Daniel Aráoz se sumerge en La noche más larga para interpretar el personaje más oscuro de su carrera: Marcelo Mario Sajen, infame violador serial, acusado de la escalofriante cifra de 93 abusos sexuales realizados siempre a mujeres jóvenes. Los hechos se desarrollaron en las inmediaciones de Parque Sarmiento en la ciudad de Córdoba, en un arco de tiempo que va entre 1991 y 2004. Se presupone que la escalofriante cifra de ataques cometidos por Sajen se eleva a más del doble y que el primero ocurrió en 1985.
La película dirigida por Moroco Colman está basada en el libro La marca de la bestia (2006), producto de la investigación periodística de Dante Leguizamón y Claudio Gleser. El film elige un camino polémico e incómodo: filmar las violencias sexuales en primer plano, de modo escabroso en unos primeros 20 minutos que tienen pocos respiros para el espectador, como si se tratara de un documental de denuncia. Eso supone un esfuerzo mayor para el actor de Una especie de familia (Lerman, 2017) y El hombre de al lado (Cohn-Duprat, 2009), desafío del que sale airoso ajustándose a los gestos brutales del siniestro personaje.
Por estos días también se puede ver a Aráoz en MasterChef Celebrity. En el exitoso ciclo de Telefe, el actor muestra su costado más personal (en una emisión se emocionó al evocar un plato de su madre, por ejemplo). Pero también despliega su espíritu histriónico, que recuerda su paso por ciclos memorables como La noticia rebelde y De la cabeza. Ese contraste calza a la perfección en la gramática de cualquier reality.
–¿Dudaste de aceptar el papel? ¿Qué razones te llevaron a sumarte al proyecto?
–Lo primero que hice fue consultarlo con mi familia. Era un papel difícil, un personaje muy terrible. Pero Renata Morini, mi compañera, el amor de mi vida, me dijo: “Tenés que hacer la película, Daniel, porque hay que llevar luz a la oscuridad”. Y ese es el rol del cine. El cine sirve para entretener, pero también es una gran herramienta para tomar conciencia sobre las cosas. Mi hija Lola también me animó para hacer la película. Me dijo que era muy necesaria. Y luego me pasó de estar viajando en un auto, el chofer estaba manejando y me preguntó: «¿Qué estás haciendo?». Le conté que estaba con esta película y le comenté el caso. Le conté específicamente de Marcelo Sajen, que había 93 denuncias de violación y que estuvo en la ciudad de Córdoba operando durante 19 años. Y que se suponía que había más de 200 mujeres que habían sido violadas por este personaje. Y el tipo me dijo: “¿No mató a ninguna?”. Cuando le contesté que no, me respondió: «Entonces no es para tanto”. Casi me descompongo, me bajé del auto, me sentía mal y furioso. Como si toda la mentalidad del patriarcado estuviera encarnada en ese hombre. También hubo una época en que te decían: “Si te violan, relájate y goza”.
–En estos momentos los femicidios están en el primer plano de la agenda social, pero se habla mucho menos de las violaciones.
–Sí, es una de las cuestiones que hacen importante y necesaria a la película: poner en la escena pública y en la agenda política el tema de las violaciones. Es una película durísima, pero necesaria. Se sabe de la cifra de femicidios, pero no de las estadísticas de las violaciones a mujeres. Si ves los antecedentes que ocurren en estos casos, los femicidios suelen venir precedidos de violaciones.
–En otros momentos compusiste villanos como Víctor, el vecino de El hombre de al lado, pero tenía ciertos matices. ¿Cómo se compone a una persona que representa el mal absoluto y con el que no se puede generar ninguna empatía?
–El personaje que interpreté en El hombre de al lado no es un villano. Con respecto a lo segundo, el trabajo del actor consiste en la composición y en tomar esos tipos de decisiones actorales, aun cuando no empatice con el personaje. Lo que yo trabajé fue la energía de ese personaje. Mi apreciación actoral fue trabajar la energía de ese personaje. Y una vez que dicen “corten”, dejar la energía. Ese es el trabajo que tenía que realizar. Requirió una gran concentración. Fue un trabajo de una enorme complejidad por las escenas, por los desnudos. Muy compleja tanto mi composición como la de las siete actrices cordobesas maravillosas que me acompañan.
–Las imágenes de las violaciones son explícitas. A pesar de que la película es corta resulta por momentos tan insoportable como el tema que trata. Me recordó a El niño proletario de Osvaldo Lamborghini, donde la violencia del lenguaje reproduce la violencia de los hechos. ¿Qué pensás de esta decisión artística?
–Me parece que es una decisión que el director analizó muchísimo. Y creo que lo que ocurrió en Córdoba –donde vamos por la octava semana primeros en taquilla–, lo que ocurrió en el Festival de Cine de Oldenburg, es que la película genera debate a partir de eso. Eso evidencia que la película cumple su objetivo de poder instalar el tema y que se pueda discutir. La decisión y la visión que recibí por parte de Moroco Colman evidentemente fue impactar. Impactar para instalar el debate. Que no fuera algo que se quedará ahí, gris. Es muy importante y necesario discutir el tema.
–Si tuvieras que elegir tres grandes temas que abarca la película, ¿cuáles elegirías?
–Los temas que abarca la película tienen que ver con el hecho de entender lo que es la violación y el abuso hacia una mujer. Creo, también, que de alguna manera abarca algo que tiene que ver con el poder. Este personaje actuó durante 19 años con total impunidad. Eso puede hacerse en el marco del patriarcado. En la interpretación del personaje hay una descarga que tiene que ver con el poder. La película habla también del poder. Cualquier poder ejercido desde el punto de vista de la violación o el abuso lo único que hace es daño.
–¿Qué expectativas tenés y qué te motivó a formar parte de esta segunda edición de MasterChef Celebrity?
–El hecho de trabajar en MasterChef me pareció un desafío. Miré la primera edición y me gustó. Es una fórmula que tiene que ver con la familia. Me gustó también el hecho de que Telefe me llamara a ocupar un papel protagónico. Hacía 15 años que yo estaba sin hacer televisión. Por el otro lado, también se suma a las postergaciones de filmaciones en el cine por la pandemia. Una postergación de filmar que ya prácticamente abarcó más de un año. Hace un año que no filmo. Todas esas cosas me llevaron con la familia a la decisión de sumarme a MasterChef. Sobre todo, me impulsó el deseo de volver a la televisión. En mi carrera hice mucha televisión. Y este regreso me pareció como un homenaje. «
Guión y Dirección: Moroco Colman. Elenco: Daniel Aráoz, Camila Murias, Sabrina Núñez, Paula Halaban, Constanza Villarruel y
Romina Aretti. Estreno en los cines de CABA: 25 de marzo.
El horror explícito en primer plano
Uno de los méritos de la película de Moroco Colman es mostrar la cadena de complicidades y silencios sociales que posibilitan la impunidad en los abusos sexuales hacia las mujeres. Desde las escenas de los pibes yendo de levante por Nueva Córdoba, los comentarios machistas del amigo y la supuesta ajenidad del entorno más cercano del violador, pasando por las preguntas insidiosas de los médicos que revisan los cuerpos de las víctimas y de los policías que toman las denuncias hasta los macroescenarios de la desidia y de la impericia del Estado provincial (hay escenas documentales con el gobernador De la Sota, que se vio obligado a intervenir directamente en el caso). Es una película arriesgada que, por su decisión de mostrar de manera reiterada los genitales, las fellatios realizadas por las víctimas y otros detalles escabrosos de las violaciones reavivará la polémica de los efectos estéticos y políticos de mostrar explícitamente el horror y lo inenarrable. En todo caso, la interpretación de Aráoz es impecable.
Para que no perdure el silencio
Moroco Colman es arquitecto y realizador audiovisual. La noche más larga es su segundo largometraje y el resultado de un largo y obsesivo trabajo.
–¿Cómo llegaste a la historia?
–En 2004 Ana, una de las chicas violadas, mandó un mail público denunciando el caso que venía tapado y con muy mala investigación. Entre agosto y diciembre llegó a todos los diarios de Córdoba. Yo caminé toda mi vida por Parque Sarmiento y por los lugares donde transcurrieron los hechos y me quedó rebotando en la cabeza por muchos años este caso descomunal. Las chicas que fueron a hacer el casting para la película no lo conocían ni de oídas. Eso habla de un silencio que perdura.
–¿Fue ese motivo el que te decidió a filmar escenas tan impactantes?
–Exacto. Yo hablé con una de las víctimas y estaba muy enojada con el olvido, con la cuestión de minimizar lo que le había pasado. Hay que terminar con el “no te golpeó, no te mató, no fue para tanto”. Era importante mostrar de la forma más brutal y sin medias tintas lo que padecieron las chicas. Lo más normal es que no te lo cuenten y que abuso sea solo sea una palabra. Yo corro un riesgo enorme por el que me pueden condenar, como a Daniel y a las chicas. Lo más cómodo es mostrar un plano desde lejos. Pero la violación se suele esconder debajo de la alfombra. El modus operandi de este violador se basaba en avergonzar a las víctimas. Soy explícito no solo en lo sexual, sino en la denuncia social y política.