La idea de documentar el ascenso a una montaña de más de 8000 metros de altura puede resultar tan improcedente como soñadora. Y de eso trata este documental, que intenta transmitir, y lo consigue en múltiples pasajes, esa premisa de locura que parece guiar a los protagonistas; incluso si no hubieran querido registrar su ascenso.
Al punto tal, que el motorizador del sueño, es quien queda en el camino, el que no termina la película que sus compañeros concretaron. Por eso Dhaulagiri también es la idea de una ausencia. Una de esas de las que ni siquiera se tiene un lugar físico donde irle a hablar, a contarle todo lo que pasa mientras no está. Es una ausencia cuya más cercana presencia es esa montaña enorme, de misterios que dan la sensación nunca serán descubiertos.
Con las limitaciones de quienes siendo alpinistas se ponen a cineastas, y también con la frescura que ese recorrido implica, el documental, en un comienzo tan convencional como seguro, empieza a transitar las zonas para las que no estaba preparada con la firmeza de saber lo que busca, aunque no sepa bien cómo concretarlo. En ese sentido, el film también es un ascenso, pero uno que lleva a la realización cinematográfica.
Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca (Argentina). Dirección y guión: Guillermo Glass, Cristián Harbaruk. 70 minutos. Apta para todo público con leyenda.