A partir de reportajes en la prensa gráfica, el film consigue dar una idea de cómo la religión a la que abrazó con todas sus fuerzas, al tiempo que resultó su salvación cuando el mismísimo Creador lo dejó solo en el mundo (se llevó a su padre, abuelo y tío en dos años; todos vivían con él), también lo llevó a las drogas por la falta de explicación de por qué lo había castigado de esa manera. Trane (como los más cooles o afectos a la jerga lo llamaban), sin embargo, sigue inquebrantable con su fe: con ella puede salir de las drogas sin tratamiento. Un gran sufrimiento que lleva al film fuera de los límites de la música para ofrecer una explicación más de lo que puede ser la fe religiosa y a las cosas que es capaz de conducir. Coltrane siente que tiene la misión de un mesías en el mundo -y eso es algo que siente gente de cualquier lugar del planeta dedicada a los más diversos quehaceres-, y así se conduce por la vida .

Calle 54 (2000, de Fernando Trueba)

Gran homenaje del nunca bien reconocido jazz latino. El cineasta español Fernando Trueba (Belle Époque, El año de las luces) se pone a indagar con la minuciosidad de los fans, detalles y vericuetos de varios pilares del jazz de sangre latina que tanto aportó al género. Gato Barbieri, Bebo y Chucho Valdés, Michel Camino, Tito Puente y Jerry González son los héroes de esta película que tiene como escenario a Nueva York, en especial a partir de la migración cubana y de Centroamérica de los cincuenta en adelante. Un muy bello ejercicio por parte del director y para los espectadores de ver cómo, la fusión, el entrecruzamiento cultural produce nuevos y bellos sonidos (y bailes), antes que la aspereza del enfrentamiento.