En los últimos años surgieron una serie de canales de streaming, a mitad de camino entre la radio con imágenes y la transmisión de video online, con diversos principios de legitimación pero una lógica de funcionamiento análogo: un grupo de personas que se sientan alrededor de una mesa con auriculares y micrófonos de un tamaño considerable que conversan de cuestiones variadas, por lo general posicionándose en un tono cercano al posible oyente-visionador, con variadas herramientas argumentales.
Vorterix, el último negocio de Mario Pergolini, instrumentó un emprendimiento comunicacional que articulaba radio FM, sala de teatro y web. En la web incluía la transmisión audiovisual de las 24 horas del aire radial. Sin que la radio fuera especialmente exitosa en términos de audiencia, no le fue mal, pero no es de las más escuchadas. Evidentemente, Pergolini vio antes un fenómeno que crecía: la tendencia a la audiovisualización de los contenidos en Internet.
Por detrás de Vorterix se desplegaron dos fenómenos que convergen en la situación actual: radios que comienzan a transmitir la escena del estudio –donde sea que lo tengan montado– a través de distintas plataformas como YouTube, Twich o sus propias páginas web. La aparición de Twich, especialmente, consiguió que muchos youtubers de gran llegada comenzaran a transmitir en la mencionada plataforma largas sesiones de charlas con sus seguidores, quienes participan de las mismas a través de herramientas como el chat, las mismas redes sociales de los streamers o encuestas ad-hoc.
Un poco más acá en el tiempo, aparece Luzu TV, otra propuesta motorizada por Nicolás Occhiato, un actor y conductor de televisión de suerte dispar que formó un equipo con periodistas, influencers y otras figuras, en lo que fue el primer espacio que prescindía por completo de la mediatización tradicional: no se trataba de una radio que además emitía streaming, sino que era pura y exclusivamente una propuesta de streaming. De hecho, el mismo Occhiato se vio envuelto en una suerte de polémica con referentes de la radiofonía tradicional, de la que salió rápido diciendo que lo que él hacía “no era radio”.
El incipiente éxito de Luzu alentó a otros a entrar en ese inegocio: así, más radios comenzaron a transmitir sus emisiones, en tanto que más iniciativas aparecieron como exclusivas del universo streaming. Así nació Olga, el canal montado por Migue Granados con algunos que ya habían pasado por Luzu y Blender, la propuesta montada por Guille Aquino que comenzó haciendo una parodia a los canales de streaming para luego conformar el propio. De modo que ya tenemos un fenómeno construido por quienes dejaron atrás otros canales, y uno que se alza como parodia-anti setreamer, es decir, todos los elementos que constituyen a una moda.
La estructura general de estas iniciativas es la de un conductor central y un grupo que lo rodea con algunas características compartidas. Una curiosidad es la insistencia con los micrófonos grandes y vistosos y el uso de auriculares ídem. Es una suerte de marca física para diferenciar el streaming de una clase online de Tarot. Se posicionan desde un lugar de llaneza y horizontalidad con el público y abordan temáticas que parten de lo cotidiano: anécdotas, curiosidades, tendencias de debate en las redes. Por lo general, hay humor, una vinculación entre lo íntimo y lo vergonzante y el lugar común sobre las costumbres cotidianas (“¿No les pasa que…?”), con alguna pretensión transgresora.
Entre sus principales yeites está la facilidad para capturar los intereses de las audiencias a partir de las múltiples formas de participación. Junto con ello, la posibilidad de que la conectividad – a través de Wi-Fi o datos– se mantenga aún en la calle o en el trabajo, permite la escucha permanente, aunque por supuesto que con la radio esto existe desde hace muchos años. Finalmente, la posibilidad de que los programas queden almacenados para su escucha diferida también ofrece más posibilidades para el usuario y los programas, que, por su parte, no sufren mucha pérdida en la modalidad grabada.
Es muy notable la cantidad de propuestas de este tipo que están floreciendo y la facilidad con la que crecen; por momentos parece más fácil crear un canal que escucharlo. Por fuera de visiones conspirativas, es evidente que hay público que busca este tipo de ofertas y que por eso funcionan. Seguramente cuando la moda pase y el fenómeno se estabilice prevalecerán los más talentosos, los mejor preparados o, simplemente, los que mejor comprendan la lógica del ¿nuevo medio?