Estaba trabajando en España y el director Jabi Elortegi le pidió reunirse para contarle un proyecto.  A Eduardo Blanco, reconocido actor argentino, de esos que tienen más de un personaje que el espectador recuerda, le gustó la idea: Un joven vasco atraviesa una crisis personal, quiere dejar su ciudad natal y acepta la propuesta de un pariente para irse a la Argentina. Cuando llega, se encuentra en una pequeña comunidad apasionada por sus raíces vascas, pero muchas de las promesas persuasivas que lo decidieron, no son del todo verdad. Arrepentido Mikel, el joven vasco, quiere volverse, pero sus días llega el giro inesperado en la historia: se encariña con su tía abuela y, sobre todo con su cuidadora, que le renueva la esperanza y lo saca de su amargura.

Esta es la trama central de El vasco, la película que llega este jueves 14 a las salas nacionales, luego de su estreno en España y después de participar en varios festivales como el de San Sebastián, el de Miami y el de Chicago, donde obtuvo el premio del público. “Nos conocimos en Madrid, antes de la pandemia, y estaba todo listo para contar esta historia tan particular y que tanto identificará al espectador. Pero bueno, tuvo su retraso, hasta que finalmente pudimos filmarla, testeándonos tres veces a la semana. Fue divertido de hacer, eso es lo más importante. Con un personaje que tiene un arco amplio, lo que a mí como actor me encantó”, explica Blanco en diálogo con Tiempo.

Coproducida por España y Argentina y con un elenco mixto de ambos países, el film habla de temas cada vez menos transitados: la importancia los vínculos y las falsas promesa de felicidad. “Es una historia potente. Mi personaje a primera vista parece medio chanta, él convence al vasco a que se venga. Pero en realidad es un personaje que cuenta algo que pasó y pasa siempre: la gente va a un país a tratar de vivir mejor, pero inevitablemente se termina juntando con compatriotas para conservar tradiciones y preservar la cultura. Pero ya los hijos y los nietos van armando una nueva forma cultura. Lo interesante que plantea la película es esas diferencias o creencias que se tienen con respecto a los orígenes de cada uno, pero también que hay situaciones que nos unen. Todo con un humor sarcástico y una ironía más que interesante”, define el intérprete.

Chelo su personaje, es muy argentino, con los estereotipos típicos, pero también alguien conflictuado, con problemas con la bebida y el juego, lo cual le permite contar emociones humanas potentes. “Es la historia de un pueblo chico, de una persona que quiere salir de un pequeño círculo y entra en otro similar, con todo lo que eso trae aparejado. También cuenta cómo todo se modifica con el paso del tiempo, las decisiones que cada uno toma para abrirse camino y como ciertos principios e ideas nos unen, aunque quizás de maneras que no nos damos cuenta. Se habla de lo afectivo, de las relaciones humanas, y qué es la traición, o no, a las tradiciones que nos marcan y como cada uno quiere ver las cosas que nos pasan a los humanos.”

Para Blanco, hijo de inmigrantes gallegos, es algo muy cercano, y que los argentinos podemos encontrar en muchísimas familias. “Es el vínculo afectivo que se crea con los ancestros y con los familiares que muchas veces valoramos cuando ya no están. Todo se transforma a medida que vivimos y  está bueno  reflexionar, desde la creación artística, en este caso una película, sobre la multiculturalidad que nos atraviesa”.

Eduardo Blanco se define como una persona que siempre mira hacia el futuro y no añora las vivencias del pasado. “A veces hay que dar pasos para atrás para volver a avanzar, pero me gusta pensar, en lo profesional, siempre en algo que quiero hacer. Estoy orgulloso de los trabajos que he hecho. Sé que muchos papeles que me tocaron quedaron grabados en el imaginario colectivo, que la gente recuerda mucho, y eso me produce alegría. El trabajo del actor es tratar de llegar al corazón del espectador. Lo que hice en Luna de Avellaneda, Vientos del agua, El hijo de la novia, o lo que vengo haciendo con Brandoni en teatro, Parque Lezama, es algo que la gente me recuerda permanentemente, y eso es espectacular. El recorrido me permite tener ese reconocimiento que su vez me permite seguir logrando continuidad laboral, lo más añorado por un actor. Me gusta lo que hice, pero yo ya pienso en la película que vendrá, para ver que puedo aportarle”. 

No tiene cuentas pendientes en lo profesional, pero le gusta que la vida lo sorprenda. Lo que más le inquieta a Blanco, es la Argentina que podría llegar a venir, si los resultados de la PASO no son una alarma para frenar ciertas ideas que se basan en el individualismo extremo como motor de un capitalismo salvaje que se olvida de lo humano, usando de excusa una palabra tan atractiva como la libertad. “Veo con muchísima preocupación la situación del país. Escucho cosas que asustan. Lejos de querer mejorar, son más leña al fuego. Es perjudicial destruir todo, porque mucho o poco, lo que hay es lo que pudimos construir. No puede ser que no se comprenda que no es bueno irse a los extremos. Obviamente muchas cosas no funcionan y hay que corregirlas, pero  como en todos lados. En vez de centrarnos en salir de un pozo, cavamos aún más profundo. Tenemos que valorarnos más, supimos ser un gran país, con valiosos aportes a la humanidad en ciencia, deportes y cultura, en cualquiera de sus ramas. Tenemos que apostar a eso”.

Para el actor las ideas descabelladas de la ultraderecha son aberrantes. “Se pueden tener ideas afines o diferentes entre distintos sectores, pero se ha roto una forma de interacción para ir hacia un bien común. Es difícil digerir esto, creo y espero que prime la tolerancia y podamos encontrar el camino, para desarrollar lo que hacemos bien, que no son pocas cosas, son cosas importantes que nos pueden ayudar a vivir mejor. Cada uno desde su lugar tiene que aportar. Y en eso estamos”, concluye el actor.


El vasco

De Jabi Elortegi, con Joseba Usabiaga, Eduardo Blanco, Inés Efron, Itziar Aizpuru, Laura Oliva y Itziar Ituñ. Estrena el jueves 14 de septiembre. En cines.