El doctor Hermes Vanth, uno de los principales profesionales del Hospital Rivadavia, empieza a tener una sucesión llamativa de paciente muertos. En cada una de ellas, un hombre viejo se cruza a su mirada que busca explicaciones en un punto fijo, el infinito o la nada. El mal, en un momento, pasa a afectar a su mujer, entonces Hermes comienza a seguir al viejo para encontrar las razones, que pese a que las busca científicas y según la lógica cartesiana, están en otra parte.
La idea del fantástico mezclado con los mitos religiosos y el cine de terror no es un género al que el cine argentino le haya dedicado el tiempo que un gusto tan popular requiere. Los intentos fallidos terminaron siendo parte de un cine clase B involuntario. En ese sentido, la película de Mazurek se inscribe en los intentos fallidos. Si bien se nota un conocimiento del género, es uno más bien de interpretación y hasta teórico, no el que surge de la experiencia. Y eso se nota bastante en el film, que nunca logra arrancar. No porque no avance, sino porque lo hace a la manera que a veces avanzan los audiovisuales en streaming cuando la banda ancha no es buena o no tan ancha: esa especie de tumbos, tipo tropiezos, que terminan haciendo perder el entusiasmo.
Los diálogos atinados y las actuaciones buenas aunque desparejas, no alcanzan para salvar esas falencias. Incluso cuando la secuencia final parece ganar el pulso que le falta al resto del metraje. En parte una pena porque falló, en parte un aliciente porque hubo un intento. No se trata de que todo tenga su lado positivo, sino del tono que Mazurek, pese a todo, logra imponerle a su producción: la de un director preocupado por lo que hace, y no uno que se desentiende del asunto.
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