Sobre el filo de 2019, sin saber lo que vendría después, Daniel Melero se presentó en el ND Teatro. La excusa era festejar los 25 años de la edición del legendario álbum Travesti, que marcó a toda una generación de músicos. No estaba convencido pero su banda (los músicos Yul Acri, Guillermo Rodríguez, Paul Thielen, David Vera y Robertino Franchignoni) y sus amigos Carca y Diego Tuñón (ambos miembros de Babasónicos) lo convencieron de que valía la pena. Su mánager, Rodrigo Ottaviano, también tuvo la idea de registrar ese concierto en la mejor calidad posible.

Así nació el flamante álbum Travesti vive, un registro de ese concierto realizado en la sala de calle Paraguay. Se trata de una versión en vivo de Travesti, sin ningún tipo de maquillajes. Melero recuerda: «En la mirada de los otros fue que me convencí en su momento de reeditar Travesti y luego hacer ese concierto que dio forma a este nuevo disco. Tenía la impresión de que no era muy interesante hacerlo. El disco que jamás había sido tocado, quizá merecía un concierto, pero estaba ensimismado en otras cosas que estaba haciendo en aquella actualidad que hoy parece tan lejana. Bueno, lo hicimos y fue una noche hermosa. Y fue tan bello que tomó otro vuelo. Así fue la historia de este nuevo disco, un viaje al pasado pero también hacia el futuro», comenta Melero.

Melero es un hombre que sigue de cerca los avances tecnológicos, pero no usa celular. «Tengo uno pero no lo necesito, así que lo tengo apagado en un cajón. Sé que soy una especie en extinción, pero esos aparatos no son para hablar. Seamos sinceros, se escucha mejor en teléfono de línea», puntualiza. No tiene auto, porque asegura que respetaría mucho las reglas y eso le traería más problemas que beneficios. Por eso afirma: «Todos mis circuitos son muy simples, estrechos y básicos. Con las cosas y con las personas. Directos. Simples». Así se define este referente que comenzó en los ’80 con Los Encargados, produjo desde Todos tus Muertos hasta Soda Stereo, concretó una asociación memorable con Gustavo Cerati y nunca se cansó de explorar sonidos y formas.

Hoy, aquel concierto mágico que celebraba uno de sus discos más queridos está disponible como objeto de colección, como memorias de algo que no volverá suceder, al menos no de la misma manera. Pero Melero insiste: «Prefería seguir con un disco que ya estaba grabando. Grabo continuamente. Por lo que tenía una cantidad de material que ya conformaba un álbum, y siempre tengo cositas dando vueltas que podía terminar de grabar. Me parecía más interesante que acordarme de viejas canciones pero, tal vez, fue una de las noches más vibrantes que me tocó sobre un escenario», confiesa.

–¿Qué te parece que diferencia a Travesti vivo de otros discos?

–En esta época en la que todo se emprolija, existen muchos discos en vivo que están totalmente falseados: se reafinan, se vuelve a grabar, se  retocan para que no tengan errores, esos que involucran a cualquier show. Este disco no lo hace, es completamente fiel a lo que ocurrió esa noche del 16 de noviembre. Nada está maquillado. Porque si uno lo pule, al final, desacomoda la magia. La reemplaza por otra cosas que no son tan interesantes. Simular un vivo es algo que no me gusta, queda incompleto; en cambio así, es volver a los discos en vivo de finales de los ‘70 o comienzos de los ‘80.

–Este disco en vivo retoma las mismas canciones de Travesti, pero suenan muy diferentes. ¿Cómo tomaste esa decisión?

–Nos dejamos llevar y encontramos una nueva forma de hacer esas canciones. Siempre pasa cuando repasás viejas creaciones. Las canciones tienen otra carga interpretativa. Por momentos tal vez es más rica.

–Los temas de Travesti parecen actuales, ¿cómo ves tu pasado, cómo te sentís al volverlas a tocar canciones de antes?

–No me dedico a escucharme. Pero creo todo lo que hice resiste el paso del tiempo. Los errores que cometí fueron los que tenía que cometer, aparecen en el momento exacto. Eso me gusta. Con el tiempo la gente ve tu recorrido. Pero yo vivo muy interesado en el ahora. Hago muchas cosas para no ser víctima de mi propia nostalgia. Toda la vida fui una persona bastante melancólica, pero no tengo añoranza por lo que pasó y no volverá. Disfruté esa noche y estuvo tan buena que nos pidieron publicar y acepté. Listo. Eso de estar continuamente mirando el presente y comparando si es mejor o peor requiere un punto de vista más alejado. Solo hay que tratar de ver qué te produce eso con lo que te encontrás. No importa de cuándo sea. Siento que hay música impresionante ahora aunque no la escuche casi nadie. Y bueno, en el fondo no importa. Si es más masiva o menos, o si se aprecia antes o después, no importa tanto.

–¿Siempre fue así?

–Sí, cuando yo era chico o adolescente también había cosas que no se apreciaban y luego se valoraron. El tiempo pone poéticas las cosas. Experimenté en carne propia que me dijeran que lo que hacía era una locura o una porquería, y el tiempo le dio otro carácter. Por eso hay que hacer y dejar pasar el tiempo. Sobre todo, hay que tener en cuenta lo poco que duran los seres humanos en el mundo y lo poco que han estado.

–¿Lo importante es disfrutar?

–Creo que también hay que saber valorar los momentos que no son de disfrute. Porque te dan la posibilidad de pensar con otra profundidad. No solo la búsqueda de la positividad puede hacer que tengas una existencia más interesante. O más valiosa para los demás, inclusive. Todo el mundo está sobrecargado por la obligación de estar feliz. Hay una gran bajada de línea sobre cómo uno se debe sentir.

–¿Las cuestiones políticas te interesan?

–Muy relativamente. Veo el juego político como un espectáculo. No lo hago con sorna o ironía. Eso lo dejo para mi propia persona. Solo observo cómo se van moviendo las fichas, pero no me engancho demasiado. Ocupo mucho tiempo en mi trabajo, que pasa por otro lado.

–¿Se busca la profundidad en las canciones o se encuentra?

-Creo que creerse profundo es jactancioso. En la vida cotidiana, entre amigos, podés analizar al ser o el sentido de la vida. Pero en las declaraciones artísticas, que son las canciones, creo que solo tenés que mostrar lo que te parece lindo y te gusta. La música  no tiene dicotomía entre lo superficial y la jactancia de lo profundo. Todo es válido. Hoy el universo está más digitalizado. Los requerimientos para la construcción de una pieza pueden ser analógicos si uno lo desea. Pero en el diseño de software creo que hay demasiadas búsquedas de replicar lo análogo. Me parece que son geniales quienes se dedican a crear algo que no existía. Hay que crear más que emular, la potencia de lo nuevo siempre se impone.

–¿Dónde se encuentra la inspiración?

–No tengo la menor idea de  dónde sale. Tiene que ver, quizás, con los maestros que tuve en la escuela, con qué personas me fui cruzando. Todo eso fue de enorme influencia en mi manera de ver la vida. Yo soy producto de la escuela pública. Soy un montón de sumas exteriores que de alguna manera supe capitalizar de alguna forma. Fui al Urquiza en Flores y armé mi destino. Uno es los libros que leyó y las películas que vio, y la música que le llegó: los estímulos del entorno son clave. Siempre disfruto de mirar. Sentarme en un bar y ver pasar personas o charlar con los lugareños. Desde siempre.  «

TRAVESTI VIVE

Daniel Melero y un registro en vivo de Travesti realizado el 16 de noviembre de 2019 en el ND Teatro. Edición limitada en vinilo. Disponible en plataformas musicales de streaming.

Con una pequeña ayuda

Melero pudo concretar en el verano algunas fechas esporádicas. “Con el público reducido y protocolos. A veces parece que tocar es económicamente tonto como negocio, pero es tan grato que uno lo hace igual porque te conecta con un tipo de emocionalidad que en el encierro no podés tener”, explica.
Uno de los sostenes de Melero para sobrellevar la pandemia fueron los amigos músicos. “Con Diego (Tuñón) nos une una amistad que es casi una hermandad. Demasiados años disfrutando el uno del otro. Con Carca también. Están en la lista de la gente con la que me gusta conversar todos los días. Esta confianza y ese cariño se notan si uno se pone a laburar con ellos. Se manifestó en la forma con la cual nos compenetramos para realizar ese grupo de canciones que forman Travesti vive”.


El estudio como un instrumento

En estos días, Melero está terminando de mezclar el disco de Agustina Paz, una artista muy interesante que conquistó su gusto musical. “Es una tecladista deliciosa, bisnieta de una concertista, comenzó tocando intuitivamente el piano a los cuatro años y se fue armando un camino en la música. También toca sintetizadores y piano, y es cantante. Fueron muy bellas las sesiones, me tiene entusiasmado”, cuenta el artista. Para Melero, el estudio es un territorio que lo hipnotiza: “Me encanta. En mi casa compongo, pero me interesa mucho entrar a un estudio y aprovechar todo lo que se puede hacer. Apenas se abrió y se pudo ir, volvimos al laboratorio. Estar ahí te abre mil puertas y te da más posibilidades para usar el sonido como arma de creación. El estudio es un instrumento más”.