Todo pasa y mucho queda. El recuerdo de las giras, el compromiso con la música y con los momentos compartidos volvió a juntar después de dos años a tres amigos guitarreros que se habían distanciado. Rodrigo de la Serna dejó por un rato su traje de actor y aceptó la propuesta de Blas Alberti y Juan Pablo Diaz Hermelo para volver a poner en funcionamiento a El Yotivenco. Incorporaron un guitarrista más, se lanzaron a una nueva exploración sonora, trabajaron un nuevo repertorio y mañana lo presentarán en el Teatro Astral. El resultado de todo ese trabajo será una selección de tangos, milongas, chamarritas, gatos cuyanos, rasguidos dobles y candombes, más la aparición de múltiples músicos invitados.
«Queremos ofrecer una fiesta nacional y popular para que la gente la pase bien y conecte con lo sagrado de nuestras tradiciones culturales. Muchas veces se impone una industria cultural que les impide acercarse a ella. Esta es nuestra manera de resistencia y una militancia que creemos muy importante», puntualiza De la Serna. «Nos sacamos de encima una inercia de muchos años, conflictos personales y mucho desgaste. Maduramos, crecimos como músicos, como intérpretes y llegamos a esta segunda instancia con la cosa más cocinada. Todo empezó a sonar mejor de una, de movida», agrega. De la Serna también se preocupa por todos los detalles. Uno de ellos es el valor de las entradas: «Me encantaría que esté más barata la entrada pero los costos de producción son altos. Somos 20 músicos en escena en un momento. Para lo que es calle Corrientes, bastante bajamos, y habrá promociones de dos por uno. Este es un espectáculo que contempla la situación difícil que estamos viviendo: queremos mucha gente lo disfrute».
Sonarán las guitarras, habrá segmentos instrumentales, se sumará una orquesta de tango y una murga estilo uruguayo, lo que hará que la fiesta que habían imaginado originalmente se transforme en algo más regional y termine con los tambores en la calle. «Fuimos armando el show teniendo en cuenta una dinámica natural. Hay canciones que tienen un ritmo en los dedos, otro en el swing, hay cosas que disfruta más quien está en el palo de la música y hay cosas que son más populares. Queríamos incluir cuestiones centradas en lo interpretativo, en la rítmica rápida, en lo más lento y así. Este es un show que tiene dos años de laburo, de prueba y error. Fuimos metiendo temas y temas, pero siempre hay una lógica discursiva, tratamos de pasar por todos los estados de ánimo y posibilidades rítmicas», cuenta De la Serna.
Sobre sus compañeros, tiene claro lo que piensa: «Aprendo a cada momento con ellos. Son músicos profesionales, son instrumentistas muy avezados. Son guitarristas de alta gama. Juan ha recorrido y ha hecho un estudio de las rítmicas de nuestro país y todo Latinoamérica, es profesor. Blas también es un académico. Fabio Bramuglia es el nuevo integrante del grupo y le sobra resto. Me pongo al servicio de lo que va pasando ahí pero tenemos ya 12 años de camino musical y humano, creo que estamos llegando a una síntesis, estamos en un momento de madurez interpretativa musical e instrumental. Tenemos mucho trabajo encima, hay una depuración del repertorio.»
Para De la Serna subirse al escenario es sagrado. «Uno salta al vacío ante la mirada y la contemplación de otros cuando está ahí arriba. Lo que nos da la seguridad es todo el trabajo que tenemos encima y uno se pone al servicio de diversas poéticas como artista. Se respira una atmósfera sagrada arriba de escenario, mucho más hablando de estos sonidos y estas poéticas en los que uno tiene que ser muy responsable a la hora de comunicarlas. En esa misión, el actor colabora en comunicarlas, sin dudas», concluye. «