Blondi es la madre soltera de Mirko. Tuvo a su hijo cuando era una adolescente de 15 años y ahora ella tiene 40 y él, veinticinco. Son roomate, comparten fiestas y recitales, ven las mismas películas, fuman porro juntos y tienen códigos propios. El problema es que, en ocasiones, ella es más inmadura que él. Por ejemplo, cuando no puede resistir la tentación de robar algo en el supermercado chino o en tiendas de ropa.  En todo caso, el mejor plan de Blondi es el hijo, son la pareja perfecta… Pero, como escribió Borges alguna vez: “No hay más paraíso que los paraísos perdidos”. Mirko tendrá que despegar y despedirse, por un tiempo, de su madre.

Este el punto de partida de Blondi, la película que implica el bautismo de fuego de Dolores Fonzi en un triple rol, en el que demuestra que, para ella, es tan natural estar adelante como detrás de cámara. En efecto, como coguionista y directora de esta comedia -con ajustadas dosis de dramatismo- demuestra similar precisión que en momentos cumbres de sus interpretaciones, tales como El fondo del mar (Szifron, 2001), El campo (Belón, 2012), La patota (Mitre, 2015) o La cordillera (Mitre, 2017), entre otras.

–¿Cómo compusiste el personaje de Blondi?

–Quería trabajar el vínculo entre una madre y un hijo, llevándolo a la comedia que es el género y el tono en el que yo me siento cómoda. Sobre todo en esta idea de que sean roles más invertidos, donde el hijo es más maduro que la madre y la madre, por momentos, más inmadura que el hijo, es un poco Big Lebowsky versión mujer. Entre los ensayos, el rodaje y la edición terminamos de delinear qué iba a ser Blondi. Fue fundamental el trabajo con Laura Paredes en el guión.

Foto: @linaetchesuri

–¿Cuánto hay de tu personalidad y de tu esencia en Blondi?

–Blondi no soy, aunque todas debiéramos aspirar a ser Blondi lo más que se pueda, como madre y como persona.  En el sentido de tratar de estar contenta con lo que uno tiene, fomentar los vínculos con las personas que tenés cerca, las que finalmente van a estar y van a contenerte cuando más las necesitás y en las situaciones que más las precisás. Me parezco a ella en que, por momentos, me permito seguir siendo un poco adolescente, pero no siempre. Después una es adulta con todas las responsabilidades. Otra cosa que me acerca a Blondi es que disfruto mucho de estar con mis hijos y los planes que puedo hacer con ellos, cada vez comparten más cosas conmigo.

–¿Cuáles querías que fueran los temas principales de la película?

–Es una película que habla de la libertad, de los vínculos, de la maternidad, de gente criada con amor por redes de mujeres que cuidan. Se refiere a cosas muy personales, pero también universales. Creo que es una película donde te podés identificar no sólo por ser mujer cuidadora sino por ser varón, mujer o no binario y haber sido cuidado por mujeres. Es una película también sobre la relación entre hermanas, pero no idealizada sino con todas sus cuestiones de afectos, de rivalidades, de celos y de envidias. Y el amor que se sobrepone y prima sobre todo eso.

–¿Cuál fue el punto de partida del argumento?

–Leí una novela donde había una imagen de una madre sola con su hijo, que hacían cosas juntos y había algo medio horizontal en la relación que me interesó. Para mí, la película es como si fuera el recuerdo del último año antes de que se tengan que despedir y afrontar la adultez estos dos personajes.

–Tenés hijos adolescentes que, de una manera u otra, lentamente se despiden de ciertas cosas que comparten con sus familias. ¿Cómo exorcizaste eso en el guión?

–Los hijos, como todas las personas del mundo, emigran de las casas de sus padres y eso es natural. Blondi no lo veía venir. Ahora bien: ¿cómo sobrevive a eso? Rodeándose de otras personas. Ella no se quiere empoderar sola, esa energía y ese tiempo que tiene y que dedicaba a su hijo, lo sigue depositando en la gente que quiere y la necesita, más en ésta otra etapa de la vida: su hermana y sus sobrinas pequeñas. Eso me parece importante también y yo quería dar como mensaje en la película: todo acto y todo trabajo son colectivos. Dependemos del otro, no nos salvamos solos. Es bueno decirlo en esta época donde discursos neocapitalistas apuntan al empoderamiento en solitario. La meritocracia sólo pretende imponer el sálvese quien pueda. Hay que entender la importancia de la red de cariño, de afecto, de comprensión para los procesos de recomposiciones individuales o sociales. A su vez, hay que otorgarle a los demás, sean vínculos de sangre o no, el lugar primordial para esos procesos que construyen la propia estructura de salvación que siempre es con el otro. Blondi necesita del otro, como todos.

Foto: Diego Diaz

–¿Qué fue lo que más te costó y lo que más disfrutaste en tu debut como directora?

–Lo que más me costó fue manejar la ansiedad de cada parte del proceso. Entender la incertidumbre hasta que se sabía qué se iba a filmar. Entender algo de los tiempos del cine que yo no había experimentado como actriz. Lo que más disfruté es todo. Me gustó mucho el rodaje, me pareció muy divertida la previa, el peinado, buscar el vestuario, el maquillaje, el arte y la luz. Tener todas esas instancias para pensar la película, que se vaya armando en función de eso, es lindo. Y después, cuando todas las piezas se juntan es un milagro: aparece la película que es un regalo.

–¿Cuál es la escena que te resultó más difícil de interpretar?

–La que más miedo me daba era la escena de la pileta, que es uno de los clímax de la película y quizás el momento más emotivo de todo el guión. Era una de las más difíciles debido al cúmulo de sensaciones y sentimientos que debía experimentar el personaje. A la vez, me tocó interpretarla en la primera semana de rodaje y eso me preocupaba más. Pero Santiago (Mitre, su pareja) me alentó mucho, me dijo: «Lo bueno es que la vas a hacer bien y después vas a tener a todo el equipo técnico en el bolsillo». Y algo de eso pasó. Salió bien y ya todos estábamos metidos en lo que había que hacer.

–¿En qué sentido te parece una película feminista, hija de ésta época?

–Es una película de mujeres que le hace un poco de justicia a la realidad estadística de que, entre las personas que se quedan solas al cuidado de sus hijos, la mayoría son mujeres. En este sentido es una película feminista que redime, mostrando la red de mujeres que existe desde hace siglos. También siento que si sos varón te podés sentir representado por haber sido criado o contenido en algún momento por una madre, una abuela, una hermana, una amiga. Los vínculos nos rodean a todos y eso es universal. Probablemente si se tratara de un varón que cría sólo a su hijo y el hijo tiene que marcharse y despedirse, la película funcionaría igual. Pero es importante que las protagonistas de este lío sean mujeres porque son las que generalmente se hacen cargo de todo y son invisibilizadas porque parece que el cuidado es obligación solo de ellas. Mi 3 de junio es militar desde lo que cada cual hace, que, en este caso es Blondi, trabajar con otras y otros para mostrar una película sobre maternidades, mujeres en red, solidaridad femenina. Por eso es un plus y es un buen momento que la película se estrene ésta semana.

–Hablando de luchas de mujeres ¿Qué opinas y qué esperás frente a las novedades del caso de Thelma (Fardin)?

–No lo esperaba, pero tampoco me sorprendió ese coletazo de la Justicia, que ha sido frecuente en casos similares. A Thelma la veo, por supuesto, vulnerable y cansada, pero a la vez tiene una fuerza única y unas ganas de seguir adelante no sólo por ella sino por todas las víctimas de abuso que hay. Eso es muy valorable. Con el apoyo de Brasil, sólo resta esperar que, en la próxima instancia o cuando tenga que ser, se haga justicia.




Blondi

Dirección: Dolores Fonzi. Guión: Dolores Fonzi y Laura Paredes. Elenco: Dolores Fonzi, Carla Peterson, Rita Cortese, Toto Rovito y Leonardo Sbaraglia. En cines.


Amor y despedidas

En la primera escena, Blondi (Dolores Fonzi) despierta junto a su hijo Mirko (excepcional interpretación de Toto Rovito), y avanza somnolienta entre botellas de alcohol y un cúmulo de cuerpos durmientes en el piso pertenecientes a amigas y amigos que probablemente son comunes a ambos. No parece haber ningún adulto o alguno que se asuma como tal, pero tampoco impera el descontrol. Es tan solo, la noche siguiente a una fiesta compartida. A medida que avanza la narración, se nos revela el vínculo entre madre e hijo: no es el clásico y tradicional, pero funciona y eso está claramente relacionado con el amor. Esa relación de amor incondicional no está narrada con excesos, ampulosidades, sentimentalismos ni con literalidad, sino que simplemente sucede, casi se vislumbra de manera elíptica como en los mejores relatos de ficción, se lee entre las imágenes, en algunas miradas y en las cosas compartidas. Son felices y como suele suceder con las personas felices no tienen necesidad de decirlo. Sin embargo, la película de y con Dolores Fonzi no se reduce a la relación entre una madre y un hijo, sino que logra trazar con bastante profundidad los rasgos de otros dos personajes: el de la hermana de Blondi (interpretada por Carla Peterson) y el de la madre de ambas (la siempre efectiva Rita Cortese). Finalmente Blondi narra en clave de humor y con momentos dramáticos que alcanzan el lirismo las distintas posibilidades de ser familia alternativas a los modelos hegemónicos (que frecuentemente mostraron sus debilidades, disfuncionalidades o  estrepitosos fracasos). A su vez, en su ópera prima como guionista y directora, Fonzi brinda una graciosa y emotiva oda de despedida, un canto de amor a los hijos e incluso, aunque tocado de manera tangencial y sin proponérselo, se atreve a abordar el tema del aborto de una manera tan profunda y compleja como solo lo había hecho Joyce Carol Oates en su novela El libro de los mártires americanos.

Foto: Diego Diaz