Este domingo a las 22 hora argentina HBO pone en pantalla para toda Latinoamérica y en simultáneo con Estados Unidos la segunda temporada de The Deuce, la serie creada por George Pelecanos y David Simon que cuenta la transformación de la industria pornográfica norteamericana a partir del surgimiento del video, y a través de ella de una los cambios socio culturales más amplios y profundos que ha experimentado la última etapa de la modernidad, que no es otra que la aún vigente gran ola neoliberal que comanda el mundo.
Y Simón, con esta serie, promete convertirse en el buscador de la gran novela norteamericana audiovisual. Luego de delinear con The Wire los pilares básicos del funcionamiento del capitalismo y con Show me a Hero el sistema político que le corresponde a esa estructura, ahora promete una explicación bastante acabada de por qué aquella cultura de la producción que dio nacimiento y vigor a la gran nación americana, se convirtió en una de la especulación en el que sacar ventaja de cualquier situación se hizo precepto antes que ley: la mejor -y casi única- forma de sobrevivir es jodiendo al otro antes de que tenga la posibilidad joderme.
Así, la historia encabezada por James Franco (como Vincent Martino y su hermano gemelo Frankie, el primero exitoso gerente de varios bares nocturnos respaldados por la mafia, es segundo con empresas comerciales más turbias) y Maggie Gyllenhaal (la madre soltera y prostituta Candy, devenida en directora de ambiciosas películas porno), funciona como una gran puesta en escena en la que circula lo mejor de la decadente cultura neoyorquina: negros a los que los derechos civiles dieron poder y ahora lo usufructúan como proxenetas, políticos y jueces que hacen la vista gorda ante el los matones y criminales que mandan en la calle, arribistas de todo tipo que ven la desbordante abundancia en la que viven muchos y quieren acceder a ella fácilmente.
Varios cineastas encontraron en la Nueva York de mediados de los 70 los cimientos de las claves del mundo de hoy (entre otros, Spike Lee con S.O.S. verano infernal, Martin Scorsese con Taxi Driver). De manera tan ambiciosa como Simon, que es por otra parte como siempre emprende sus trabajos. Y también una vez más, con acierto, pone a la música como parte fundamental de su narración. En su relato el disco y el punk confluyen para dar cuenta del mismo mundo de distinta manera. El uno invitando a relajarse y gozar: ya nada se puede hacer; el otro invitando a romper todo: ya nada se puede hacer. En el medio de esas dos posturas, el motor esencial del sistema: la ganancia. Allí la mafia va a la vanguardia: nada la incrementa tanto como la actividad ilegal. Y si bien la pornografía ganó su sentencia de legal con varios fallos judiciales, se alimenta de la ilegalidad de la prostitución y la venta de drogas con las que se condimentan las fiestas continuas en la que parece vivir la Nueva York de mediados de los 70.
En ese panorama, el cambio tecnológico del video aparece como la posibilidad de democratizar el negocio: ya no hace falta grandes sumas para montar una película: con una locación precaria y actores dispuestos a la osadía de mostrar algo distinto, más la posibilidad de consumir su resultado en el hogar, alcanza. Así como el disco y el punk -más el segundo que el primero- representaron en la música un respuesta a la exponencial sofisticación del rock con el sinfónico y el glam, el video porno fue una respuesta de los nuevos agentes del negocio y los laburantes y laburantas del gremio hacia los costos en alza de las grandes producciones, lo mismo que una salida laboral alternativa ante la asfixia que producía el proxenetismo.
En los múltiples pliegues y niveles de lectura que despierta la escritura de la dupla Simon Pelecano, se pueden apreciar varias cosas más, como el golpe que la crisis económica le propina a la independencia que venía ganando la mujer: los hombres siguen dominando el mercado laboral. y las dejan solas en el mantenimiento de sus hijos. O cómo las necesidades políticas de construir electorados que garanticen la reelección o un puesto gubernamental, o en otros casos una carrera judicial, llevan a legítimas discusiones y cambios en las leyes que den cuenta de nuevas realidades.
Dirigido por Alex Hall y escrito por David Simon y George Pelecanos, el primer capítulo de los nueve que componen esta nueva temporada, está ubicado en 1977, luego del éxito que tuvo como gerente de Hi-Hat y French Parlor, ahora Vincent (Franco) es propietario de Club 366, una nueva discoteca patrocinada por la mafia. Mientras, en el Hi-Hat su novia Abby (Margarita Levieva) hace ingresar la cultura punk, y Candy (Gyllenhaal) alejada de la prostitución y ya como actriz, productora y directora porno, busca hacer películas adultas para un público de otras pretensiones: el porno en casa no tiene que ser un consumo solitario, puede formar parte del de una pareja o un verdadero amenitie social.
En ese complejo entramado contado con las más bella sencillez, The Deuce, como las grandes novelas, revelan el mundo.