Este viernes vuelve al Konex el espectáculo Comer, pensar, amar, que no es otra cosa que un encuentro para pensar, un diálogo performativo entre Darío Sztajnszrajber y Soledad Barruti, donde ambos invitan a la reflexión. Lo hacen cuestionando los modos hegemónicos en que nos relacionamos con el amor, en cómo nos alimentamos y en definitiva como pensamos para afrontar distintos aspectos de la vida cotidiana. Para ello, apelan a herramientas variadas, como puede ser el humor, la parodia, los datos, mitos, cuentos y las historias, incorporando recursos escénicos disímiles, como la música. “Tratamos de recurrir a emociones como la risa, la conmoción, la sorpresa y el sentirse a gusto para que nos devuelvan experiencias propias y así compartir lo que nos pasa con estos tópicos que planteamos”, cuenta Barruti. Por su lado, Sztajnszrajber afirma que “está bueno Comer pensar amar porque es bien distinto a Filosofía para este fin del mundo o La comida a muerto, los espectáculos que hacíamos antes con Sole. Me parece que el mero diálogo se volcó más a lo performativo para deconstruir estar prácticas cotidianas tan normalizadas desde leyendas mitos historias personales, que apelan a una racionalidad más bien emotiva y afectiva como para entrarle desde otro lugar, sin que solo sea algo argumentativo y mental sino que se ponga el juego todo el cuerpo. Es una conferencia pero desde otro encuadre, un relato distinto”.
-¿Qué sienten de poder volver a hacer un Konex y de continuar con este encuentro con el público, para charlar estos temas trascendentales?
D. S.: –Estamos muy contentos de volver a hacer esto, y que podamos seguir haciéndolo es la muestra que hay un montón de gente que le interesa el tema o ponerse a pensar en algo que muchas veces no lo hacemos. Además, el Konex permite toda una gama de actividades culturales que incluyen conferencias o espectáculos de corte reflexivo, algo que es interesante porque propone una manera diferente de plantear tópicos nutritivos.
S. B.: –El Konex tiene además ese aura festiva que es muy genial para trabajar. Ya son más de diez presentaciones y eventos que hemos hecho en ese lugar y siempre la gente tiene una energía muy positiva y se entrega a la charla con una comodidad que tiene que ver con el espacio. Te permite articular tu propuesta de una manera más amena.
-¿Hay alguna reacción que los sorprendió en este tiempo que lo vienen haciendo?
D.S.: –El show es el mismo, pero siempre seguís aprendiendo, cada vez que lo haces. Van apareciendo nuevas ideas, nuevas asociaciones y se abren nuevas ventanas para mirar. Sole, por su estilo de trabajo, para mí representa una apertura a un mundo de interpelaciones que yo medio había atisbado de manera reflexiva, pero con poca tierra, con poco cuerpo. La filosofía peca a veces de ser demasiada área y me parece que ahí hay una conjunción que esta buena para relacionar el aspecto filosófico con una encarnadura más concreta. En la repetición está eso de tener que explicar una idea de un modo distinto para evitar el tedio y eso te hace entender más. Y eso es amor: el amor es también darse la oportunidad de abrirse a nuevas ideas.
-Son pareja. ¿Eso hace que disfruten más de trabajar juntos?
S. B.: –Hay algo que claramente nos potencia. Nos conocimos trabajando juntos, entonces tanto a nivel profesional como vincular nos gusta generar cosas juntos, crear algo como esto nos potencia y ese deleite se transmite al público. Nos sostenemos en cada presentación, si un día uno u otro esta mejor ayuda al otro para que todo salga de la mejor manera. Y a ambos nos apasiona repensar el significado y el simbolismo de los conceptos y las ideas.
-¿Es difícil en la vorágine del día a día ponerse a pensar estos importantes aspectos de la vida humana?
S. B.: –La vorágine es parte de la trampa, nada está dado para pensar o reflexionar sobre algo que no sea la repetición que nos lleva a normalizar todas las situaciones de la vida. Vivimos anestesiados, no todo es tiempo y eficiencia. Eso no te deja ver si podría haber otra forma. Eso es parte del problema, entonces poder estar dos horas pensando algo desde otros lugares. Nuestra propuesta busca desarticular la colonización del inconsciente de la que todos somos víctimas. Esto nos lleva a repetir patrones, algo que no haríamos si tomamos conciencia de esa repetición. El lema del espectáculo es: no pensamos, no piensan; no comemos, nos comen; no amamos, construyen nuestro deseo. Salir de ahí requiere una disposición, que requiere volver a un acto primario como escuchar historias y ver qué efecto transformador tienen en nosotros.
D.S.: –Posicionarse desde otro lugar en el mundo tiene que ver con salir de eso. El sentido común se nos impone como una vorágine que pulveriza la libertad y el pensamiento, es como una tempestad en la que uno tiene que estar completamente sumido en tratar de que no naufrague el barco y no en poder pasear y disfrutar tranquilamente del viaje. Hay un famoso relato que dice que Tales de Mileto al descubrir la filosofía se la pasaba mirando para arriba, extasiado con todas preguntas que se hacía, pero por eso mismo se caía en todos los pozos y parecía, a los ojos de los demás, alguien que no podía resolver las dificultades más inmediatas por pensar demasiado todo. Es un buen disparador porque en realidad el dilema es porque hay pozos: no ver cómo no caer sino pensar el origen de los pozos. Es una pregunta que duele, pero que te permite pensar. No hay peor disciplinamiento que la vorágine de lo cotidiano, que nos adoctrina para decirnos que comer, pensar y amar son cuestiones homogéneas o monocromáticas, y no pueden ser de otro modo.
– Comer, pensar, amar. Muchas veces se relacionan entre sí y no sé si se puede pero ¿Si tuviéramos que hacer un podio por importancia en que posición pondrían cada uno de estos conceptos?
D.S.: –Hay una interacción entre los tres que no permite tomar partido por uno de ellos para poner uno sobre otro. Lo más importante es que en los tres casos parece estar instaurada una única modalidad, una única práctica. Por ejemplo, pensar que el comer es un acto mecánico y fisiológico es una idea que hay que desarmar fundamentalmente porque hay una intención en presentarlo solo así. Oculta el aspecto social, cultural, político o afectivo que se puede dar en el acto de compartir una comida. Pero igual con el pensar y el amar, que se fueron instituyendo a partir de determinado tipo orden, en nuestro caso que tiene que ver con la manera occidental de entenderlo. Pensar es algo racional que anula cualquier otro tipo de construcción de sentido no dando lugar a la imaginación, o entender el amar como algo proclive a la domesticación para que el sujeto se construya a sí mismo sin entregarse al otro o que el otro se un mero medio para conseguir la satisfacción propia.
-¿Este espectáculo tiene mayor potencia reflexiva que una obra?
S.B.: -Creo en la potencia transformadora de la ficción y del arte en general. Tal vez faltan propuestas que pongan cabeza y corazón para buscar una transformación y un evento reflexivo, en esta época tan necesaria en la que viendo cómo transcurre todo, deberíamos repensar muchas de las cosas que hacemos. Tiene que haber una disrupción. Dejar de repetir, dejar de tranquilizarnos con discursos aprendidos, pensando que así estamos bárbaros. Hay que dejar de avanzar hacia la infelicidad colectiva, como si no hubiese otro camino y el colapso de todo sea inevitable. Hay una violencia que no vemos y se pueden ver con este tipo de propuestas o en ficciones, para otros será necesario contactar con la naturaleza, o hacer algo por aquellos que ni miramos. Todos tenemos oportunidad de recolocarnos y ver las cosas de una manera diferente. Sólo que cada uno lo hace como le sale. Ponemos lo mejor de nosotros para lograr el objetivo con este encuentro.
-¿Cómo sienten que el público sale luego de la charla y que efecto esperan tener luego de las historias y conceptos que transmiten?
D.S.: -El público sale muy movilizado, impactado por las historias que son para nosotros una manera de acercamiento a los temas, pero que al público siempre los acerca a algo personal, que luego comparten con nosotros. Ya se ahí o por mensajes. Los tres temas se ven de algún modo desestabilizados y hay todo tipo de reacciones, y eso está bueno. Hay una transferencia de energía en la que nos gusta que el espectador salga transformado
-¿Qué es lo que más les gusta de la tarea que los ocupa?
S.B.: -Nos gusta la divulgación. Como en la docencia o el periodismo de investigación en el caso de Sole, nos gusta la idea de poder llegar a inspirar a otros a que cambie o transforme algo a partir del conocimiento transmitido. Creo que en la medida que a la palabra se le pueda agregar emoción o belleza, humor o algo que estremezca a los demás, esa transformación es mucho más contundente.
Comer, pensar, amar
Un diálogo performático de Darío Sztajnszrajber y Soledad Barruti. Viernes 7 de julio a las 20 en La Gran Sala de Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131.